Ven, Tú que eres luz y amor
Abendualdian sartuta
bete-betean
Comenzamos el mes de diciembre con el tiempo de Adviento ya
iniciado. Este tiempo litúrgico nos dispone a la celebración del Nacimiento de
Jesús. El primer movimiento que reclama el Adviento es reavivar el deseo de
Dios. El tenor de vida estresado y galopante en el que nos vemos inmersos, va
debilitando y apagando el deseo de Dios en nuestro corazón. Percibirlo presente
y operante en nuestras vidas se hace difícil para muchas personas. Y ese deseo
se va apagando y va siendo sustituido por “deseos pequeños”, que nos dan
pequeñas satisfacciones y terminan por sumergir la vida en la rutina y la
desesperanza, iluminada fugazmente por algunas compensaciones que tristemente
nos consuelan.
Jaungoikoaren egarria
piztu
Por eso, la oración del primer domingo de Adviento resalta la
centralidad de avivar el deseo de Dios, de romper la costra de pequeños deseos
y tristes compensaciones que acaban por aprisionar el corazón y nos sumergen en
el tedio y la desesperanza: “Señor, aviva en tus fieles al comenzar el
Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene, acompañados por
las buenas obras para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el
reino eterno”.
Norbanakoaren
berreraiketa aldian gagoz
Pero ¿cómo avivar este deseo? San Agustín, comentando el
Evangelio de San Juan, nos ofrece unas ideas preciosas para que este deseo de
Dios renazca en nuestro corazón. Comentando la palabra de Jesús que nos dice
“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, el santo obispo de Hipona
comenta que el alma no es atraída contra su voluntad, sino que es atraída por
el amor. Y este amor que atrae produce el gozo interior del alma, redunda en
una plenitud que difiere del simple placer. Muchos teólogos coinciden en que
las condiciones de vida de quienes vivimos en lo que conocemos como “cultura
occidental”, precisamos de una verdadera reconstrucción del sujeto.
Efectivamente, lo humano está tensionado y violentado por la pérdida del
sentido profundo de la vida, la tentación de la desesperación, la permanente
necesidad de cambiar, la huida de sí mismo y de Dios, el desconocimiento de la
propia identidad como hijo e hija de Dios, la dilución de la verdad y del bien
en esta época de relativismo, nihilismo y post-verdad, la mediocridad y el
populismo... Todo ello conduce a una desintegración del sujeto personal.
Erraietako maitasuna
azaleratu behar dogu
Frente a esta desintegración de lo humano, es preciso
recomponer el sujeto interior, integrar todas las dimensiones de la vida,
abrirnos a una trascendencia amorosa que nos llama y nos hace renacer. De este
modo vuelve a brotar el deseo del bien, la percepción de la esperanza y el gozo
que Dios comunica a los que esperan en Él. Como afirma el salmista: “Mi alma
espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el
centinela la aurora… porque del Señor viene la misericordia, la redención
copiosa” (Sal 129, 5-8). Por eso, la invocación del Adviento es “Ven a
librarnos de toda esclavitud, ven a ser luz y salvación, Ven amor y
misericordia”.
Seminarioaren egunean,
eizue otoitz bokazinoen alde
En este camino hacia la Navidad, la fiesta de la Concepción
Inmaculada de María reanima nuestra esperanza y adelanta el gozo del Nacimiento
del Señor, En este día celebramos la jornada del Seminario. Os ruego que sigáis
orando por las vocaciones a la vida sacerdotal, que ayudéis al seminario con
vuestra oración, afecto y colaboración material y económica. Pidamos a Dios que
nos bendiga con los sacerdotes que necesitamos para hacer presente el misterio
de salvación en medio de nosotros.
Itxi daiguzan albo
batera gure harrokeriak ume Jesus gurtzeko
Y, por fin, llegamos ante el Misterio incomprensible de que
Dios se hace niño, llegamos al portal de Belén. Contemplamos con estupor y
agradecimiento la sonrisa de Dios, su amor humilde, su grandeza en lo pequeño.
Tenemos que hacernos pequeños y niños para entrar en este misterio, para
comprender que no podemos acceder al Reino de Dios que acontece en Belén con nuestras
armaduras de autosuficiencia y orgullo. No nos cansemos de contemplar el
misterio del pesebre. Esa contemplación ablandará nuestras rigideces y
frialdades. Tomemos al Niño en nuestro regazo y contemplemos el gozo de María,
la Virgen Madre y de San José. Que la Santa Familia alumbre vuestros hogares y
os llene de esperanza. Os deseo un santo tiempo de Navidad. Que el Niño Dios os
bendiga. Con mi oración y afecto. ¡Feliz Navidad!
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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