lunes, 5 de febrero de 2018

CARTA PASTORAL DE DON MARIO - EN JESÚS ESTÁN LA VIDA Y LA LUZ


 
En Jesús están la vida y la luz

 

Febrero comienza con la celebración de la fiesta de la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen María. Jesús entra en el mundo como luz. La luz es necesaria para reconocernos mutuamente, para ver nuestros rostros. También es necesaria para ver el rostro de Jesús presente en nuestra vida. Así mismo, sin luz es difícil caminar, atinar con el camino. Dios se manifiesta en Jesús como luz y vida de la humanidad. En la fiesta de la Presentación queremos acogerlo como luz y, como María, purificar y disponer el corazón para que esta luz alumbre con todo su esplendor en nuestras tinieblas y su vida sea para nosotros germen de plenitud y eternidad.

En este mismo día también celebramos la jornada de la Vida Consagrada. “La vida Consagrada, encuentro con el Amor de Dios” es el lema de este año. De este modo queremos hacer memoria de que las personas consagradas son testimonio vivo de que el encuentro con Dios es posible en todo lugar y época, de que su amor llega a todo rincón de la tierra. Esta Jornada debe ser una ocasión para promover el conocimiento y la estima de la vida consagrada como forma de vida que asume y encarna el encuentro con el amor de Dios y con los hermanos, manifestado en la entrega profética desde cada carisma fundacional. Oremos por ellos.

Con el lema “Comparte lo que importa”, Manos Unidas vuelve a realizar un año más su campaña que tiene como objetivo acabar con el hambre en el mundo. Una tarea que está al alcance de la comunidad internacional, pero que tantos obstáculos encuentra en su realización. Como se nos recuerda en el contenido de esta jornada, nuestra vida está entretejida de relaciones que edifican nuestro propio ser. Por eso, compartir es propio de la persona humana. No compartir lo importante de la vida sería encerrarnos en nosotros mismos e ir apagando nuestra realidad vital. Ante tantas miserias que golpean la dignidad humana es precisa la implicación personal. Hay muchas formas de ayudar. Cada uno debe reflexionar ante Dios qué puede dar de sí mismo y cómo compartir.

En la memoria de la Virgen de Lourdes recordaremos a nuestros enfermos. Para este año el Papa Francisco ha elegido el episodio de María a los pies de Jesús en la Cruz: «Ahí tienes a tu hijo... Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa»  (Jn 19,26-27). Meditando esta escena, el Papa nos dice que estas palabras del Señor iluminan profundamente el misterio de la Cruz. Esta no representa una tragedia sin esperanza, sino que es el lugar donde Jesús muestra su gloria y deja sus últimas voluntades de amor, que se convierten en las reglas constitutivas de la comunidad cristiana y de la vida de todo discípulo. Las palabras de Jesús son el origen de la vocación materna de María hacia la humanidad entera. Y el discípulo Juan, el discípulo amado, representa a la Iglesia, pueblo mesiánico. La vocación materna de María, la vocación de cuidar a sus hijos, se transmite a Juan y a toda la Iglesia. La cruz de Jesús es escuela de esperanza y la acogida de María es escuela de cuidado y entrega a los enfermos y a todos los que sufren.

El comienzo de la Cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza inaugura la etapa de conversión que nos guiará hasta el misterio pascual. Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado e inaugurar el misterio de salvación. Necesitamos para nuestras vidas este tiempo de desierto, de silencio, de encuentro profundo con Dios, guiados por el Espíritu, que renueve profundamente nuestro ser. Aprovechemos este tiempo de gracia que Dios nos concede, en la compañía materna de la Iglesia.

Y concluiremos este mes con el encuentro sobre paz y reconciliación. Estamos llamados a ser agentes de reconciliación, de perdón y de paz. Ésta es, en último término, un don precioso de Dios. Este es el tiempo propicio, este es tiempo de reconciliación. Aprovechemos el soplo del Espíritu en este tiempo santo para nuestra propia conversión. Y desde ahí, con la ayuda de Dios, en comunión con la Iglesia, ser testigos de reconciliación, artífices de paz.
 
Como veis, febrero es un mes cargado de celebraciones. Abramos el corazón para aprovechar tantos dones como Dios está dispuesto a concedernos en este tiempo. Con gran afecto.
 

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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