El Papa Francisco explica cómo alcanzar la santidad en la vida cotidiana
Durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta este martes 29 de mayo, el Papa Francisco explicó en qué consiste la santidad y cómo alcanzarla.
“La llamada a la santidad, que es la llamada normal, es la llamada a vivir como cristiano, y vivir como cristiano es lo mismo que decir ‘vivir como santo’. Muchas veces pensamos en la santidad como una cosa extraordinaria, como si consistiera en tener visiones o rezar oraciones elevadísimas. Algunos piensan que ser santo significa tener una cara de imagen religiosa. No. Ser santo es otra cosa”.
El Pontífice se preguntó: “¿Qué es caminar hacia la santidad? Pedro lo dice: ‘Poned toda vuestra esperanza en aquella gracia que se os dará cuando Jesús se manifieste’”.
Por lo tanto, “caminar hacia la santidad consiste en caminar hacia aquella gracia que viene al encuentro, caminar hacia la esperanza, permanecer en tensión hacia el encuentro con Jesucristo”.
El Papa lo comparó con cuando se camina hacia una luz y esa luz evita que se vea bien el camino: “Pero no nos equivocamos porque vemos la luz y conocemos el camino”.
Por el contrario, “cuando caminamos con la luz a la espalda, se ve bien el camino, pero en realidad delante de nosotros hay sombras, no luz”.
Para caminar hacia la santidad, continuó el Pontífice, “es necesario ser libres y sentirse libres”. En este sentido, advirtió que “hay tantas cosas que nos esclavizan…”. Por eso, Pedro “exhorta a no conformarse con los deseos de los tiempos en que vivíais en la ignorancia”.
También Pablo, en la Primera Carta a los Romanos, “recomienda no caer en los esquemas humanos, en el modo de pensar mundano, en el modo de pensar y de juzgar que te ofrece el mundo, porque eso te quita la libertad, y para andar hacia la santidad es necesario ser libres: la libertad de caminar mirando la luz, de ir adelante. Y cuando regresamos al modo de vivir que teníamos antes del encuentro con Jesucristo, o cuando regresamos a los esquemas del mundo, perdemos la libertad”.
Además, recordó cómo en el Libro del Éxodo se narra que muchas veces el pueblo de Dios se negaba a mirar adelante, hacia la salvación, y preferían mirar hacia el pasado “lamentándose y recordando la buena vida que llevaban en Egipto, donde comían cebollas y carne. En los momentos de dificultad, el pueblo regresa atrás. Pierde la libertad. Es cierto que comían cosas buenas, pero en la mesa de la esclavitud”.
“En el momento de la prueba, siempre tenemos la tentación de mirar hacia atrás, de mirar a los esquemas del mundo, a los esquemas que teníamos antes de comenzar el camino de la salvación, sin libertad. Y sin libertad no se puede ser santo. La libertad es la condición para poder caminar mirando la luz hacia adelante”.
Francisco animó a “no entrar en los esquemas de la mundanidad. Hay que caminar adelante, mirando a la luz que es la promesa, con esperanza”.
Finalmente, el Santo Padre recordó que el Señor “llama todos los días a la santidad”, y señaló dos medidas para comprobar si se avanza hacia la santidad: “en primer lugar, si miramos la luz del Señor en la esperanza de encontrarlo. En segundo lugar, si cuando llegan las pruebas miramos adelante y no perdemos la libertad refugiándonos en los esquemas mundanos”.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
I Pedro 1:10-16
10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros,
11 procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían.
12 Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os predican el Evangelio, en el Espíritu Santo enviado desde el cielo; mensaje que los ángeles ansían contemplar.
13 Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia,
15 más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta,
16 como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo.
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Catequesis del Papa Francisco sobre la importancia del sacramento de la Confirmación
Durante la Audiencia General de este miércoles 30 de mayo, el Papa Francisco destacó la importancia de la acción del Espíritu Santo en el mantenimiento de la unidad de la Iglesia, y recordó los compromisos de aquellos que reciben el sacramento de la Confirmación.
