El Papa Francisco concluyó su serie de catequesis sobre la oración en la Audiencia General de este miércoles 16 de junio con el tema “la oración sacerdotal de Jesús” y advirtió que Cristo “no fue un filántropo que se hizo cargo de los sufrimientos y de las enfermedades humanas” sino que “fue y es mucho más”.
Después de saludar personalmente y bendecir a muchos de los fieles reunidos en el patio de San Dámaso del Vaticano, el Santo Padre alentó a recordar que Cristo ha rezado y continúa a rezar por cada uno de nosotros.
“Esto me parece lo más bonito para recordar… Recordar la gracia de que nosotros no solamente rezamos, sino que, por así decir, hemos sido ‘rezados’, ya hemos sido acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la comunión del Espíritu Santo. Jesús reza por mí. Cada uno de nosotros puede colocar esto dentro del corazón, no lo olviden, también en los momentos más difíciles”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre reiteró que “ya somos acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la comunión del Espíritu Santo. Hemos sido queridos en Cristo Jesús, y también en la hora de la pasión, muerte y resurrección todo ha sido ofrecido por nosotros”.
“Y entonces, con la oración y con la vida, no nos queda más que tener valentía, esperanza, y con esta valentía y esperanza, sentir fuerte la oración de Jesús e ir hacia adelante, que nuestra vida sea un dar Gloria a Dios en la consciencia que Él reza por mí al Padre, que Jesús reza por mí”, añadió el Papa.
Además, el Pontífice recordó que en esta serie de catequesis dedicada a la oración ha explicado “en varias ocasiones cómo la oración es una de las características más evidentes de la vida de Jesús. Jesús rezaba y rezaba mucho. Durante su misión, Jesús se sumerge en ella, porque el diálogo con el Padre es el núcleo incandescente de toda su existencia”.
De este modo, el Santo Padre señaló que “los Evangelios testimonian cómo la oración de Jesús se hizo todavía más intensa y frecuente en la hora de su pasión y muerte. De hecho, estos sucesos culminantes en su vida constituyen el núcleo central de la predicación cristiana” y añadió que “esas últimas horas vividas por Jesús en Jerusalén son el corazón del Evangelio no solo porque a esta narración los evangelistas reservan, en proporción, un espacio mayor, sino también porque el evento de la muerte y resurrección –como un rayo – arroja luz sobre todo el resto de la historia de Jesús”.
Por ello, el Papa indicó que Jesús “no fue un filántropo que se hizo cargo de los sufrimientos y de las enfermedades humanas: fue y es mucho más” y explicó que "en Él no hay solamente bondad: está la salvación, y no una salvación episódica –la que me salva de una enfermedad o de un momento de desánimo– sino la salvación total, la mesiánica, la que hace esperar en la victoria definitiva de la vida sobre la muerte”, explicó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre subrayó que “en los días de su última Pascua, encontramos por tanto a Jesús, plenamente inmerso en la oración” y agregó que Cristo “reza de forma dramática en el huerto del Getsemaní, asaltado por una angustia mortal”.
Sin embargo, el Papa resaltó que Jesú en el huerto del Getsemaní reza “precisamente en ese momento, se dirige a Dios llamándolo ‘Abbà’, Papá” y añadió que “esta palabra aramea –que era la lengua de Jesús– expresa intimidad y confianza. Precisamente cuando siente la oscuridad que lo rodea, Jesús la atraviesa con esa pequeña palabra: ¡Abbà! Papá”.
“Jesús reza también en la cruz, envuelto en tinieblas por el silencio de Dios. Y sin embargo en sus labios surge una vez más la palabra ‘Padre’. Es la oración más audaz, porque en la cruz Jesús es el intercesor absoluto: reza por los otros, por todos, también por aquellos que lo condenan, sin que nadie, excepto un pobre malhechor, se ponga de su lado. Todos estaban contra él, o eran indiferentes, solamente ese malhechor reconoce el poder. Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, advirtió el Papa.
En esta línea, el Santo Padre describió que “en medio del drama, en el dolor atroz del alma y del cuerpo, Jesús reza con las palabras de los salmos; con los pobres del mundo, especialmente con los olvidados por todos, pronuncia las palabras trágicas del salmo 22: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Él sentía el abandono y rezaba”.
“En la cruz se cumple el don del Padre, que ofrece el amor, es decir, se cumple nuestra salvación, y una vez más lo llama ‘¡Dios mío!’. ‘Padre, en tus manos pongo mi espíritu’. Todo, todo es oración en las tres horas de la Cruz”, indicó el Papa.
Por ello, el Santo Padre destacó que “Jesús reza en las horas decisivas de la pasión y de la muerte. Con la resurrección el Padre responderá a su oración. La oración de Jesús es intensa, la oración de Jesús es única, y también se convierte en el modelo de nuestra oración”.
“Jesús ha rezado por todos, también ha rezado por mí, por cada uno de ustedes. Cada uno de nosotros puede decir Jesús en la cruz ha rezado por mí, ha rezado. Jesús puede decirnos a cada uno: ‘He rezado por ti, en la Última Cena y en el madero de la Cruz’. Incluso en el más doloroso de nuestros sufrimientos, nunca estamos solos”, añadió el Papa.
Ante eso, el Santo Padre dijo de forma espontánea que “la oración de Jesús está con nosotros” y añadió: “Y ahora padre, que estamos aquí escuchando esto, ¿Jesús reza por nosotros? Sí, continúa a rezar, para que su palabra nos ayude a ir hacia adelante, para que podamos soportar el sol también, Él reza por nosotros”, afirmó.
Finalmente, el Papa dijo durante su saludo “a los fieles de lengua española, que hay muchos” el Santo Padre invitó a no olvidar que “Jesús no solo nos ‘amó’ primero, sino que también ‘rezó’ primero por nosotros”.
“Por eso, con nuestra oración y nuestra vida demos Gloria a Jesús, y vivamos seguros porque Él rezó, y reza, por cada uno de nosotros aún ahora delante al Padre”, concluyó el Papa.
(publicado en ACIPRENSA)