Obispo Munilla califica de “muy injusta” la película de Netflix “Los dos papas”
El Obispo de San Sebastián (España), Mons. José Ignacio Munilla, criticó duramente y calificó de “muy injusta” la representación que hace la película de Netflix “The Two Popes” (Los dos Papas) tanto de Benedicto XVI como del Papa Francisco.
“La película es muy injusta con respecto a la imagen que pretende dar de los dos Papas. La película es un fiel reflejo no de cómo son estos papas, sino de cómo han sido manipulados. Pienso que es una película que sería perfecta para estudiar cómo ha acontecido desde el primer momento la manipulación de dos papados”, dijo Mons. Munilla el 27 de diciembre durante la emisión del programa Sexto Continente de Radio María.
El Prelado aclaró que los productores del filme, que se centra en varias reuniones imaginarias entre el Papa Benedicto XVI y el Cardenal Jorge Mario Bergoglio en el período comprendido entre los cónclaves de 2005 y 2013, intentaron tener la aprobación de la Santa Sede para poder grabarlo en el Vaticano, pero no fue permitido.
“En el Vaticano hubo una no colaboración en la realización de esta película”, subrayó Mons. Munilla.
En su crítica, el obispo de San Sebastián explica que “Los dos papas” pretende “que nos caiga simpático Jorge Mario Bergoglio, quien va a ser sucesor del Papa Benedicto XVI, y que se genere en nosotros una antipatía hacia todo lo que este último ha representado”.
Además, dijo que se presenta a Benedicto XVI como una “persona rara, ensimismada, sin empatía, incapaz de dialogar con el mundo”, mientras que Jorge Mario Bergoglio es “todo lo contrario”.
“Todo esto tiene una finalidad que está absolutamente al servicio de la herejía de nuestros días, que es la contraposición entre la verdad y la caridad, que se presenta de una manera recurrente”, acotó.
En ese contexto, “Benedicto XVI representa la fidelidad al dogma, a la verdad, a la fe (…) y Jorge Mario Bergoglio es una persona que viene de haber pisado el mundo, es un enemigo acérrimo de las posiciones del Benedicto XVI, y lo que entiende es que la Iglesia debe abrirse al mundo y asumir sus postulados; no tiene que importar lo que ocurra con el aborto, anticoncepción, homosexualidad, sacerdocio de mujeres, etc., etc.”, explica el obispo.
En ese contexto subrayó que “esa contraposición entre verdad y caridad es una manipulación absoluta”, porque la "la verdad y la caridad son una sola cosa en Cristo".
Mons. Munilla indica que la película le hace “un flaquísimo favor” al Papa Francisco, pues “aunque pretende hacerle simpático”, lo presenta como “alguien que acoge sin discernimiento el espíritu del mundo, asumiendo todos los postulados de la secularización, como si no tuviese nada que decir ante el relativismo”.
El Obispo de San Sebastián lamenta que el filme se someta a la “tesis” de la “cultura dominante”, es decir, de aquella “proyección de que en la Iglesia hay conservadores, progresistas, de derechas y de izquierdas, y que todo sería visto desde estos parámetros, que son absolutamente ajenos y extraños al ser y a la vida de la Iglesia”.
“Sí que hay dos Iglesias, pero no son la conservadora o la progresista, la de derechas o la de izquierdas, sino una Iglesia que evangeliza y una Iglesia que se mundaniza. Ese es el riesgo que tenemos. O evangelizamos o nos mundanizamos”, aclaró.
Según Mons. Munilla los parámetros en los que gira “Los dos papas” pretende “manipular la vida de la Iglesia y sobre todo hacernos asumir una herejía, el antagonismo entre verdad y caridad: una contraposición absurda y un dualismo inexistente en el Evangelio”.
“Lo bueno de esta película es que es un petardo (aburrida) y me parece imposible que tenga éxito entre el gran público. Sus diálogos son bastante insufribles... y eso es una buena noticia”, agregó.
Por otro lado, el obispo cree que los católicos deben tener sentido crítico para discernir ante esta situación.
“Yo me hago una pregunta, ¿y qué hacemos con la cuota de Netflix? Qué buena aportación sería el dinero para Cáritas, Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada y Radio María. El destinar nuestros recursos económicos allí donde se evangeliza y no allí donde nos mundanizamos”, concluyó.
“Los dos papas” se estrenó el 27 de noviembre en la plataforma Netflix y se concibió bajo la dirección de Fernando Meirelles.
Benedicto XVI es interpretado por Anthony Hopkins y el Cardenal Bergoglio, el futuro Papa Francisco, es interpretado por Jonathan Pryce.
(Publicado en ACIPRENSA)
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Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de Santa María
El Papa Francisco presidió este miércoles 1 de enero de 2020 en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, en la octava de Navidad en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz, que este año se desarrolla bajo el tema “La Paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
En su homilía, el Pontífice destacó la importancia de María, como Madre de Dios, en la historia de la Salvación.
