El Papa Francisco sugirió, en la Audiencia General de este miércoles 18 de noviembre, imitar la oración de la Virgen María para tener el corazón abierto a Dios con humildad y decir con confianza: “Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres”.
Al continuar con su serie de catequesis sobre la oración, el Santo Padre destacó a la Virgen María como “mujer orante” y añadió que “María pertenece al gran grupo de los humildes de corazón a quienes los historiadores oficiales no incluyen en sus libros, pero con quienes Dios ha preparado la venida de su Hijo”.
“Cuando el mundo todavía la ignora, cuando es una sencilla joven prometida con un hombre de la casa de David, María reza. Podemos imaginar a la joven de Nazaret recogida en silencio, en continuo diálogo con Dios, que pronto le encomendaría su misión. Ella está ya llena de gracia e inmaculada desde la concepción, pero todavía no sabe nada de su sorprendente y extraordinaria vocación y del mar tempestuoso que tendrá que navegar”, dijo el Papa.
En esta línea, el Pontífice recordó que María estaba en oración cuando el arcángel Gabriel la encontró en Nazaret para anunciarle que sería la Madre de Dios. “Su ‘heme aquí’, pequeño e inmenso, que en ese momento hace saltar de alegría a toda la creación, ha estado precedido en la historia de la salvación de muchos otros ‘heme aquí’, de muchas obediencias confiadas, de muchas disponibilidades a la voluntad de Dios”.
“No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, con el corazón abierto a Dios: ‘Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres’. Es decir, con el corazón abierto a Dios y Dios siempre responde. ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Quienes son más humildes de corazón rezan así, con humildad esencial, digamos así, con humildad sencilla, ‘Señor, lo que Tú quieres, cuando Tú quieres y como Tú quieres’”, advirtió.
“La oración sabe calmar la inquietud, pero nosotros somos inquietos, siempre queremos las cosas antes de pedirlas, y las queremos inmediatamente, y la vida no es así, esta inquietud nos hace mal, y la oración sabe calmar la inquietud, sabe transformarla en disponibilidad. Yo soy inquieto, rezo y la oración me hace disponible a la voluntad de Dios”, explicó.
En este sentido, el Santo Padre señaló que en la Anunciación la Virgen María supo “rechazar el miedo, aun presagiando que su ‘sí’ le daría pruebas muy duras” y agregó que “si en la oración comprendemos que cada día donado por Dios es una llamada, entonces agrandamos el corazón y acogemos todo. Se aprende a decir: ‘Lo que Tú quieres, Señor. Prométeme solo que estarás presente en cada paso de mi camino’”.
“Esto es importante, pedirle al Señor que esté presente en cada paso de nuestro camino, que no nos deje solos, que no nos abandone en la tentación, que no nos abandone en los momentos difíciles, el final del Padrenuestro es así, la Gracia que Él mismo nos ha enseñado a pedir al Señor”, añadió.
Además, el Papa recordó que la Virgen María acompañó en oración “toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final continúa, acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente”. “Es la Madre de Jesús que reza con ellos, está en comunidad, como una de la comunidad. Reza con ellos y reza por ellos. Y, nuevamente, su oración precede el futuro que está por cumplirse: por obra del Espíritu Santo se ha convertido en Madre de Dios, y por obra del Espíritu Santo, se convierte en Madre de la Iglesia”.
“Rezando con la Iglesia naciente, se convierte en Madre de la Iglesia. Acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia, esperando al Espíritu Santo, y después en los primeros pasos. En silencio, siempre en silencio, la oración de María es en silencio”, subrayó.
Por ello, el Papa recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica explica que “en la fe de su humilde esclava, el don de Dios, es decir el Espíritu Santo, encuentra la acogida que esperaba”.
Asimismo, el Santo Padre destacó que el Evangelio describe la presencia de la Virgen María “en los momentos cruciales” porque “es la voz de Dios que guía su corazón y sus pasos allí donde hay necesidad de su presencia, presencia silenciosa, de Madre, de discípula” y explicó que “María está presente porque es Madre, pero está presente también porque es la primera discípula, la que ha aprendido mejor las cosas de Jesús… Ella es la primera discípula, reza como Madre y reza como discípula”.
Por último, el Papa Francisco señaló que San Lucas retrata a la Madre del Señor en el Evangelio de la infancia al destacar que “María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” y explicó que “todo lo que pasa a su alrededor termina teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, como los momentos más oscuros, cuando también a ella le cuesta comprender por qué camino debe pasar la Redención. Todo termina en su corazón, para que pase la criba de la oración y sea transfigurado por ella”.
“Ya sean los regalos de los Magos, o la huida en Egipto, hasta ese tremendo viernes de pasión: la Madre guarda todo y lo lleva a su diálogo con Dios. Algunos han comparado el corazón de María con una perla de esplendor incomparable, formada y suavizada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración”.
Por ello, el Papa exhortó “¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre! Con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón en silencio, obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer como una semilla para el bien de la Iglesia”.
(publicado en ACIPRENSA)
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