DOMINGO XXVII
Muy queridos
hermanos y hermanas.
Comenzamos hoy
este mes misionero extraordinario, y las lecturas del tiempo ordinario del vigésimo
séptimo domingo del tiempo ordinario no podían ser más oportunas para este
inicio del mes misionero, y también para el envío de don Ramón, como ya hicimos
con Iraide en verano.
Hemos escuchado
la primera lectura del profeta Habacuc, de los 12 profetas menores es el octavo
profeta menor. Él vivió poco antes de la
deportación de los judíos a Babilonia por el rey Nabuconodosor, en torno al año
600 a. C., el pueblo judío vivía muy hostigado por los asirios que
continuamente saqueaban Jerusalén, sometían a los judíos, y también estaban los
caldeos intentando desplazar a los asirios para hacerse con Jerusalén, es decir
era un tiempo muy probado para los judíos. Y el profeta Habacuc hace, interpela a Dios,
algo que puede ser muy real también para nosotros, Habacuc le dice a Dios; “Pero
dónde estás, dónde está tu poder, como dejas que estos pueblos nos asoleen, y
estos pueblos no saqueen, no eres Tú el Dios de nuestros padres”, y la
respuesta de Dios es; “Primero ten paciencia, segundo ten esperanza, y tercero,
la frase que luego utilizará San Pablo en sus cartas, el justo, el santo, vive
de la fe, el santo sabe ver también a Dios en las dificultades de la vida, vive
de la fe, la fe nos sitúa en la perspectiva adecuada para comprender las cosas
según la mente de Dios. Pero la fe no es
solo algo intelectual, dirá ni siquiera es fundamentalmente intelectual, hemos
visto en el Evangelio; “Señor auméntanos la fe”, y Jesús dice; “Si tuvieras fe
como un granito de mostaza diríais a esa planta cámbiate y se cambiaría”, en
otro sitio dirá; “Movería montañas”, es decir, la fe es capaz de transformar
profundamente el mundo, cuando la fe vive en la caridad, vive en el amor. La fe
es lo que posibilita que el reino de Dios viva en este mundo, que sean las
cosas transformadas según el reino de Dios que es el propio de la dignidad, de
los hijos e hijas de Dios. La fe no es
algo por así decirlo como espiritualista, para tener una relación con Dios en la
intimidad, en la oración, sino que la fe promueve el ser humano, la fe
transforma el mundo según el corazón de Dios. En el fondo si las moreras no se mueven, si el
mundo no cambia es porque nos falta fe. En el evangelio a mí siempre me ha llamado la
atención cuando Jesús hace todos los milagros y todos los signos siempre dice; “Que
se haga según tu fe”. Viene la viuda que
se había muerto el hijo, tienes fe pues que se haga según tu fe, viene el
centurión, tengo un criado que está enfermo, se haga según tu fe, vienen Marta
y Maria, se ha muerto nuestro hermano, tenéis fe, y en cambio dice; “En su
tierra no pudo hacer signos porque les faltaba fe”. Y San Pablo pondrá el dedo en la llaga, como
van a tener fe si no han oído hablar de Cristo, y como van a oír hablar de
Cristo sin nadie les predica, y como les van a predicar si nadie es enviado.
Por eso hoy
asistimos al envío de un misionero, como ya enviamos una misionera, pero no
podemos quedarnos tranquilos, en la poltrona, en casa. Porque el Papá dice una cosa muy importante;
“No es que en la vida tengas una misión entre otras cosas”, el Papa dice; “Tu
vida es misión”, llevar el testimonio del Señor a todos los ámbitos, también al
confín del mundo, como en este caso con don Ramón. Nuestra iglesia tiene un largo recorrido
misionero, de entrada, nuestros dos patronos son misioneros, San Ignacio de
Loyola, aunque él no pudo ir por diversas circunstancias a tierra de misión
como era su deseo, pero sus dos primeros compañeros Pedro Fabro y Francisco
Javier, Francisco Javier fue hasta el confín del mundo. Nuestro primer patrono fue eminentemente
misionero, nuestro segundo patrono San Valentín de Berrio-Ochoa misionero,
martirizado en la misión en Vietnam. Margarita
Maturana, beata, un monasterio de clausura Papal, en la Bizkaia profunda, en Berriz,
el Espíritu Santo le suscita, a ver Margarita tienes que ir a Micronesia, ahora
mismo le preguntas a mucha gente donde está Micronesia y seguramente no sabe
dónde está Micronesia, cómo es posible que un monasterio de monjas en la Bizkaia
profunda que no habían salido casi ni a Bilbao se van a Micronesia. Y me llama la atención que la Santa Sede les
puso una condición, les dejamos transformarse en una congregación misionera, si
todas por unanimidad votan que sí. A mí
no me llama tanto la atención que la beata Margarita quisiera ir a Micronesia,
me llama la atención que las monjas de ochenta y noventa años dijeran nos vamos
a Micronesia, hace dos siglos.
