DOMINGO DE LA SANTÍSIMA
TRINIDAD
Muy queridos hermanos y hermanas.
En esta fiesta de la Santísima Trinidad y día de la
vida contemplativa, quisiera compartir tres reflexiones y cada una con un
pequeño resumen o corolario práctico, porque quizás hablar de Dios nos puede
parecer como algo muy lejano, como dirían así coloquialmente, como hablar del
sexo de los ángeles, pues mire yo estoy ahora con el coronavirus confinado, sin
trabajo, con un HERTE, con los hijos que no sé qué van a hacer, bueno pues Dios
me pilla como muy lejos, pero esto es una visión realmente corta, incluso
errónea de la realidad.
Hoy se nos recuerda que Dios es comunión de personas,
comunión de amor, que nos ha creado por amor. Y quisiera exponer una
consecuencia práctica de esto, Dios es comunión de personas, y nosotros somos
imagen y semejanza de Dios, llamados a vivir en comunión de personas, y lo
hemos echado de menos estos días cuando hemos vivido solos, o cuántas personas
mayores que estaban solitas en sus casas, o en los hospitales, incluso
muriéndose solos, y nos damos cuenta de que hay un déficit de humanidad, porque
estamos hechos para la comunión, por ser imagen y semejanza de Dios, la soledad
nos hace daño. Como decía el libro del Génesis
nada más empezar; “No es bueno que el hombre esté solo”, le hace daño, porque
somos imagen y semejanza de Dios, cuánto tenemos que cuidar de los demás, huir
de la soledad y ayudar a los que viven solos a salir de ella, porque la soledad
daña. Somos imagen de Dios comunión de
personas, imagen de Dios comunión de amor. No solo se trata de estar juntos, como las
bolas de billar en la mesa, se trata de amarnos, es decir de entregarnos, los
teólogos cuando explican cosas de Dios, siempre de modo muy deficiente porque,
claro, comprender a Dios, nos dicen que las personas son relación, están
dándose a las demás personas, amar significa darse, no solo estar juntos,
darse, donarse, servir, preocuparse los unos de los otros. Y además como digo, venimos de ese amor de Dios
que es creador, el amor siempre genera vida, y todos tenemos la experiencia que
cuando somos amados nuestra vida crece, vive como una especie de plenitud, como
un gozo, una redundancia, nuestra vida crece en el amor, cuando no somos amados
nuestra vida se empequeñece, se apaga; ¿por qué?, porque en último término
somos imagen de Dios, por eso necesitamos estar juntos en comunión, por eso
necesitamos amarnos, y por eso cuando somos amados y amamos nuestra vida se expande,
Dios tiene todo que ver con nosotros, somos imagen suya.
Por eso la segunda idea es; como hemos visto que
Moisés sale al encuentro del Señor, dice; “De madrugada se puso en camino a
subir al Monte Sinaí, de madrugada nos está diciendo, lo primero lo más
importante, que el Señor nos dejó los Diez
Mandamientos, pero yo diría que hay un Mandamiento
previo, cuando dice precisamente en la Escritura; “ Shemá Israel, escucha
Israel, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda la mente”, ese es
el primer mandamiento, pero no porque alguien te mandé hacerlo, sino porque
necesitas hacerlo, porque solo en Él se encuentra el sentido último de todo, la
raíz de toda la existencia está en Él. Moisés
sube al monte con las tablas de la ley y dice que Dios se le revela, Dios se le
muestra quién es, El Señor, Señor rico en clemencia, ten misericordia, en
lealtad, un Dios que se inclina sobre nosotros con amor para abrazarnos,
acogernos y llevarnos a una plenitud, y la respuesta conmovedora de Moisés; “Señor
sé que somos un pueblo de dura cerviz, somos cabezones, pero acompáñanos, acompaña
a tu pueblo, acompaña nuestra vida. Y
sería la petición de hoy; mira ese dichoso microscópico virus como nos ha
zarandeado, como no ha descabalgado, acompáñanos, aunque somos un pueblo de
dura cerviz, cabezones, tercos, pero Tú eres misericordia, lealtad, bondad, acompáñanos.
