viernes, 29 de marzo de 2019

TIEMPO DE NACER DE NUEVO






1. “El que no nazca de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3). Es la sorprendente afirmación que hace Jesús ante Nicodemo. Ante la insistencia de éste, Jesús continúa: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). El camino cuaresmal que estamos recorriendo es un camino bautismal. Los cinco domingos de Cuaresma jalonan este camino: el primero nos hablaba de las tentaciones, el segundo de la transfiguración y los tres siguientes, principalmente en el ciclo A de la liturgia, nos hablan de Jesús agua viva, luz y resurrección y vida. Estos mismos atributos son propios del Espíritu, referido varias veces en la Escritura como agua que salta hasta la vida eterna, amor que ilumina el camino y fuente de vida. Este don del Espíritu es el fruto del Misterio Pascual que nos preparamos a celebrar con profundidad en la próxima Semana Santa.

2. Pero antes de entrar en la Semana mayor del Misterio de Cristo, tenemos un acontecimiento de especial relevancia en nuestra diócesis: la ordenación episcopal de Don Joseba Segura, vicario general, como obispo auxiliar de nuestra Iglesia local. Mediante la ordenación, el nuevo obispo es incorporado al colegio episcopal que hace presente entre nosotros la sucesión apostólica. A este respecto, el Concilio Vaticano II afirma: “Los Obispos, pues, recibieron el ministerio de la comunidad con sus colaboradores, los presbíteros y diáconos, presidiendo en nombre de Dios la grey, de la que son pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno. Y así como permanece el oficio que Dios concedió personalmente a Pedro; príncipe de los Apóstoles, para que fuera transmitido a sus sucesores, así también perdura el oficio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ejercer de forma permanente el orden sagrado de los Obispos. Por ello, este sagrado Sínodo enseña que los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió (cf. Lc 10,16) (LG, 20). Por ello, os invito a participar de la Celebración de ordenación que tendrá lugar en la catedral el sábado seis de abril a las once de la mañana.

3. Ya el fin de semana siguiente entraremos en la Semana Santa mediante la celebración del domingo de Ramos. Jesús entra en Jerusalén para celebrar la Pascua definitiva. Es un misterio de luz y de sombras, de aclamación y de negación. Ya en la unción de Betania, se había significado de modo profético la unción del cuerpo en atención a su Pasión. Será también el don definitivo del Espíritu que nos disponemos a recibir y que va a transformar definitivamente nuestras vidas, nuestra Iglesia, el mundo y el cosmos. Jesús quiere entrar también humildemente en nuestras vidas. Sabemos de nuestro amor y de nuestras negaciones, del entusiasmo y también de derrotas… Entrando en nuestras vidas nos invita a nacer del agua y del Espíritu.

4. El Jueves Santo es un día intenso. Por la mañana, como preparación a iniciar por la tarde el Triduo Pascual, nos reuniremos para celebrar la Misa Crismal. Somos un pueblo santo, ungido por el Señor y enviado para dar la buena noticia a los pobres y para ungirles con un perfume de fiesta. En esta Eucaristía bendeciremos los óleos con los que van a ser ungidos los recién bautizados, los confirmandos, las manos de los presbíteros y la cabeza de los obispos, los altares y las iglesias. También consagraremos el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos, que les llevará fuerza, consuelo y esperanza en los momentos de debilidad y enfermedad.

5. Y ya por la tarde celebraremos durante tres días el Santo Triduo Pascual. Aunque dividido en tres celebraciones, durante tres días, constituye unitariamente la Pascua, el “paso” de la muerte a la vida, de morir a la viejo y caduco para renacer a la vida eterna. A partir de esta celebración, durante cincuenta días nos sumergiremos en el tiempo pascual, donde iremos rememorando la infinita misericordia de Dios con nosotros, las maravillas que realiza en favor nuestro y la llamada a colaborar en la extensión y crecimiento de Reino de Dios. Son tiempos intensos, profundos, de gran significado para nuestra vida, de llamada sincera a nacer de nuevo que culminará con una nueva efusión del Espíritu el día de Pentecostés, que sellará el infinito amor de Dios para cada uno de nosotros. Os invito a sumergiros en este tiempo dejándoos penetrar por el Espíritu, permitiendo que Él nos transforme y haga de nosotros criaturas nuevas y de la creación el mundo nuevo del Reino de Dios. Nos acogemos a la intercesión materna de la Virgen María. Con gran afecto.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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