En esta semana de pascua, según la liturgia,sigue siendo domingo de resurrección. Presentamos tres artículos del Papa
- Los dos primeros sobre la pascua.
- El tercero sobre la demostración del cariño del papa por los presos en roma.
Domingo de Pascua: El anuncio de Dios siempre es una sorpresa, dice el Papa
En esta semana de pascua, según la liturgia,sigue siendo domingo de resurrección. Presentamos tres artículos del Papa
- El tercero sobre la demostración del cariño del papa por los presos en roma.
Domingo de Pascua: El anuncio de Dios siempre es una sorpresa, dice el Papa
El Papa Francisco presidió la Misa de la Pascua de Resurrección ante miles de personas en la Plaza de San Pedro e improvisó una homilía en la que destacó 3 aspectos de la resurrección: la sorpresa, las prisas, y en qué afecta a cada uno.
Francisco habló del anuncio de la resurrección que “desde los primeros tiempos de los cristianos iba de boca en boca. Era el saludo: ¡Cristo ha resucitado!”.
“Los anuncios de Dios son siempre sorpresas, nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Y así, desde el inicio de la historia de la salvación, desde nuestro padre Abraham, te sorprende”, explicó.
“Y la sorpresa –continuó– es eso que te conmueve el corazón, que te toca allí donde no te lo esperas. Por decirlo un poco con el lenguaje de los jóvenes, la sorpresa es un 'golpe bajo'” porque “no lo esperas”.
Sobre la prisa, mencionó a las mujeres que fueron corriendo a decir “hemos encontrado esto”. “Las sorpresas de Dios nos ponen en camino rápidamente, sin esperar. Y así corren, para ver… y Pedro y Juan corren. Los pastores en la noche de Navidad corren….”.
El Papa dijo entonces que “es importante caminar, correr, para ver esa sorpresa, ese anuncio. También hoy sucede en nuestros barrios, en los pueblos, cuando pasa algo extraordinario la gente corre a ver”.
Por tanto, “ir con prisa”. “Las sorpresas, las buenas noticias, se dan siempre así: de prisa” y “en el Evangelio hay uno que se toma un poco de tiempo, no quiere arriesgarse, pero el Señor es bueno, lo espera con amor: es Tomás”.
Pero, “¿y yo qué?”, preguntó el Papa. “¿Tengo el corazón abierto a las sorpresas de Dios, soy capaz de ir deprisa, o siempre estoy con esa cancioncita ‘mañana veré, mañana, mañana…?’”.
“¿Qué me dice a mí la sorpresa?”, invitó a preguntarse. “Juan y Pedro fueron corriendo al sepulcro. Juan, dice el Evangelio, creyó. También Pedro creyó, pero a su modo, con la fe mezclada un poco con el cargo de conciencia de haber renegado del Señor”.
Francisco añadió otra pregunta antes de concluir: “Y yo hoy, en esta Pascua de 2018, ¿yo qué?, ¿tú qué?, ¿yo qué?”.
(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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Mensaje de Pascua y Bendición Urbi et Orbi 2018 del Papa Francisco
Como cada Domingo de Resurrección, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco ofreció el Mensaje de Pascua e impartió la Bendición “Urbi et Orbi” (“a la ciudad y al mundo”).
En el Mensaje, hizo un pequeño repaso algunos conflictos actuales activos en algunas partes del mundo y subrayó que “la muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una palabra que va más allá y que solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección”.
A continuación, el texto completo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
Jesús ha resucitado de entre los muertos.
Junto con el canto del aleluya, resuena en la Iglesia y en todo el mundo, este mensaje: Jesús es el Señor, el Padre lo ha resucitado y él vive para siempre en medio de nosotros.
Jesús mismo había preanunciado su muerte y resurrección con la imagen del grano de trigo. Decía: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Y esto es lo que ha sucedido: Jesús, el grano de trigo sembrado por Dios en los surcos de la tierra, murió víctima del pecado del mundo, permaneció dos días en el sepulcro; pero en su muerte estaba presente toda la potencia del amor de Dios, que se liberó y se manifestó el tercer día, y que hoy celebramos: la Pascua de Cristo Señor.
Nosotros, cristianos, creemos y sabemos que la resurrección de Cristo es la verdadera esperanza del mundo, aquella que no defrauda. Es la fuerza del grano de trigo, del amor que se humilla y se da hasta el final, y que renueva realmente el mundo. También hoy esta fuerza produce fruto en los surcos de nuestra historia, marcada por tantas injusticias y violencias. Trae frutos de esperanza y dignidad donde hay miseria y exclusión, donde hay hambre y falta trabajo, a los prófugos y refugiados —tantas veces rechazados por la cultura actual del descarte—, a las víctimas del narcotráfico, de la trata de personas y de las distintas formas de esclavitud de nuestro tiempo.
