Carta Misiones Diocesanas 2019
Queridos
hermanos y hermanas.
1.
Este año 2019 tendrá un especial carácter misionero. El Papa Francisco ha
convocado un mes misionero extraordinario en octubre con ocasión del centenario
de la carta apostólica “Maximum illud” del Papa Benedicto XV sobre la
propagación de la fe católica en el mundo. Así mismo, ésta efemérides coincide
con el centenario del discurso de Don Ángel Sagarminaga que inspiró la creación
unos años después de lo que conocemos como Misiones Diocesanas Vascas.
2.
En continuidad con el lema del Domund 2018, Alda ezazu Mundua – Cambia el
mundo, la jornada de Misiones Diocesanas de este año se centra en el impacto
que la participar en la misión genera en la propia vida. El encuentro con
Jesucristo cambia la vida. El Papa Francisco afirmaba en el primer punto de la
exhortación “Evangelii Gaudium”: “La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. No deja de
resonar, así mismo, la afirmación de Benedicto XV en el primer párrafo de la
Encíclica “Deus caritas est”: “No se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva.”
3.
Efectivamente, el encuentro personal con Cristo cambia profundamente la vida.
Este encuentro puede darse de los modos más variados. A partir de la escucha de
su Palabra, en la celebración de la Eucaristía, en los grupos de fe, en el
servicio a los enfermos y a los pobres, en las experiencias alegres y también
en las dolorosas, en la familia, la parroquia, la escuela, el grupo de amigos;
y en la misión. Tantas personas que realizan experiencias misioneras durante
los veranos o en tiempos más largos, relatan cómo esta experiencia les ha
cambiado la vida y cómo en ella se han encontrado con Jesús vivo y presente.
Cada uno recordará su propia experiencia personal. Como Él mismo nos dice: “No
sois vosotros los que me habéis elegido. Soy yo quien os he elegido a
vosotros”. (Jn 15,16). Él nos ha salido al encuentro y nos ha invitado a
seguirle como discípulos misioneros.
4.
Todos somos conscientes de que la fe se fortalece cuando se da. No es que
primero seamos discípulos y después misioneros. Cuando fuimos bautizados, el
Espíritu del Señor acampó en nuestro corazón y no sólo genera en nosotros una
nueva forma de conocer y de amar, sino que también nos impulsa a dar testimonio
del Señor Jesús hasta los confines de la tierra. Con Isaías y después
fundamentalmente con Jesús, también nosotros podemos decir: “El Espíritu del
Señor está sobre mi, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los
pobres, a proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista; a poner
en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,
18-19).
5.
El Papa Francisco nos invita a concebir la vida como una misión. En este camino
misionero, Dios nos ha transformando profundamente y nos va configurando con
Él. “Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión.
Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te
da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu
existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso
ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal
que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy.” (GE, 23).
6.
Debemos aprender a reconocer la presencia del Señor en los acontecimientos de
la vida y preguntarnos qué nos pide en cada momento. La vida cristiana se
concibe como un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro para amarle y
servirle. De ahí nace una profunda alegría. Todos somos conscientes de que
cuando sólo pensamos en nosotros mismos, la tristeza se cierne sobre nuestras
vidas. En cambio, cuando salimos al servicio de los demás, la vida se expande y
se hace luminosa. Por eso, la misión nos cambia profundamente.
7.
En el día de las Misiones Diocesanas, queremos aprender de San José, en cuya
fiesta se inserta esta jornada. Él se entregó en cuerpo y alma a la misión que
Dios le había encomendado. Aunque en el principio no entendía lo que se le
pedía, confió en la Palabra de Dios. La Virgen María y San José son para
nosotros ejemplo de acoger la voluntad de Dios en la propia vida y, sin perder
tiempo, identificar toda su existencia con la misión. Que este año
particularmente misionero estimule en nuestras Iglesias esta pasión por la
misión. Que cada uno se sienta interpelado por esta llamada para conocer el
modo concreto de vivirla. La misión renueva el rostro de la Iglesia y nos
renueva interiormente. Pidamos que el Espíritu Santo nos inunde con su amor
para entregarnos a esta apasionante tarea que el Señor Jesús nos ha confiado.
Con
gran afecto.
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Mario Iceta Gabicagogeascoa, obispo de Bilbao
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Jose Ignacio Munilla Aguirre, obispo de San Sebastián
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Juan Carlos Elizalde Espinal, obispo de Vitoria
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