Muy queridos hermanos y hermanas.
Celebramos hoy esta fiesta de la Ascensión del Señor. El verbo de Dios, el Hijo, tomó nuestra carne,
se hizo esclavo, nos dice San Pablo; “Bajo hasta la profundidad de nuestra
existencia”, pero precisamente para acogerla y llevarla a una plenitud. Hay un rasgo en la Pasión del Señor que
relatan los evangelistas, que a veces la leemos un poco de corrida y no caemos
en la importancia que tiene, habéis escuchado más de una vez que cuando Jesús muere en la cruz, dice que, el
velo del templo se rasgó. Y esto que
significa, tiene una significación muy importante, en el templo de Jerusalén
según la liturgia judía, el pueblo entraba los días que podía entrar, pero
había un lugar que estaba cubierto por un velo, en el que solo entraba el sumo
sacerdote alguna vez al año, según disponía la ley de Moisés escrita en el
libro del Levítico, era el Santa Santorum, donde Dios habitaba y donde el
pueblo no podía entrar, únicamente entraba el sumo sacerdote cuando le tocaba,
después de grandes abluciones y grandes asuntos. Pero dice el evangelista; “Se rasga el velo
del templo”, por qué, porque ya podemos entrar, se nos ha abierto la puerta, y
luego dirá el autor de la carta a los hebreos; “Nuestra vida tiene una
esperanza que es como un ancla”, y donde está anclada, valga la redundancia, éste
ancla, en el cielo, como si fuera el fondo del mar, pero es el cielo, es decir,
agarrados a ése ancla llegamos al cielo, llegamos a una eternidad y a una
plenitud.
Curiosamente el Papa Benedicto escribió hace ya
tiempo, todavía no era Papa, un libro que se llama; “Mirar a Cristo, ejercicios
de fe esperanza y caridad”, y cuando habla de la esperanza dice algo muy
importante, distingue entre el optimismo de las ideologías y la esperanza
cristiana, dice; “Lo que es ideológico es el espíritu del mundo, donde la
divinidad es la propia historia, la historia avanza y se desarrolla y en su
propio fin”. De acuerdo, pero yo no solo
quiero que viva la humanidad, quiero vivir yo, no solo la humanidad, yo
necesito vivir, y necesito amar y ser amado y por una eternidad, no me bastan
80 años, porque mi corazón tiene una anchura y profundidad infinitas, necesita
del infinito. Por eso decía Raztinger;
“La esperanza cristiana es Dios”, su poder y su amor no anula lo humano, no
anula que nosotros pongamos todo de nuestra parte, ahí están los científicos
buscando una vacuna, ahí están los que nos gobiernan, para ver cómo salimos de
la crisis, bien, pero necesitamos todavía mucho más. Me comentaba un biólogo que iba a ver un animal
microscópico que solo ve en dos dimensiones en lo profundo y en lo ancho, no ve
en lo alto, y a veces el hombre de hoy solo ve dos dimensiones, no ve la
dimensión de la eternidad, no ve la profundidad de Dios, en último término la
dimensión definitiva. Y eso celebramos hoy, el día de la Ascensión, Él nos ha
abierto la puerta, y por eso ha dicho en la oración que hemos hecho en la misa
de hoy; “Donde está nuestra cabeza también los miembros de su cuerpo esperamos
llegar, porque el Señor ya está en la plenitud y nos arrastra con Él”. De hecho esas frases tan consoladoras de Jesús
que no entendían los apóstoles, después de la última cena tuvo un larguísimo
coloquio con ellos, les decía; “Me voy”, y ellos decían; “No sabemos dónde vas,
como te podemos seguir”, “Donde yo voy
no podéis venir, yo vendré a buscaros”, dice algo tan hermoso; “Porque yo
quiero que donde yo estoy estéis también vosotros, que estéis siempre conmigo,
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, para llevaros a
una eternidad y a una plenitud”. Y es la fiesta hermosa y llena de esperanza
que hoy celebramos.
Hemos visto fallecer a muchos hermanos queridos,
muchos solos en el hospital, no se puede ir a acompañarles, no hay nada más
triste que morirse solo, y que angustia la de los familiares, un familiar,
padre, esposa, esposo, hijo, falleciendo y no se puede ir, pero Dios está con
él, pero Dios le ha acompañado, pero Dios le ha abrazado, pero Dios se lo ha
llevado con Él, donde el virus no nos dejaba entrar, el Señor ha estado y le ha
dado la eternidad y el abrazo definitivo del cielo, y esa es la esperanza
cierta y verdadera.
