jueves, 20 de junio de 2019

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Muy querido señor Obispo don Mario, en nombre de distintas comunidades cristianas le presento a este grupo de catecúmenos, que tras haber realizado un camino de profunda preparación humana y espiritual, desean recibir los sacramentos de la iniciación cristiana, por los cuales se unirán personalmente a Jesucristo nuestro Señor y a su iglesia.  Dos de ellos, Luz Dary y Fernando van a recibir el sacramento del Bautismo, acercándose posteriormente y por vez primera a recibir la Sagrada Comunión. Todos culminarán su iniciación cristiana con el sacramento de la Confirmación, recibiendo el don del Espíritu Santo, y asumiendo su condición de discípulos de Jesucristo, y así dar testimonio de Él con sus vidas en medio del mundo. Con nuestra oración y afecto les acogemos y acompañamos, para que esta celebración sea signo eficaz del amor de Dios.
Muy queridos hermanos y hermanas, especialmente hoy los que vais a recibir estos sacramentos de la iniciación.
La Iglesia celebra hoy el domingo de la Santísima Trinidad.  Es una fiesta un poco extraña porque a la Trinidad le alabamos todos los días, todas las celebraciones, toda nuestra oración, toda nuestra vida, está en el seno de Dios, que es comunidad de personas.  No se trata ahora de hacer un discurso teológico sobre Dios, pero si me gustaría señalar en último término que tiene que ver Dios con mi vida.  Porque hay mucha gente que bueno Dios, de hecho, ya en Bizkaia solo prácticamente la mitad de los bizkainos creen en Dios.  Que tiene que ver Dios conmigo.
A mí me gustaría recordar apenas tres experiencias humanas, para ver como Dios tiene mucho que ver conmigo.
1.    La primera.  Vemos que en el mundo de hoy vivimos un gran individualismo. La gente va un poco a lo suyo, incluso antes las cuadrillas se juntaban, pues no sé, aunque sea para ir de chiqui teo, pero se juntaban, estaban juntos.  Ahora ya se juntan muchos jóvenes para estar a solas con la PlayStation, o con el móvil, o con el Fortnite, o con lo que sea.  Ya no están, no están con los demás, incluso en casa, la gente llega a casa, antes aunque sea se veían en partidos de fútbol viendo juntos la tele, ahora cuando uno llega a casa uno va a su habitación a chatear, otro al suyo a ver en Netflix una película, otro va a ver otra cosa.  Gran individualísmo, pero no nos damos cuenta cuando vivimos en ese individualismo, aparece una tristeza en el corazón, algo nos falta, incluso sabemos que el gran problema de las personas mayores, y muchas veces de las personas jóvenes es la tremenda soledad.  Cuántas personas viven solas, y cuánto sufrimiento genera la soledad, ya lo había dicho el libro del Génesis “No es bueno que el hombre esté solo”. ¿Y porque la soledad nos hace daño?, porque en cambio cuando estamos juntos, y estamos unos con otros, estamos bien, nuestra vida está bien, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios que es comunión de personas.  Dios no es soledad, Dios son tres personas, y ha dejado su modo de ser en nuestra vida, estamos mal cuando estamos solos, echamos de menos la comunión con los demás, por qué Dios ha dejado su huella en nuestro corazón, estamos hechos para estar unos con otros.

2.    Segundo elemento.  Hoy quizás se habla mucho de amar, el amor es una palabra prácticamente devaluada, desgastada, pero a veces no sabemos amar, pensamos que amar es simplemente tener un sentimiento bueno, confundimos el amor con él emotivismo, pensamos que amar es que yo esté bien, por tanto puede ser un tanto egoísmo, yo cuando me encuentro bien porque tú estás conmigo, parece que estoy bien, pero a veces nuestro corazón necesita un modo nuevo de amar.  Nos damos cuenta, cuántas veces hemos esperado de personas que nos amasen y no nos han amado.  Veo poca televisión, pero recuerdo que hace unos años, no sé si sigue esa serie, había un programa que se llamaba Hermano Mayor, que no es Gran Hermano, es Hermano Mayor, que aparecían adolescentes con unos problemas de comportamiento terribles, auténticos delincuentes, maltrataban a sus padres, robaban por ahí, y todos tenían algo en común, todos, cuando el programa escarbaba que había pasado en su vida, siempre había una herida, de no haber sido amados como su corazón merecía ser amado.  Y esto también nos remite a Dios, porque Dios es amor, y ha dejado también su impronta en nuestro corazón, necesitamos ser amados, imperiosamente, y amados de un modo radical, como Dios ama.  Nos damos cuenta, muchas veces no hemos sido amados, hemos ido juzgados, y hemos sido despreciados, a veces tenemos miedo de que no nos quieran porque igual no llevamos los parámetros de belleza de la gente de hoy, o porque tenemos una enfermedad, o porque somos feos, o por qué no damos la talla en los estudios, y entonces igual no me aman.  Dios nos ama por encima de cualquier condicionamiento, porque Él es amor, y nuestro corazón necesita ser amado porque Dios ha pasado por nuestro corazón, y nuestro corazón mendiga amor, y mendiga un amor infinito, es decir, nuestro corazón mendiga a Dios en el fondo, le mendiga a Él.