Y es lo que pedimos hoy, y no solo acompáñanos, porque
así acompañándonos, revelándote cómo eres nos das vida, que es lo que nos ha
dicho Evangelio de hoy, Jesús dice; “Yo he venido para que tengáis vida, la
tengáis en abundancia”, dice; “Porque yo no he venido a juzgar al mundo, ni a
condenar al mundo”, dice; “El mundo ya está condenado”, es decir; “El mundo se
muere si no estoy yo, se muere”. Es verdad que alargamos la vida, yo diría
alargamos la vejez, vale, hasta 100 años, 150 vale y 200 que; “Yo he venido
para que tengáis vida la que yo doy, no la vuestra que es pequeñita con
minúscula, yo soy la vida mayúscula”, por eso se dirá en la Eucaristía; “Yo soy
el pan de vida, quien no come de este pan no tiene vida en él, quien come de
este pan vivirá para siempre”, por eso la Eucaristía es el Pan de Vida, dirían
los padres de la iglesia; “El fármaco de la inmortalidad”, todos queremos
inventar ese fármaco que alarga la vida, ya hemos visto los antioxidantes que
son capaces de controlar el cáncer, ahora investigamos contra el virus, genial,
maravilloso, pero mi vida necesita más, infinitamente más; “Yo soy la vida,
vengo para que tengáis vida, quien cree en mí, quien se agarra a mí, tiene vida”.
Y la tercera y última reflexión, hoy celebramos el día
de la vida contemplativa. La vida
contemplativa nos recuerda que nuestra morada definitiva no es esta tierra, que
tengamos cierta distancia de las cosas. Siempre recuerdo que Santa Teresa de
Jesús, a sus monasterios los llamaba los palomares, donde la paloma se posa,
pero tiene que volar, no es para estar en el palomar sino para volar al
infinito. Por eso hay que tener cierta
distancia de las cosas, amar a la gente, amar a las personas, amar lo que
hacemos, pero con cierta distancia, yo siempre pongo un ejemplo de los Obispos,
gobiernan una iglesia, son por así decir el factótum de la iglesia, cuando te
jubilas, esperando a ver si alguien te llama a dar un retiro, ya no eres nada,
a ver si alguien te llama, en vuestro trabajo, factótum del trabajo, te
jubilaste, cena, placa, despedida, agur; no pongamos el corazón, Señor que
tenga la libertad hasta de ser Obispo, perdonar que haga referencias
personales, porque llegará un día que estaré jubilado en mi casa a ver si las
monjitas me llaman para que les dé un retiro. Solo Dios es el centro último definitivo de la
vida, las maletas siempre preparadas, por eso cuando llega la muerte, solo nos
hace daño si nos roba lo que no hemos entregado todavía, entonces nos arranca y
lleva un trozo de carne del corazón, siempre ligero de equipaje, si uno va
entregando su vida, va entregando todo a Dios cuando llega ese momento lo tengo
ya todo entregado, solo me queda entregarme ya definitivamente a Dios, que es
la vida plena, la vida para siempre. Por
eso los monasterios contemplativos, a veces decimos, y para qué sirven las
monjas hay metidas y qué harán todo el día, nos recuerdan que estamos aquí de
paso, nos recuerdan que la plenitud es Dios, anticipan lo que es el cielo,
anticipan lo que es la vida definitiva.
Por eso hoy pidamos al Señor, Señor que yo centre mi
vida, ciertamente que ame lo que hago con pasión, ame a las personas, mis tareas,
me entregue totalmente a ello, pero Señor el corazón siempre en ti, y el
corazón es en lo que siempre va a estar, el corazón es lo que me genera vida, y
lo que me enseña a amar, y lo que me enseña a darme, que eres Tú, aunque soy yo
de dura cerviz acompaña mi vida, dame esperanza, que yo aprenda de ti a amar a
los demás, y que después de este camino que pasa muy rápido, pueda descansar
para siempre en ti, en la compañía de los Ángeles, la Virgen y los Santos, en
la compañía de los que he querido y los
que me quieren, que junto a ti reposan para siempre.
Pedimos hoy al Señor que nuestra vida esté siempre
sentada en el amor de Dios, que Él sea el sentido de todo. Así lo pedimos hoy por intercesión de la Virgen
María, rezando de modo particular por los monasterios de clausura y ayudándonos
es lo que pueden, también estos días ellos han sufrido confinamiento, gracias a
Dios no ha entrado en los monasterios de clausura el virus, pero han estado
rezando por nosotros pendientes de nosotros, que el Señor les pague ese
servicio y que nosotros también oremos por todos ellos.
Que así sea
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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