Homilía San Blas. Cuarto
domingo tiempo ordinario.
Queridos hermanos y hermanas.
1. Jesús, cumpliendo las esperanzas del antiguo testamento,
se ha presentado en la sinagoga de Nazaret como el principio de un mundo nuevo.
Este mundo se manifiesta en la liberación de los oprimidos; en devolver la
vista a los ciegos: en dar a los cautivos la libertad; en conceder la plenitud
de vida para los pobres.
2. Esa revelación ha suscitado una primera respuesta
admirativa. Lucas sabe que los hombres de Israel no se han opuesto plenamente
al Cristo. Sin embargo, junto a esa primera respuesta hay otra de escándalo y
rechazo. El rechazo de los suyos se basa en dos razones. La primera se ha
basado en la persona de Jesús: "¿No es éste el hijo de José?" Los que
así preguntan han supuesto que el Mesías de Dios ha de mostrarse de una forma
esplendorosa.
3. La segunda razón es semejante: quieren milagros; piden
signos prodigiosos; quieren tener una seguridad absoluta; necesitan que Dios
les demuestre su verdad. Por eso, cuando viene Jesús se escandalizan y terminan
dejándole a un lado. La historia se repite y el profeta que no ha sido
escuchado entre los suyos ha venido a ofrecer su salvación a los gentiles. El
rechazo a Jesús es no aceptar que Dios ha tomado nuestra carne. Él se hace cercano a nosotros y comparte
nuestra vida. Él está presente en los acontecimientos que tejen nuestra
existencia cotidiana.
4. Dios está presente desde el comienzo de nuestra
existencia. Hemos escuchado las palabras que Dios dirige al profeta Jeremías.
Estas palabras también están dirigidas a cada uno de nosotros: “Antes de
formarte en el seno de tu madre, te escogí. Antes de que salieras del seno
materno te consagré. Yo te constituí profeta de los gentiles”. Dios te ha
escogido, te ha consagrado, ha pronunciado tu nombre, te ha dado una misión.
5. San Pablo concreta el fundamento de esta misión: hemos
sido creados por amor. Y hemos sido creados para amar. Este es el fundamento de
nuestra existencia: amar, querer, ejercer el servicio, la misericordia, el
perdón.
6. Hoy celebramos la fiesta del obispo San Blas. Su vida fue
un servicio continuo de entrega y amor. Lo hizo en las circunstancias propias
de su tiempo. Él es ejemplo para nosotros. Como él, estamos llamados a amar y
servir en las situación en que vivimos: en la familia, en el trabajo, en el
barrio, en el pueblo, en el campo. Servir y ayudar a los enfermos, a los
ancianos, a los pobres, a los que no encuentran trabajo, a los que vienen de
fuera huyendo del hambre y de la miseria.
7. Nos encomendamos a San Blas. Que su bendición venga sobre
nosotros y proteja nuestra vida y nuestra familia. Que nos ayude a servir a
quienes necesitan ayuda. Que seamos generosos como él lo fue con quienes le
presentaban sus problemas. Que la Virgen María, reina de los mártires, nos
acompañe en el camino de la vida. AMEN.
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Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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