3.    Tercero. Yo a veces me meto un poco con los chavales, con los adolescentes, sobre todo con los niños cuando voy a una primera comunión o voy a misa de familias, les pregunto, tu cuánto quieres vivir, cuantos años quieres vivir, alguno pobre me decía yo 99 años, otro yo hasta 120, les digo chicos que poco, no será que yo quiero vivir para siempre, quien solo quiere vivir con 97 años, no sé, se lo dices a mi tía que tiene 98 y te da con el bolso en la cabeza, oye yo tengo 98, en un año me quieres meter bajo tierra.  Queremos vivir para siempre, nuestro corazón ansía vivir y ser amados para siempre, por qué, porque Dios es eterno, porque Dios nos ha creado para la eternidad, para siempre, no para que nos coman los gusanos bajo tierra, o nos metan en ebullición en el cementerio y nos den unas cenicillas para echar debajo de un árbol.  Quiero vivir para siempre, porque Dios es siempre, es eterno.  Pero viene ahora el gran Drama, el hombre de hoy piensa que solo, puede amar, piensa que solo, puede vivir para siempre, es verdad que la vida se va alargando, pero yo os digo, se alarga la vida o se alarga la ancianidad.  Y no nos damos cuenta de que únicamente Dios nos da todos los dones que necesita nuestro corazón, por eso la Iglesia nos recuerda que Dios es amor, Dios es comunión de personas, te ha creado por amor.  Como dicen los salmos muchas veces “Tú eres precioso para mis ojos”. El salmo 138 dice “Cuando te iba yo tejiendo en el seno de tu madre, te iba viendo en el seno de tu madre, yo te llame por tu nombre, yo te consagré, yo pronuncie tu nombre, yo te amo”, incluso dice el profeta Isaías una palabra un poco fuerte “Podrá una madre olvidarse de su hijo”; “Pues aunque tu madre se olvidara de ti”, dice Dios, “Yo jamás me olvidaré”.  Dios está en el comienzo de nuestra vida, Dios nos quiere acompañar en nuestra vida, estamos muy solos en la vida, con muchas dificultades, con muchas heridas, y Dios es ungüento, Dios es esperanza, Dios es luz para caminar, Dios es un amor nuevo, y además Dios nos espera al final de nuestra vida para admitirlos en su casa, para admitirnos en su morada, no para que vivamos en cenizas debajo de un magnolio, sino para que vivamos para siempre con Él, por toda la eternidad con Él, y eso nos lo comunica hoy por medio de los sacramentos, que son la fuente de la vida, que es el dedo de Dios que toca nuestro corazón y nos da sus dones.

              Yo me alegro mucho de que hoy estos jóvenes vayan a bautizarse, otros once más reciban el sacramento de la Confirmación, porque Dios derrama el amor sobre vosotros, para que seáis capaces de daros a los demás, de vivir en comunión, no solos, para que podáis amar de un modo nuevo como vuestro corazón necesita, para que podáis encontrar sentido a la vida que es compleja y es complicada, Dios le da sentido y le da luz, y para que nuestro corazón no se vaya acartonando, sino vaya a una eternidad y una plenitud.
Es lo que pedimos para vosotros esta mañana, y para todos nosotros, ojalá nos demos cuenta de que es Dios quien puede dar sentido, plenitud, esperanza, amor, alegría a nuestra vida.
Lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María, que es nuestra madre, que ella acompañe siempre nuestro caminar.
Que así sea.

X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao







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