VI DOMINGO DE PASCUA
Muy queridos hermanos y hermanas.
Este domingo es un tiempo donde la iglesia pide el don
definitivo y pleno de la Pascua, que es el Espíritu Santo. La iglesia en estos 10 días que median entre
la Ascensión y Pentecostés, se postra para pedir el don del Espíritu Santo. Y por qué lo hace, porque necesita de la
presencia de Dios, la presencia real de Dios. Es lo que Jesús les dice a sus apóstoles
después de la última cena, tiene un largo diálogo con ellos, que el apóstol San
Juan va relatando en su Evangelio, y hoy hemos visto un fragmento de ese relato
dice; “Mirad yo me voy, tengo que volver a la casa del Padre”. Y bien sabía que la ausencia del ser querido
siempre genera tristeza, bien lo sabemos todos, cuando nos falta un ser querido
nuestro corazón no está pleno, nuestro corazón tiene un hueco de la persona que
falta, lo hemos experimentado estos días, que durante dos meses largos quizás
no hemos podido ver a seres queridos físicamente, y nosotros no nos hemos
podido reunir físicamente, y el Señor lo sabe y dice; “Yo me marcho pero voy a
volver de otra manera, voy a enviaros el Espíritu Santo”; “El Espíritu Santo
hace que el Padre esté en mí y yo en vosotros”. Es un misterio ciertamente, pero es una
realidad; “Os voy a enviar el Espíritu Santo”.
Yo diría como tres elementos de este envío del
Espíritu Santo con un cuarto corolario.
Primero nos ha dicho quién es el Espíritu, nos ha dicho es el Espíritu
Paráclito, palabra griega que significa quien defiende, quien acompaña, quien
fortalece, quien consuela, por eso cuando se traduce al castellano, pues
algunos traducen consolador, Espíritu consolador, otros defensor, otros presencia,
porque es una palabra difícil de traducir, Espíritu Santo Paráclito, el
Paráclito es el que está, fortalece, compaña, arropa, vivifica. El Espíritu Santo Paráclito, nos ha dicho Espíritu
de verdad, Espíritu de vida, por eso
vosotros viviréis con el Espíritu, Espíritu de amor, y me veréis. El amor siempre es capaz de ver de un modo nuevo, nos
acordamos de los discípulos de Emaús, Jesús con ellos, pero no eran capaces de
verlo. El Espíritu Santo nos capacita
para ver a Dios en nuestra vida, cuánto necesitamos de este Espíritu para que
nos haga ver de un modo nuevo nuestra realidad, para que no sintamos consolados
y acompañados por Él, para que nos demos cuenta de la presencia de Dios en
nuestra vida o enviare el Espíritu Santo de vida, de amor, de verdad,
consolador, defensor. Pero un Espíritu
que no solo es para vosotros, es para que lo derraméis al resto del universo, el
Espíritu a través de nosotros quiere llegar a todo el universo, somos
consolados para consolar, somos defendidos para defender, somos amados para
amar. El espíritu Santo transforma la
creación a partir de nuestro corazón, transforma nuestras familias, transforma
las relaciones sociales, transforma el mundo. El espíritu consolador para consolar, defensor
para defender, Espíritu que es amor para amar.
Y el Señor nos ha hablado un poco de la gramática del
amor, nos ha dicho; “Si me amáis guardaréis los mandamientos”, porque los
mandamientos establecen un perímetro fuera del cual no hay amor, el que roba no
ama, el que miente no ama, el que violenta a los demás no ama, el que codicia
los bienes de los demás no ama, es un perímetro. Hoy en día que quizás el amor se ha vuelto una
palabra un tanto vaporosa, capaz de justificarlo todo, el Señor nos dice; “El
amor tiene una gramática, tiene un modo de actuar verdadero”, la verdad del
amor. Curiosamente os acordáis que San
Pablo decía; “Veritas in caritate”, la verdad en el amor, y Benedicto XVI hizo
un juego de palabras para su última encíclica; “Cáritas in veritate”, la
caridad en la verdad, verdad y caridad, verdad y amor se iluminan mutuamente.
Hoy celebramos la Pascua del enfermo, cuánto necesitan
nuestros enfermos esta defensa, este consuelo, esta fortaleza, esta compañía,
este amor, por eso pidamos hoy ya adelantándonos al domingo de la Ascensión,
ven Espíritu Santo Paráclito, defensor, consolador, ven de modo particular
sobre los enfermos y los ancianos, los que estos días viven sin esperanza, los
que viven preocupados por un futuro ciertamente difícil, ven, muéstranos la
verdad, danos tu vida, consuélanos y fortalécenos, y haznos que seamos capaces de
amarnos, ayudándonos mutuamente, consolándonos mutuamente, edificando ese reino
de Dios, que con su Resurrección quiere instaurar en medio de nosotros.
Lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen
María.
Que así sea.
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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