Celebramos hoy estas bodas, aniversarios, de muchos
matrimonios, que habitualmente lo hacemos siempre el último viernes del mes en
la basílica de Begoña, pero muchos matrimonios son de mucha edad y había
dificultades, y he dicho vamos a hacerlo en la catedral. Muchos os estáis uniéndoos por medio de la
televisión y de la página web de la diócesis, otros habéis podido venir y
estáis aquí con nosotros, yo os indicaría un hermoso párrafo que el Papa
Francisco os escribe en su exhortación amoris
laetitia, el dice; “En la historia de un matrimonio, la apariencia física
cambia”, cuando uno mira los delegados de familia Fran y Toñi que están aquí en
la celebración, han hecho un vídeo muy hermoso que aparece la foto del día que
se casaron, y la foto 50, 70 años después, la apariencia física cambia sin
lugar a dudas, dice el Papa; “Pero esto no es razón para que la atracción
amorosa se debilite”. Aunque has
cambiado físicamente quizá ya no eres físicamente algo espectacular como cuando
uno tiene 20, 25 años, pero la atracción amorosa no se debilita, dice; “Porque
alguien se enamora de una persona entera, no solo de un cuerpo, sino de toda la
identidad, de dones mucho más grandes que trascienden del propio cuerpo, de la
propia corporalidad”, y dice; “Cuando los demás ya no pueden reconocer la
belleza de la identidad”, y a veces con cierto desprecio mira que feo, mira qué
no se qué, bien cuando ya no pueden reconocer la belleza; “El cónyuge enamorado
sigue siendo capaz de percibirla con el amor y el cariño no desaparece”. Me
contaba una señora que falleció, padres de un compañero mío de medicina, que
falleció de cáncer con muchos años, estuvo en coma muchos días, cuando abrió
los ojos y vio a su mujer antes de fallecer, le dijo que hermosa eres, qué
guapa eres. Porque el amor ve la belleza
de la persona mucho más que los rasgos físicos, es capaz de percibir con el
amor y el cariño no desaparece, reafirma su decisión de pertenecerle, lo
reafirma, la vuelve a elegir. Yo por eso
queridos matrimonios que hoy celebráis este día, volveros a elegir una vez más,
cada día volveros a elegir, y expresa esa elección en una cercanía fiel y
cargada de ternura. La ternura es
precisamente el amor que se vuelca ante la debilidad, cuando empiezan a fallar
las fuerzas, a fallar la memoria, cuando estamos un poquito más encorvados,
cuando en los análisis empiezan a aparecer estrellitas, bueno, cargado de
ternura, ese es el amor hasta la eternidad, porque el amor siempre aspira a la
eternidad.
Hoy damos gracias al Señor por estos matrimonios, que
renueven hoy ese amor y esa felicidad de Dios en sus vidas, vamos a orar por
ellos y vamos a bendecir una vez más su amor. Por eso hoy los que estáis en vuestras casas y
no habéis podido venir, pues os animo a cogeros de las manos, no sé si aquí
habéis venido algunos matrimonios, os podéis poner en pie, también cogeros de
las manos, porque como vivís juntos podéis cogeros de las manos, no estamos
traspasando ninguna regla sanitaria porque vivís juntos, pues vamos a bendecir.
“Que señor bendiga siempre vuestro amor para que seáis testimonio de su amor y
fidelidad, os doy de su parte, de parte de Dios la bendición, también para
vuestros hijos y para toda la familia”.
Oremos; “ Por eso te alabamos y te bendecimos o Dios, creador de todas
las cosas, que al principio creaste al hombre y a la mujer, para que formaran
una unidad de vida y de amor, también te damos gracias porque te dignaste en
bendecir la unión familiar de tus hijos, de Vicente y Josefa en su 71
aniversario de matrimonio, Demetrio e Isabel, José y Dolores, Félix y Amparo en
su 60 años de matrimonio, Pedro Enrique y María en su 59 aniversario, las bodas
de oro de Esteban y Begoña, Iván y Conchi, Manolo y María, Armando y Emilia,
Antonio y Carmen, José Antonio e Isabel, en sus 29 años Gonzalo e Izaskun, en sus
25 años Tito y Ana, Mario y Marian, Marco Antonio y Virginia, y todos los demás que hoy celebran este
aniversario, que sean imagen de la unión de Cristo con su iglesia. Tú que los
has mantenido unidos por el amor en sus penas y alegrías míranos hoy con
benevolencia, renueva y santifica su alianza nupcial, acrecienta su amor,
fortalece su vínculo de paz, para qué junto con sus hijos y los nietos que Tú
les has dado, gocen siempre de tu esperanza y de Tu bendición. Por Jesucristo
Nuestro Señor”.
Con el agradecimiento por vuestro testimonio y la
bendición del señor en este día nos ponemos en pie y juntos hacemos la
profesión de nuestra fe.
Que así sea
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao