¿Se acerca el final?
Los medios de comunicación actuales nos ofrecen imágenes de todo el mundo y en el momento en que suceden los acontecimientos. En un mismo informativo de televisión podemos ver las imágenes de unas enormes inundaciones en la China, los incendios en alguna zona de nuestro país y los enfrentamientos brutales de los manifestantes con la policía en algún lugar de Europa, pasando por la marea negra en alguno de los mares, la última crisis entre israelíes y palestinos, la marginación a que están sometidas las mujeres en algún país o el hambre casi crónica y terrible en algún lugar de África. Y muchas otras noticias que llenan la pantalla de nuestro televisor de malas noticias, de desastres naturales y humanos que no sabemos bien cómo vamos a ser capaces de enfrentar. ¿Se acerca el final? ¿Será capaz nuestro mundo de aguantar el envite de la contaminación que nosotros mismos provocamos? ¿Será capaz nuestra sociedad humana de ser más justa y de promover los derechos de todos los hombres y mujeres sin excepción?
Hemos de reconocer que a veces nos entra la duda. Tenemos la sensación de que el fin está ya cerca y nos da miedo. Al final todas esas cosas les suceden a otros, pasan en otros lugares. Nosotros tenemos nuestro pequeño rincón de paz. Y nos da miedo perderlo. Sentimos que todas esas cosas amenazan nuestra tranquilidad.
Pues ahí llega Jesús y nos dice que no nos preocupemos, que tranquilidad. Dice Jesús que ciertamente van a suceder muchas cosas, y cosas malas: guerras, insurrecciones, terremotos, hambrunas y plagas. Incluso signos extraordinarios en el cielo. Con todo eso, hay que seguir tranquilos. Porque hay más: los creyentes seremos entregados a la autoridad. Se nos tratará como criminales. Pero todo eso no será más que una oportunidad para dar testimonio de nuestra fe. Porque, dice Jesús, ni un sólo cabello de nuestra cabeza será destruido.
Por tanto, el mensaje de hoy es claro: tranquilidad y confianza. Como nos dice san Pablo en la segunda lectura, es tiempo para trabajar con normalidad, para vivir una vida decente atendiendo a nuestros propios asuntos y sin inquietarnos ni a nosotros mismos ni a los demás. Es tiempo de dar testimonio de nuestra fe cristiana, una fe que sabe construir la comunidad, la familia de todos los hijos de Dios en medio de todas esas cosas que pasan en nuestro mundo. No vaya a ser que nos pongamos nerviosos pensando en lo que va a suceder en el futuro y se nos olvide vivir el presente, nuestro presente, en cristiano, día a día, minuto a minuto.
Para la reflexión¿Qué piensas cuando ves los informativos de la televisión y escuchas todas esas noticias malas? ¿Cómo das testimonio de tu fe aquí y ahora? ¿Comunicas serenidad y paz y fe a los que viven contigo? ¿Qué haces para ayudar a construir el Reino, la familia de Dios con los que te rodean?
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