Y, hoy, nosotros pedimos frutos de paz para el mundo entero, comenzando por la amada y martirizada Siria, cuya población está extenuada por una guerra que no tiene fin. Que la luz de Cristo resucitado ilumine en esta Pascua las conciencias de todos los responsables políticos y militares, para que se ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se respete el derecho humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas que estos hermanos y hermanas nuestros necesitan urgentemente, asegurando al mismo tiempo las condiciones adecuadas para el regreso de los desplazados.
Invocamos frutos de reconciliación para Tierra Santa, que en estos días también está siendo golpeada por conflictos abiertos que no respetan a los indefensos, para Yemen y para todo el Oriente Próximo, para que el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan sobre las divisiones y la violencia. Que nuestros hermanos en Cristo, que sufren frecuentemente abusos y persecuciones, puedan ser testigos luminosos del Resucitado y de la victoria del bien sobre el mal.
Suplicamos en este día frutos de esperanza para cuantos anhelan una vida más digna, sobre todo en aquellas regiones del continente africano que sufren por el hambre, por conflictos endémicos y el terrorismo. Que la paz del Resucitado sane las heridas en Sudán del Sur y en la atormentada República Democrática del Congo: abra los corazones al diálogo y a la comprensión mutua. No olvidemos a las víctimas de ese conflicto, especialmente a los niños. Que nunca falte la solidaridad para las numerosas personas obligadas a abandonar sus tierras y privadas del mínimo necesario para vivir.
Imploramos frutos de diálogo para la península coreana, para que las conversaciones en curso promuevan la armonía y la pacificación de la región. Que los que tienen responsabilidades
directas actúen con sabiduría y discernimiento para promover el bien del pueblo coreano y construir relaciones de confianza en el seno de la comunidad internacional.
Pedimos frutos de paz para Ucrania, para que se fortalezcan los pasos en favor de la concordia y se faciliten las iniciativas humanitarias que necesita la población.
Suplicamos frutos de consolación para el pueblo venezolano, el cual —como han escrito sus Pastores— vive en una especie de «tierra extranjera» en su propio país. Para que, por la fuerza de la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la acogida y asistencia a cuantos entre sus hijos están obligados a abandonar su patria
Traiga Cristo Resucitado frutos de vida nueva para los niños que, a causa de las guerras y el hambre, crecen sin esperanza, carentes de educación y de asistencia sanitaria; y también para los ancianos desechados por la cultura egoísta, que descarta a quien no es «productivo».
Invocamos frutos de sabiduría para los que en todo el mundo tienen responsabilidades políticas, para que respeten siempre la dignidad humana, se esfuercen con dedicación al servicio del bien común y garanticen el desarrollo y la seguridad a los propios ciudadanos.
Queridos hermanos y hermanas:
También a nosotros, como a las mujeres que acudieron al sepulcro, van dirigidas estas palabras: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado» (Lc 24,5-6). La muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una palabra que va más allá y que solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección (cf. Juan Pablo II, Palabras al término del Vía Crucis, 18 abril 2003). Ella, con la fuerza del amor de Dios, «ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos» (Pregón pascual).
¡Feliz Pascua a todos!
(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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Presos en Roma agradecen al Papa por “asegurarse de que no los olviden”
La Misa del Jueves Santo del Papa Francisco en una prisión en Roma fue más que un evento para los reclusos, fue una señal de que, si bien se consideran invisibles para el mundo exterior, no habían sido olvidados.
“Ayer fue un momento que creo que va a resonar a través de la prisión por lo menos durante todo el próximo año. Creo que fue un momento que conmovió a cada guardia y cada prisionero que estuvo allí ", dijo el seminarista Alex Nevitt a la CNA -agencia en inglés del Grupo ACI- el 30 de marzo.
Como seminarista, en su tercer año de teología estudiando en el Pontificio Colegio Norteamericano, Nevitt ejerce el ministerio penitenciario en la prisión Regina Coeli de Roma, donde el Papa Francisco celebró la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo.
El Papa lavó los pies de 12 reclusos y visitó la enfermería, así como la “Sección VIII” de la instalación, donde viven los presos que han cometido delitos graves o que tienen ciertas enfermedades mentales.
Después de la Misa del Papa, que conmemoraba la noche en que Jesús mismo fue arrestado, Nevitt dijo que muchos de los reclusos se conmovieron, porque esa es la “experiencia de vida que ellos conocen”.
“Estos son hombres que son olvidados fácilmente”, dijo, y señaló que en un momento un representante de la prisión habló con el Papa y le agradeció “por asegurarse de que no seamos olvidados”.
