En defensa de un trabajo digno para todas las personas
Todos los años la Iglesia Católica promueve la “Iniciativa por el
Trabajo Decente” apoyando el esfuerzo de los sindicatos y otras asociaciones
para que el trabajo reúna las condiciones necesarias que aseguren una vida
digna para las personas que lo realizan y para sus familias.
Con la celebración en nuestra diócesis de esta “Jornada por el
Trabajo Digno”, queremos subrayar, aún más, la trascendencia que tiene el
trabajo para el desarrollo de todas las personas. El trabajo humano es más que
el empleo y tiene un valor mayor que el salario percibido por realizarlo. El
trabajo configura nuestras relaciones y contribuye al desarrollo de la
sociedad; nos da identidad y reconocimiento social. Cuando nos vemos obligados
a realizar trabajos en condiciones indignas, es nuestra dignidad la que sufre.
El mantenimiento y la promoción del empleo es siempre un problema
complejo. Para cierta visión economicista, el trabajo es mera mercancía. En
esta perspectiva aparecen desafíos preocupantes: la robotización, el
tele-trabajo y nuevas técnicas de producción, amenazan con sustituir la mano de
obra humana por máquinas eficientes. Lo que en su momento fue motivo de
esperanza, de posible reducción de jornada y mejora de condiciones laborales,
está resultando en mayor precariedad y en una mayor proporción de población con
dificultades para acceder al empleo de calidad.
La economía humanista nunca pierde de vista el valor de la
integración comunitaria. No es justo que el progreso se haga a costa de los
pobres o que resulte en mayores tensiones sociales. Ahora que las vacunas nos
permiten pensar en un futuro cercano donde puedan mejorar las condiciones
sociales y económicas, es importante que sindicatos, organizaciones
empresariales e instituciones políticas hagan lo posible para evitar que la
vuelta a la normalidad tenga como efecto secundario un aumento de la
precariedad y del paro.
Las instituciones públicas en los países europeos, han arbitrado
sistemas de protección que amortiguan los efectos sociales de la crisis
económica subsidiando los empleos. Es una iniciativa importante. Pero cuanto
antes será necesario restablecer los empleos de calidad porque como dice el
Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, “el trabajo es una dimensión
irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan,
sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones
sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable
en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo” (nº
162).
Gracias al trabajo colaboramos en el perfeccionamiento de este
mundo creado y salvado por Dios y podemos fortalecer esa vida fraterna que
Cristo defendió y por la que murió. Esto no solo se realiza mediante empleos
remunerados. Lo están haciendo también muchas personas que prestan de forma
voluntaria servicios esenciales de cuidado en los hogares o colaboran en
asociaciones culturales, deportivas o religiosas, contribuyendo así al
bienestar del conjunto de la comunidad. Todos esto lo celebramos agradecidos
cada domingo al compartir el pan, el vino, que se convierten así, en alimento
que sustenta la vida de todos.
El Papa Francisco ha puesto este año tan complejo bajo la tutela
de San José, el carpintero de Nazareth. En su carta apostólica “Patris corde,”
dice que “en nuestra época actual, es necesario, con una conciencia renovada,
comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo
es un patrono ejemplar” (nº 6).
Sintiéndonos bajo la protección de este santo universal, le
encomendamos nuestra Jornada diocesana y los esfuerzos de tantas personas e
instituciones empeñadas en conseguir que el trabajo sea reconocido y valorado
como una dimensión esencial y multifacética de la vida humana.
+Mons. Joseba Segura Etxezarraga
Obispo Administrador Diocesano
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