Hay que orar siempre
La gente sencilla, los cristianos de a pie, tienen en la oración de petición una de sus principales armas a la hora de relacionarse con Dios. Vayamos a donde vayamos, encontraremos a personas sencillas, pobres, sin muchos estudios quizá, que se arrodillan delante del sagrario o delante de una imagen en la Iglesia y levantan los ojos a lo alto mientras que con sus labios musitan una oración mil veces repetida. Muchas veces acompañan ese gesto encendiendo una vela y dando una limosna. Dan de lo poco que tienen. La vela extiende la presencia de la oración aunque la persona se tenga que ir a sus quehaceres. Y le piden a Dios o a la Virgen de... una de las muchas advocaciones que hay en nuestros pueblos, que atienda esto o lo otro, que escuche su oración, que consuele sus penas, que ayude al hijo o a la hija, que conceda la salud, que proteja a la familia. Son muchas las oraciones que se elevan cada día a Dios. Algunas de esas personas ni siquiera van mucho a misa ni participan en los sacramentos. Pero saben a dónde recurrir cuando se ven con un problema que está más allá de sus posibilidades.

Una vez hace años conocí a una mujer que estaba gravemente enferma. Llevaba así prácticamente toda la vida. De médico en médico, de hospital en hospital y de operación en operación. Su cuerpo estaba realmente deteriorado y sufría por ello graves dolores e incomodidades. Era impresionante oírle decir que “estoy convencida de que Dios me ama muchísimo, aunque sea de una forma un poco rara”. Y lo que decía, lo vivía. Eso es vivir la fe y no desanimarse nunca.
Para la reflexión¿Cómo es mi oración? ¿Con qué frecuencia me pongo en la presencia de Dios, le abro mi corazón y le pido por mis necesidades, las de mi familia y amigos y las del mundo? ¿Creo de verdad en que esa oración es escuchada? ¿Soy perseverante en la oración?
No hay comentarios:
Publicar un comentario