“A veces es muy fácil olvidar a los que están en prisión porque no los vemos”, dijo Nevitt, explicando que, como seminaristas, “es un privilegio” servir a los reclusos porque les ayuda a comprender mejor “dónde están los límites de la sociedad”.
Nevitt, quien es de la Diócesis de Patterson, Nueva Jersey, ha estado trabajando en el apostolado de la prisión durante dos años y medio. Está a cargo de los otros ocho seminaristas que están involucrados en el ministerio, cinco de los cuales trabajan actualmente dentro de la prisión, y tres de los cuales comenzarán en septiembre cuando terminen el entrenamiento.
Como parte de su ministerio, los seminaristas conducen estudios bíblicos y catequesis. Trabajan más directamente con reclusos de habla inglesa, la mayoría de los cuales son inmigrantes de África.
Dado que la prisión no proporciona una lista de personas de habla inglesa, los seminaristas a menudo caminan buscando personas.
Las personas con las que trabajan, dijo Nevitt, están allí por varias razones, desde inmigración ilegal hasta pequeños delitos callejeros.
Aunque no hay muchas sentencias de cadena perpetua, el tiempo real que una persona debe pasar en prisión no está bien definido, dijo Nevitt, explicando que algunas personas son de Europa o han obtenido la ciudadanía italiana legalmente, pero no tienen familia, lo que hace más difícil acceder a fianza o ser liberado.
“Escuchas algunas historias de prisioneros que no quieren escribir en sus casas porque están avergonzados de estar en prisión. Así que creo que el mensaje de perdón del Papa probablemente habló mucho con ese tipo de prisioneros, para no avergonzarse, y se les puede perdonar y seguir adelante”, dijo.
Un total de tres papas visitaron Regina Coeli, el más reciente fue San Juan Pablo II en el 2000.
La visita del Papa Francisco significó mucho, dijo Nevitt.
“Independientemente de la religión de la que provenían, estaban entusiasmados con la llegada del Papa, por lo que había una gran cantidad de energía en la prisión”, añadió.
Durante la Misa, el Papa lavó los pies de 12 prisioneros de diferentes religiones, incluidos católicos, musulmanes, cristianos ortodoxos y budistas. Los internos eran de varios países, incluidos Filipinas, Nigeria, Colombia, Sierra Leona, Marruecos, Moldavia e Italia.
Nevitt dijo que trabajan con muchos no católicos, protestantes y musulmanes, en sus estudios bíblicos. En un momento dado, habían preparado a un hombre para el bautismo, y después de ser transferido a otra prisión, ingresó en la Iglesia Católica.
Uno de los no católicos es un hombre nigeriano llamado Oladipupo, que ha estado en su estudio bíblico durante dos años y cuyos pies el Papa se lavó el Jueves Santo.
Oladipupo es un cristiano pentecostal, pero ha venido al estudio de la Biblia con regularidad, e incluso escribió una carta al Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para la Divina Liturgia y la Disciplina de los Sacramentos, después de leer su libro reciente “Dios o Nada”. Y luego recibió una respuesta del mismo Cardenal Sarah.
“Esperamos que Oladipupo pronto sea llamado a la fe católica una vez que esté listo”, dijo Nevitt, explicando que después de la liturgia de ayer, habló con Oladipupo, quien se sorprendió al ver “la humanidad del Papa, ver este hombre que es el líder de la Iglesia Católica de una manera tan humana”.
Del mismo modo, Nevitt dijo que también habló con un hombre musulmán después de la Misa del Jueves Santo, aunque no sabía que el hombre era musulmán en ese momento. El hombre había estado tan conmovido por la liturgia que había querido recibir la comunión, y ahora va a empezar a venir al estudio bíblico dirigido por los seminaristas.
Mucha gente se conmovió con la homilía del Papa, dijo Nevitt, durante la cual Francisco enfatizó el perdón, condenó la pena de muerte y les dijo a los presos que Jesús nunca los abandonaría, sino que “les daría una oportunidad”.
“A lo largo de toda la homilía, todos quedaron cautivados por cada palabra que decía el Papa, y se podía ver, incluso por un par de guardias que estaban a mi alrededor, que asentían con las cabezas”, dijo Nevitt.
El espacio en sí era muy íntimo, dijo, y señaló que la rotonda donde se llevó a cabo la Misa era pequeña y que solo un número limitado de guardias y prisioneros podían sentarse dentro del área, mientras que el resto observaba desde diferentes alas.
“Hubo ciertos momentos, especialmente cuando el Papa estaba arrodillado para lavar los pies de los prisioneros, se podía ver gente llorando”, dijo Nevitt.
“Era muy humano ver al Papa arrodillado a su edad, a veces tendría dificultades para volver a levantarse y la gente lloraba por su ejemplo de liderazgo humilde”, concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.
(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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