Y tan
recientemente tenemos, desde el año cuarenta y ocho, el gran movimiento
misionero de cuando éramos diócesis de Vitoria todo el País Vasco, que ha
llevado tantos de cientos, diría de miles, de sacerdotes, religiosos,
religiosas, laicos y laicas, tantos misioneros a tierra de misión.
Hoy don Ramón se
inserta en esta historia misionera, y pienso que la segunda lectura, que es la
segunda carta de Pablo a Timoteo, el obispo de Éfeso, habla precisamente de la
misión le dice Pablo a Timoteo; “Reaviva el don que hay en ti, que recibiste
por la imposición de las manos”. Don
Ramón ha recibido cuatro veces la imposición de las manos, el día de su
bautismo, el día de su confirmación, el día de la ordenación diaconal, y el día
de la ordenación presbiteral. Reaviva el
don que Dios te dio por la imposición de las manos, y dice; “Porque Dios no nos
ha dado un espíritu cobarde, te ha dado un espíritu de fortaleza y de amor”. Son los elementos de la misión, la fortaleza,
don de Dios, y el amor. No te
avergüences de dar testimonio de mí, su prisionero, decía San Pablo, a veces
los cristianos podemos tener cierta vergüenza de proclamarnos cristianos, en
este mundo quizás no estamos de moda, no te avergüences de dar testimonio ni de
Cristo ni de mí, prisionero por él, custodia el don que se te ha dado y será la
palabra y el Espíritu Santo quien te custodien el don en tu corazón. Curiosamente el Espíritu Santo aparece al
comienzo en la imposición de las manos, y al final quien custodia la misión.
Hablando con Ramón
decía, así como que se le había perdido a Maturana en Micronesia, y pregunto, que
se le ha perdido a Ramón en Etiopía. El Espíritu
Santo es el que guía su iglesia, el Espíritu Santo es el que suscita la misión,
el Espíritu que sopla donde quiere y como quiere, no quiere decir que sea
alocado, el Espíritu Santo es ordenado, pero siempre suscita caminos nuevos
para nosotros tantas veces incomprensibles. Por eso hoy pienso que es un día de gracia
particular para nuestra diócesis, el espíritu Santo sigue soplando, en medio de
la secularización que vivimos en Bizkaia, en medio de la penuria vocacional a
todos los niveles, desde los sacerdotes a los laicos, pasando por los
religiosos. Que salga una chica laica
joven a la Amazonia de Ecuador, un sacerdote que tenía su vida encauzada, a
Etiopía, no deja de ser una caricia del Espíritu de Dios para nuestra iglesia. Dios no deja de sorprendernos, siempre va más
allá de lo que nuestras cortas luces son capaces de pensar y de adivinar, por
eso dejémonos guiar por el don del Espíritu Santo, que sea Él quien bendiga la
iglesia, que bendiga nuestra iglesia particular de Bilbao, que bendiga a estos
hermanos y hermanas misioneros, y que siempre nos recuerde, que si nuestra vida
no es misión no es nada.
Que el Señor
mantenga siempre en nosotros el fuego vivo de ser testigos de su amor y su
esperanza, ante tantos hombres y mujeres que hoy esperan de esta fe, que abran
sus mentes y les haga ver con fe y esperanza el mundo hermoso que Dios ha
puesto en nuestras manos.
Así lo pedimos
esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María. Que así sea.
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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