Muy queridos
hermanos y hermanas.
Las lecturas de
hoy tocan profundamente nuestro ser. Me
gustaría simplemente resaltar cinco reflexiones y compartir con vosotros, cinco
fragmentos del fragmento que hoy hemos escuchado.
-Lo primero sería
como toda nuestra existencia, no tiene en nosotros el inicio, no tiene en
nosotros la iniciativa, la iniciativa es de Dios. Hemos escuchado que decía San Juan en la
segunda lectura; “Él nos amó primero”, “Como el Padre me ha amado así te he amado
yo”. Es decir que el amor de Dios es la
raíz de nuestra vida, Dios nos ha llamado a la existencia porque nos ama, y por
eso nos ha dicho; “No sois vosotros los que me habéis elegido soy yo”, “Soy yo
quien te he elegido, te he amado y he tenido compasión de ti”. Me venía a la memoria el lema del Papa actual
Francisco; “Miserando atque eligendo”, que quiere decir como Dios nos ha
elegido y tiene de nosotros misericordia, porque sabe que nuestra vida es
frágil y es débil, y por eso tiene que ser siempre acompañada por Él,
acariciada por Él, sostenida por Él.
-Y eso nos lleva
a la segunda idea, como nuestra vida tiene que ser mecida por el Señor, tiene
que ser abrazada y sostenida por Él, y eso es precisamente nuestra morada, el
lugar donde tenemos que vivir. No
estamos llamados para vivir en una intemperie, en un no conocer los secretos
últimos de nuestra vida, Dios mismo nos lo revela, y nos releva el camino que
podemos recorrer para llegar a esa plenitud que pide nuestro corazón. Vivir a la intemperie, vivir fuera del amor de
Dios, es vivir en un ambiente que genera violencia, y genera desesperanza. Me venía a la memoria, había un programa de
televisión, no es que vea mucho la televisión, pero había un programa que en
cierto modo me atraía, porque se trataba de jóvenes que tenían grandes
problemas, jóvenes que delinquían, que dejaban los estudios, caían en la droga,
pegaban a sus padres, robaban a sus padres en sus casas, cada semana nos traían
un episodio de un muchacho o muchacha nuevos, y había alguien que les ayudaba a
salir de esta situación, pero todos tenían algo en común, que había provocado
que fueran así, y es cuando ellos se habrían por dentro decían, que habían
percibido que no eran amados, no eran queridos, y eso generaba una enorme frustración
en ellos, que llevaba a esa violencia, esa inadaptación, ese estar contra el
mundo, en ese autolesionarse, es por no percibir esa morada del amor, es por
estar viviendo en una intemperie donde el mundo se vuelve realmente inhóspito. Por eso dice el Señor; “Como el Padre me ha
amado así os he amado yo, permaneced en esa casa, permaneced en ese amor”.
-Y también nos ha
dicho la tercera idea, como es ese amor, y como también nosotros estamos
llamados al amor, de echo San Juan también en su carta nos decía que; “El que
ama ha nacido de Dios, porque Dios es amor”.
Pero es un amor nuevo, fijémonos que en la Escritura del Antiguo Testamento
hay como una progresión ética, los pueblos muy antiguos eran muy bárbaros, si
se destruía una ciudad pues el contrincante destruía cien, era una cosa
desproporcionada, aparece la ley del talión que era un avance, si destruyes una
ciudad que el enemigo destruya otra ciudad, si mataban a cien, el enemigo
mataba a cien, ojo por ojo diente por diente, era una evolución ética muy
rudimentaria. Viene después una nueva
evolución ética, dice la Escritura; “Ama al prójimo como a ti mismo”, quiere al
otro como tú te quieres a ti. Pero el Señor
da un salto cualitativo, definitivo, no dice simplemente, ama al prójimo como a
ti mismo, dice; “Amaos como yo os he amado”, perdonando las ofensas, amando a
los enemigos, rezando por los que hablan mal de nosotros, amamos como yo os he
amado. El señor en la Cruz, a los mismos que le crucificaban al Padre le decía,
no les culpaba; “Perdónales, no saben lo que hacen”, yo estoy dando la vida
precisamente por ellos también. Nos damos cuenta entonces, nuestra gran
insuficiencia para amar de este modo, y por eso necesitamos un corazón nuevo,
necesitamos que el Señor cambie nuestro corazón que no es capaz ni siquiera de
amar como nosotros mismos, sale el orgullo, sale la venganza, sale el mirar a
uno mismo, el pasar cuentas al otro, amos como yo os he amado, Señor yo no
puedo, necesito tu ayuda, y para eso viene en nuestra ayuda el don del Espíritu
Santo que transforma el corazón, el don que recibimos el día del Bautismo, el
don que recibimos cada vez que celebramos la Eucaristía y que comemos el Cuerpo
y Sangre del Señor, va cambiando el corazón, de ese corazón incapaz ni siquiera
de amar como a mí mismo, nos capacita también para empezar a amar a aquellos
que no nos quieren, para perdonar aquellos que nos han hecho daño.
