1. El Espíritu Santo renueva el universo y hace brotar
la esperanza verdadera. Es el Espíritu donado por el Padre a través del
misterio pascual del Hijo. Ya en la cruz, Jesús entrega el Espíritu al Padre:
“A tus manos encomiendo mi espíritu”. El primer día de la semana insuflará el
Espíritu en los apóstoles para que éstos, en su nombre, perdonen los pecados. Y
el día de Pentecostés este Espíritu será derramado sobre toda la Iglesia y,
desde ella, alcanzará a toda la creación.
2. Comenzamos el mes con la fiesta del primero de
mayo. Es el día de San José obrero y recordamos a todas las personas comprometidas
con el mundo del trabajo. El trabajo tiene un valor antropológico esencial.
Como afirma el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La subjetividad
confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una
simple mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva… Cualquier
forma de materialismo y de economicismo que intentase reducir el trabajador a
un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor
exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la
esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente
humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo” (n. 271). En este
día queremos recordar no sólo a los trabajadores, sino también a quienes no
encuentran trabajo, a los que son víctima de explotación, no encuentran trabajo
adecuado y digno o han perdido la vida o la salud en el campo laboral.
3. También viene siendo habitual celebrar el uno de
mayo la jornada misionera en Urkiola. Como bien sabéis, tras el traslado de Don
Victor a Begoña, el fallecimiento de Don Joseba, y el traslado de Don Antonio a
Vitoria, el santuario comienza una nueva andadura. Quisiera agradecer de
corazón el trabajo entregado, sin medida, cariñoso, esmerado que han
desempeñado estos tres hermanos nuestros junto con las personas que configuran
el equipo de Urkiola. La apuesta de la Diócesis por este enclave emblemático
sigue siendo firme. Estoy seguro de que las nuevas incorporaciones a este
proyecto impulsarán con ilusión y creatividad el servicio a todas las personas
que por diversos motivos acuden al santuario y su entorno.
4. Adentrándonos en el mes de mayo, celebraremos la
Pascua del enfermo y, pocos días después, la memoria de Santa María Josefa, el
don que nuestra Iglesia recibió en su persona para impulsar un carisma
específico, el de las Siervas de Jesús, para el cuidado de los pobres y
enfermos. Acoger, cuidar, hacerse cargo de la carne sufriente de Cristo que se
hace presente en nuestros hermanos constituyen un testimonio precioso de amor y
entrega. Oremos por los enfermos, por sus familias, por los profesionales de la
salud y tantos voluntarios y colaboradores que prestan este servicio en favor
de quienes sufren enfermedad o ancianidad.
5. En la solemnidad de Pentecostés celebramos la
efusión del Espíritu Santo, como don excelente de la Pascua. Es también el día
del Apostolado seglar y de la Acción Católica. El Espíritu nos ha constituido
discípulos y misioneros, llamados por el Señor a participar de su obra de
salvación, la edificación del Reino de Dios en medio de nosotros. Hermosa tarea
para la que Dios nos ha dotado de sus dones y carismas que hemos de hacer
fructificar en nosotros, nuestras familias, la Iglesia y la sociedad entera.
6. El jueves siguiente celebraremos la fiesta de
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Un día para agradecer a Dios el don del
ministerio presbiteral recibido por muchos hermanos nuestros, que ese día
celebran sus bodas de diamante, oro y plata. También en mayo celebramos los
aniversarios de muchos matrimonios en la Diócesis en una celebración entrañable
en la Basílica de Begoña. Agradezcamos a Dios el don de tantos matrimonios y
familias y pidamos por aquellos que pasan especial dificultad. Y antes de
concluir el mes, el domingo de la Santísima Trinidad, en el que recordamos a
las vocaciones contemplativas. Nuestros monasterios de clausura son un inmenso
regalo de Dios a la Diócesis. Oremos por estos hermanos y hermanas nuestros que
han respondido con generosidad a esta llamada. Colaboremos en el sostenimiento
también económico de los monasterios. Pidamos por nuevas vocaciones a todos
estos carismas y ministerios. Como veis, es un mes lleno de bendiciones de
Dios. Aprovechémoslo con intensidad. Con gran afecto.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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