miércoles, 2 de mayo de 2018

QUE TU ESPÍRITU RENUEVE LA FAZ DE LA TIERRA






1. El Espíritu Santo renueva el universo y hace brotar la esperanza verdadera. Es el Espíritu donado por el Padre a través del misterio pascual del Hijo. Ya en la cruz, Jesús entrega el Espíritu al Padre: “A tus manos encomiendo mi espíritu”. El primer día de la semana insuflará el Espíritu en los apóstoles para que éstos, en su nombre, perdonen los pecados. Y el día de Pentecostés este Espíritu será derramado sobre toda la Iglesia y, desde ella, alcanzará a toda la creación.

2. Comenzamos el mes con la fiesta del primero de mayo. Es el día de San José obrero y recordamos a todas las personas comprometidas con el mundo del trabajo. El trabajo tiene un valor antropológico esencial. Como afirma el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La subjetividad confiere al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva… Cualquier forma de materialismo y de economicismo que intentase reducir el trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza-trabajo, a valor exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y profundamente humana. La persona es la medida de la dignidad del trabajo” (n. 271). En este día queremos recordar no sólo a los trabajadores, sino también a quienes no encuentran trabajo, a los que son víctima de explotación, no encuentran trabajo adecuado y digno o han perdido la vida o la salud en el campo laboral.

3. También viene siendo habitual celebrar el uno de mayo la jornada misionera en Urkiola. Como bien sabéis, tras el traslado de Don Victor a Begoña, el fallecimiento de Don Joseba, y el traslado de Don Antonio a Vitoria, el santuario comienza una nueva andadura. Quisiera agradecer de corazón el trabajo entregado, sin medida, cariñoso, esmerado que han desempeñado estos tres hermanos nuestros junto con las personas que configuran el equipo de Urkiola. La apuesta de la Diócesis por este enclave emblemático sigue siendo firme. Estoy seguro de que las nuevas incorporaciones a este proyecto impulsarán con ilusión y creatividad el servicio a todas las personas que por diversos motivos acuden al santuario y su entorno.

4. Adentrándonos en el mes de mayo, celebraremos la Pascua del enfermo y, pocos días después, la memoria de Santa María Josefa, el don que nuestra Iglesia recibió en su persona para impulsar un carisma específico, el de las Siervas de Jesús, para el cuidado de los pobres y enfermos. Acoger, cuidar, hacerse cargo de la carne sufriente de Cristo que se hace presente en nuestros hermanos constituyen un testimonio precioso de amor y entrega. Oremos por los enfermos, por sus familias, por los profesionales de la salud y tantos voluntarios y colaboradores que prestan este servicio en favor de quienes sufren enfermedad o ancianidad.

5. En la solemnidad de Pentecostés celebramos la efusión del Espíritu Santo, como don excelente de la Pascua. Es también el día del Apostolado seglar y de la Acción Católica. El Espíritu nos ha constituido discípulos y misioneros, llamados por el Señor a participar de su obra de salvación, la edificación del Reino de Dios en medio de nosotros. Hermosa tarea para la que Dios nos ha dotado de sus dones y carismas que hemos de hacer fructificar en nosotros, nuestras familias, la Iglesia y la sociedad entera.

6. El jueves siguiente celebraremos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Un día para agradecer a Dios el don del ministerio presbiteral recibido por muchos hermanos nuestros, que ese día celebran sus bodas de diamante, oro y plata. También en mayo celebramos los aniversarios de muchos matrimonios en la Diócesis en una celebración entrañable en la Basílica de Begoña. Agradezcamos a Dios el don de tantos matrimonios y familias y pidamos por aquellos que pasan especial dificultad. Y antes de concluir el mes, el domingo de la Santísima Trinidad, en el que recordamos a las vocaciones contemplativas. Nuestros monasterios de clausura son un inmenso regalo de Dios a la Diócesis. Oremos por estos hermanos y hermanas nuestros que han respondido con generosidad a esta llamada. Colaboremos en el sostenimiento también económico de los monasterios. Pidamos por nuevas vocaciones a todos estos carismas y ministerios. Como veis, es un mes lleno de bendiciones de Dios. Aprovechémoslo con intensidad. Con gran afecto.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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