-Y el Señor dice
dos cosas más, que quisiera subrayar para ir terminando, dice; ”Si me amáis
guardareis mis mandamientos”. Esto tiene
mucho que ver con que el Señor nos ha llamado amigos, todos tenemos un grupo de
amigos, todos tenemos una cuadrilla, y los grupos de amigos se parecen entre
sí, los amigos que se juntan pues tienen similares gustos, aficiones parecidas,
un estilo de vida similar, los amigos se parecen entre ellos, por eso Jesús nos
dice guardar los mandamientos, porque si robas y matas, si eres envidioso, eso
te está construyendo interiormente, el que roba se convierte en un ladrón, el
que mata se convierte en un homicida, el que miente se convierte en un
mentiroso, las acciones te van cualificando como un ser, y de repente te puedes
dar cuenta, si yo pensaba que tenía de mí una imagen preciosa y maravillosa, pero
en el fondo me doy cuenta que soy un mentiroso, que soy avaro que soy
envidioso, que soy blasfemo, que soy homicida, y por tanto difícilmente puedo
entablar una amistad con aquel que es veraz, que es fiel, que es misericordioso. Por eso necesitamos transformar el corazón,
para precisamente vivir de este modo grande, para ser amigos del Señor, para
asemejarnos a Él, no solo para hacer el bien a los demás, sino para construir
nuestra vida como personas grandes, apasionadas, generosas, alegres,
serviciales, para ser amigos del señor.
-Y esto produce,
la última reflexión, una profunda alegría. No recuerdo quien era el autor que decía que;
“El mundo quizás pueda darnos placer, pero el mundo no nos puede dar felicidad”,
el placer de una buena comida bien, el placer de unas buenas vacaciones
estupendo, el placer de tantas cosas, pero la felicidad solo la da el amor, la
felicidad solo la da cuando nos sentimos amados, y queridos, estimados,
acompañados, y cuando somos capaces de amar a los demás. Por eso a veces descuidamos lo más importante,
igual estamos en casa y a veces dedicamos el tiempo a las cosas y no a los que
nos quieren, y las cosas en último término no hacen más que generar más
necesidades de más cosas, en cambio quien nos quiere y a quien queremos
realmente nos hace felices y hace crecer nuestra vida. Por eso dice el Señor yo os he dado esto para
que mi alegría esté en vosotros, el sentirnos amados por mí y esa alegría
llegue a plenitud.
Hoy celebramos la
Pascua del enfermo, y el lema de este año se centra mucho en las familias. Bien sabemos que cuando una persona enferma,
podemos decir que de algún modo toda la familia enferma, porque todo el mundo
ya está preocupado, hay que acompañar a la persona al hospital, y que será de
su futuro y el trabajo. Pues hoy la
jornada del enfermo nos pide orar por los enfermos, orar por las familias, orar
por los cuidadores de los enfermos y de las familias, orar por el personal
sanitario amplio que ayuda a esos momentos gran dificultad, que todos de un
modo u otro pasaremos tarde o temprano, para que siempre percibamos la luz el
amor la esperanza que Dios nos da, que no nos abandona en los momentos de mayor
dificultad, sino como el Señor Resucitado, cuando los discípulos estaban más
hundidos y más abatidos, se presentaba en medio de ellos, les mostraba las manos
y les decía paz a vosotros.
Ojalá que
nuestros hermanos enfermos, ancianos, discapacitados, en medio de la dificultad
puedan experimentar esta presencia del Señor que los arropa, que los bendice y
que les da la paz y la esperanza.
Así lo pedimos al
Señor esta tarde, por intercesión de la Virgen María
Que así sea.
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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