En la catequesis, el Santo Padre explicó el significado de los diferentes signos del rito de la Confirmación, y destacó la imposición de manos y el santo óleo.
“Por tradición atestiguada por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia del Bautismo se transmite por medio de la imposición de manos. A este gesto bíblico, para expresar mejor la efusión del Espíritu que impregna a quienes lo reciben, desde el principio se le ha añadido la unción del óleo perfumado, llamado crisma, que permanece en uso hasta el día de hoy, tanto en Oriente como en Occidente”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con el tema de la Confirmación o Cresimación, hoy deseo resaltar la “íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana" (Sacrosanctum Concilium, 71).
Antes de recibir la unción espiritual que confirma y fortalece la gracia del bautismo, los que van a ser confirmados están llamados a renovar las promesas hechas un día por sus padres y padrinos. Ahora son ellos mismos los que profesan la fe de la Iglesia, dispuestos a responder "creo" a las preguntas del obispo. Dispuestos, en particular, a creer "en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy os será comunicado de un modo singular por el sacramento de la Confirmación, como fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés" (Rito de Confirmación, No. 26).
Ya que la venida del Espíritu Santo requiere corazones reunidos en oración (Hechos 1:14), después de la oración silenciosa de la comunidad, el obispo, con las manos extendidas sobre los que se van a confirmar, suplica a Dios que infunda en ellos su santo Espíritu Paráclito. Uno sólo es el Espíritu, (cf. 1 Cor 12,4) pero viniendo a nosotros trae consigo riqueza de dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor de Dios (cf. Rito de la confirmación, 28-29).
Hemos escuchado el pasaje de la Biblia con estos dones que trae el Espíritu Santo. Según el profeta Isaías (11: 2), estas son las siete virtudes del Espíritu derramadas sobre el Mesías para el cumplimiento de su misión. También San Pablo describe el abundante fruto del Espíritu que es "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Gal 5, 22).
El único Espíritu distribuye los múltiples dones que enriquecen a la única Iglesia: él es el Autor de la diversidad, pero al mismo tiempo el Creador de la unidad. Así, el Espíritu da todas estas riquezas que son diversas, pero del mismo modo aporta la armonía, es decir la unidad de todas estas riquezas espirituales que tenemos nosotros, los cristianos.
Por tradición atestiguada por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia del bautismo se comunica a través de la imposición de las manos (cf. Hechos 8.15 a 17; 19.5 a 6; Heb 6,2). A este gesto bíblico, para reflejar mejor la efusión del Espíritu que impregna a los que la reciben, muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma)[1]], mantenida en uso hasta hoy, tanto en Oriente como en Occidente. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1289).
El óleo –el crisma- es una sustancia terapéutica y cosmética que, al penetrar en los tejidos del cuerpo cura las heridas y perfuma los miembros; por estas cualidades fue asumido por el simbolismo bíblico y litúrgico para expresar la acción del Espíritu Santo que consagra e impregna al bautizado, embelleciéndolo con carismas.
El sacramento es conferido mediante la unción con el crisma en la frente, efectuada por el obispo con la imposición de la mano y con estas palabras: "Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo"[2].El Espíritu Santo es el don invisible otorgado y el crisma es su sello visible.
Al recibir en la frente la señal de la cruz con el óleo perfumado, el confirmado recibe así una huella espiritual indeleble, el "carácter" que lo configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para difundir entre los hombres el "buen olor" (ver 2 Cor 2:15).
Escuchemos nuevamente la invitación de San Ambrosio al recién confirmado. Dice así: "Recuerda que has recibido el sello espiritual [...] y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón como prenda al Espíritu "(De mysteriis 7,42: CSEL 73,106; cf. CIC, 1303). El Espíritu es un don inmerecido, que hay que recibir con gratitud, dejando espacio a su creatividad inagotable. Es un don para conservar con cuidado, para secundar con docilidad, dejándose moldear, como la cera, por su ardiente caridad, 'para reflejar a Jesucristo en el mundo de hoy' (ibid.Gaudete et Exsultate, 23).
(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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