La Diócesis de Ávila dio inicio al Congreso por los 50 años de la proclamación de Santa Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia con una Misa inaugural en el convento de la santa, en la que se leyó una carta enviada por el Papa Francisco al Obispo, Mons. José María Gil Tamayo, con motivo de la efeméride.
El Pontífice recordó en su carta que Santa Teresa de Jesús “fue la primera mujer en recibir” el título de doctora de la Iglesia, en reconocimiento por “el precioso magisterio que Dios nos ha regalado en sus escritos y en el testimonio de su vida”.
Aseguró que “a pesar de los cinco siglos que nos separan de su existencia terrena, la llama que Jesús encendió en Teresa sigue brillando en este mundo siempre necesitado de testigos valientes, capaces de romper cualquier muralla, sea física, existencial o cultural”.
También destacó que “su arrojo, su inteligencia, su tenacidad, a los que unió una sensibilidad para lo bello y una maternidad espiritual hacia todos aquellos que se aproximaban a su obra, son un ejemplo eximio del papel extraordinario que la mujer ha ejercido a lo largo de la historia en la Iglesia y la sociedad”.
El Santo Padre recomendó seguir acercándose a los escritos de Santa Teresa de Jesús, porque “tenerla como amiga, compañera y guía en nuestro peregrinaje terrenal confiere seguridad y sosiego al alma”.
“Su ejemplo”, aseguró, “no es sólo para aquellos hermanos y hermanas nuestros que sienten la llamada a la vida religiosa, sino para todos los que desean progresar en el camino de purificación de toda mundanidad, y que conduce al desposorio con Dios, a las elevadas moradas del castillo interior”.
Por último, el Papa Francisco destacó la gran devoción que Santa Teresa tenía por San José: “Lo tomó como maestro, abogado e intercesor; a él se encomendaba, teniendo la certeza de que recibía las gracias que le pedía”.
“De su experiencia animaba a otros a que hicieran lo mismo. Tal fue su devoción que, con motivo de sus fundaciones, recorría las tierras de Castilla y de Andalucía acompañada por la imagen de San José”.
“Los santos siempre van de la mano, y nos sostienen por la confianza puesta en su intercesión”, concluyó el Santo Padre.
Biografía de Santa Teresa
Santa Teresa de Jesús nació en la ciudad castellana de Ávila el 28 de marzo de 1515 en el seno de una familia de origen hidalgo. Sus padres eran Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila de Ahumada.
De hecho, su nombre, antes de tomar los hábitos, era Teresa Sánchez de Cepeda y Dávila de Ahumada. Lo cambió por el de Teresa de Jesús al hacerse religiosa.
Ya siendo niña dio muestras de una profunda espiritualidad, aunque al principio rechazaba la idea de ser religiosa.
Ella misma cuenta en su primera obra, el “Libro de la Vida”, cómo cuando tenía 6 años se fugó de casa junto a su hermano Rodrigo para llegar a tierras musulmanas y buscar allí el martirio. La huida no llegó muy lejos pues, cuando aún estaban a poca distancia, su tío los interceptó y los llevó de vuelta a casa.
Cuando tiene 13 años, fallece su madre y su padre la interna en el Colegio de Gracia, de las agustinas, en 1531. En 1535, tras un proceso de discernimiento, descubre su vocación religiosa e ingresa en el convento de la Encarnación, en Ávila, a pesar de la opinión contraria de su padre.
Pero la enfermedad se cruzará en su camino y en 1537 debe abandonar el convento para poder recibir cuidados médicos. Una vez que cura de su enfermedad regresa al convento de la Encarnación en 1539 con serias secuelas que la dejan prácticamente inválida durante tres años.
Pocos años después, en 1544, fallece el padre de Teresa. Después de diez años apacibles en el convento, comienza a recibir revelaciones sobrenaturales muy explícitas en la cuaresma de 1554. Teresa tenía entonces 39 años. Su primera experiencia mística tuvo lugar orando intensamente ante un Cristo cubierto de heridas.
De las visiones y revelaciones que recibe, le causó gran desconcierto la visión del infierno, por su realismo extremo. La experiencia de haber percibido el infierno como era, le llevó a tomar una decisión: descontenta con la relajación con que se vivía la regla del convento, se propuso reformarla e iniciar una serie de fundaciones.
Con grandes dificultades, muchas veces burocráticas o por falta de compromiso de los obispos, inicia a fundar conventos en los que se viva la regla del Carmelo con rigor. El primero, el Convento de San José de Ávila. Esa labor aparece recogida en otra de sus grandes obras literarias, el “Libro de las Fundaciones”.
El cambio, que Teresa asume con obediencia, le causa gran pesar. Deja la austeridad de su pequeño convento de San José, donde podía vivir la regla del Carmelo como Dios le pedía que debía vivir, por las comodidades casi palaciegas del Convento de la Encarnación.
Pero entonces recibe una nueva revelación en la que Dios le pide que tenga confianza y que no desfallezca. Un año después de abandonar su convento, regresa a San José e inicia una gran actividad de nuevas fundaciones, de administración de la orden y de actividad literaria.
Su profunda vida espiritual queda reflejada en otra de sus grandes obras, una de las obras cumbres del misticismo castellano, “Camino de Perfección”, donde deja por escrito reflexiones y consejos para la vida contemplativa, además de una conocida meditación sobre la oración del Padrenuestro.
En total, a lo largo de su vida, Teresa fundó 17 conventos. A los tres libros ya citado, “Libro de la Vida”, “Libro de las Fundaciones” y “Camino de Perfección”, hay que sumar un cuarto: el “Libro de las Moradas”.
En el “Libro de las Moradas”, Santa Teresa explica el camino de fe para llegar a la plena comunión con Dios por medio de un camino en el que el cristiano debe ir haciendo una serie de etapas para entrar de morada en morada hasta la morada definitiva de Dios.
Santa Teresa de Jesús falleció en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582, fue beatificada por el Papa Pablo V en 1614 y canonizada por Gregorio XV en 1622. El Papa Pablo VI la nombró doctora de la Iglesia en 1970.
(publicado en ACIPRENSA)
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