1. “El que no nazca de nuevo, no puede entrar en el Reino de
Dios” (Jn 3, 3). Es la sorprendente afirmación que hace Jesús ante Nicodemo.
Ante la insistencia de éste, Jesús continúa: “El que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). El camino cuaresmal
que estamos recorriendo es un camino bautismal. Los cinco domingos de Cuaresma
jalonan este camino: el primero nos hablaba de las tentaciones, el segundo de
la transfiguración y los tres siguientes, principalmente en el ciclo A de la
liturgia, nos hablan de Jesús agua viva, luz y resurrección y vida. Estos
mismos atributos son propios del Espíritu, referido varias veces en la
Escritura como agua que salta hasta la vida eterna, amor que ilumina el camino
y fuente de vida. Este don del Espíritu es el fruto del Misterio Pascual que
nos preparamos a celebrar con profundidad en la próxima Semana Santa.
2. Pero antes de entrar en la Semana mayor del Misterio de
Cristo, tenemos un acontecimiento de especial relevancia en nuestra diócesis:
la ordenación episcopal de Don Joseba Segura, vicario general, como obispo
auxiliar de nuestra Iglesia local. Mediante la ordenación, el nuevo obispo es
incorporado al colegio episcopal que hace presente entre nosotros la sucesión
apostólica. A este respecto, el Concilio Vaticano II afirma: “Los Obispos,
pues, recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los
presbíteros y diáconos, presidiendo en nombre de Dios la grey, de la que son
pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros
de gobierno. Y así como permanece el oficio que Dios concedió personalmente a
Pedro; príncipe de los Apóstoles, para que fuera transmitido a sus sucesores,
así también perdura el oficio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que
debe ejercer de forma permanente el orden sagrado de los Obispos. Por ello,
este sagrado Sínodo enseña que los Obispos han sucedido, por institución
divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien los
escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien
le envió (cf. Lc 10,16) (LG, 20). Por ello, os invito a participar de la Celebración
de ordenación que tendrá lugar en la catedral el sábado seis de abril a las
once de la mañana.
3. Ya el fin de semana siguiente entraremos en la Semana
Santa mediante la celebración del domingo de Ramos. Jesús entra en Jerusalén
para celebrar la Pascua definitiva. Es un misterio de luz y de sombras, de
aclamación y de negación. Ya en la unción de Betania, se había significado de
modo profético la unción del cuerpo en atención a su Pasión. Será también el
don definitivo del Espíritu que nos disponemos a recibir y que va a transformar
definitivamente nuestras vidas, nuestra Iglesia, el mundo y el cosmos. Jesús
quiere entrar también humildemente en nuestras vidas. Sabemos de nuestro amor y
de nuestras negaciones, del entusiasmo y también de derrotas… Entrando en
nuestras vidas nos invita a nacer del agua y del Espíritu.
4. El Jueves Santo es un día intenso. Por la mañana, como
preparación a iniciar por la tarde el Triduo Pascual, nos reuniremos para
celebrar la Misa Crismal. Somos un pueblo santo, ungido por el Señor y enviado
para dar la buena noticia a los pobres y para ungirles con un perfume de
fiesta. En esta Eucaristía bendeciremos los óleos con los que van a ser ungidos
los recién bautizados, los confirmandos, las manos de los presbíteros y la cabeza
de los obispos, los altares y las iglesias. También consagraremos el óleo de
los catecúmenos y el de los enfermos, que les llevará fuerza, consuelo y
esperanza en los momentos de debilidad y enfermedad.
5. Y ya por la tarde celebraremos durante tres días el Santo
Triduo Pascual. Aunque dividido en tres celebraciones, durante tres días,
constituye unitariamente la Pascua, el “paso” de la muerte a la vida, de morir
a la viejo y caduco para renacer a la vida eterna. A partir de esta
celebración, durante cincuenta días nos sumergiremos en el tiempo pascual,
donde iremos rememorando la infinita misericordia de Dios con nosotros, las
maravillas que realiza en favor nuestro y la llamada a colaborar en la
extensión y crecimiento de Reino de Dios. Son tiempos intensos, profundos, de
gran significado para nuestra vida, de llamada sincera a nacer de nuevo que
culminará con una nueva efusión del Espíritu el día de Pentecostés, que sellará
el infinito amor de Dios para cada uno de nosotros. Os invito a sumergiros en
este tiempo dejándoos penetrar por el Espíritu, permitiendo que Él nos
transforme y haga de nosotros criaturas nuevas y de la creación el mundo nuevo
del Reino de Dios. Nos acogemos a la intercesión materna de la Virgen María. Con
gran afecto.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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