“En Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre. Ella es mujer y madre, esto es lo esencial. De ella, mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer. Allí Dios se unió con nosotros y, si queremos unirnos con Él, debemos ir por el mismo camino: a través de María, mujer y madre”.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:
«Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4,4). Nacido de mujer: así es cómo vino Jesús. No apareció en el mundo como adulto, sino como nos ha dicho el Evangelio, fue «concebido» en el vientre (Lc 2,21): allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes.
En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más. También ahora, en el cielo, Jesús vive en la carne que tomó en el vientre de su madre. En Dios está nuestra carne humana.
El primer día del año celebramos estos desposorios entre Dios y el hombre, inaugurados en el vientre de una mujer. En Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre. Ella es mujer y madre, esto es lo esencial. De ella, mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer.
Allí Dios se unió con nosotros y, si queremos unirnos con Él, debemos ir por el mismo camino: a través de María, mujer y madre. Por ello, comenzamos el año bajo el signo de Nuestra Señora, la mujer que tejió la humanidad de Dios. Si queremos tejer con humanidad las tramas de nuestro tiempo, debemos partir de nuevo de la mujer.
Nacido de mujer. El renacer de la humanidad comenzó con la mujer. Las mujeres son fuente de vida. Sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre. Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de Dios, nacido de una mujer. La salvación para la humanidad vino del cuerpo de una mujer: de cómo tratamos el cuerpo de la mujer comprendemos nuestro nivel de humanidad.
Cuántas veces el cuerpo de la mujer se sacrifica en los altares profanos de la publicidad, del lucro, de la pornografía, explotado como un terreno para utilizar. Debe ser liberado del consumismo, debe ser respetado y honrado. Es la carne más noble del mundo, pues concibió y dio a luz al Amor que nos ha salvado. Hoy, la maternidad también es humillada, porque el único crecimiento que interesa es el económico.
Hay madres que se arriesgan a emprender viajes penosos para tratar desesperadamente de dar un futuro mejor al fruto de sus entrañas, y que son consideradas como números que sobrexceden el cupo por personas que tienen el estómago lleno, pero de cosas, y el corazón vacío de amor.
Nacido de mujer. Según la narración bíblica, la mujer aparece en el ápice de la creación, como resumen de todo lo creado. De hecho, ella contiene en sí el fin de la creación misma: la generación y protección de la vida, la comunión con todo, el ocuparse de todo. Es lo que hace la Virgen en el Evangelio hoy. «María, por su parte ―dice el texto―, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (v. 19).
Conservaba todo: la alegría por el nacimiento de Jesús y la tristeza por la hospitalidad negada en Belén; el amor de José y el asombro de los pastores; las promesas y las incertidumbres del futuro. Todo lo tomaba en serio y todo lo ponía en su lugar en su corazón, incluso la adversidad. Porque en su corazón arreglaba cada cosa con amor y confiaba todo a Dios.
En el Evangelio encontramos por segunda vez esta acción de María: al final de la vida oculta de Jesús se dice, en efecto, que «su madre conservaba todo esto en su corazón» (v. 51). Esta repetición nos hace comprender que conservar en el corazón no es un buen gesto que la Virgen hizo de vez en cuando, sino un hábito.
Es propio de la mujer tomarse la vida en serio. La mujer manifiesta que el significado de la vida no es continuar a producir cosas, sino tomar en serio las que ya están. Sólo quien mira con el corazón ven bien, porque saben “ver en profundidad” a la persona más allá de sus errores, al hermano más allá de sus fragilidades, la esperanza en medio de las dificultades, a Dios en todo.
Al comenzar el nuevo año, preguntémonos: “¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo? Y, sobre todo, ¿tengo al Señor en el centro de mi corazón?”. Sólo si la vida es importante para nosotros sabremos cómo cuidarla y superar la indiferencia que nos envuelve.
Pidamos esta gracia: vivir el año con el deseo de tomar en serio a los demás, de cuidar a los demás.
Y si queremos un mundo mejor, que sea una casa de paz y no un patio de batalla, que nos importe la dignidad de toda mujer. De una mujer nació el Príncipe de la paz. La mujer es donante y mediadora de paz y debe ser completamente involucrada en los procesos de toma de decisiones. Porque cuando las mujeres pueden transmitir sus dones, el mundo se encuentra más unido y más en paz. Por lo tanto, una conquista para la mujer es una conquista para toda la humanidad entera.
Nacido de mujer. Jesús, recién nacido, se reflejó en los ojos de una mujer, en el rostro de su madre. De ella recibió las primeras caricias, con ella intercambió las primeras sonrisas. Con ella inauguró la revolución de la ternura. La Iglesia, mirando al niño Jesús, está llamada a continuarla. De hecho, al igual que María, también ella es mujer y madre, y en la Virgen encuentra sus rasgos distintivos. La ve inmaculada, y se siente llamada a decir “no” al pecado y a la mundanidad. La ve fecunda y se siente llamada a anunciar al Señor, a generarlo en las vidas. La ve, madre, y se siente llamada a acoger a cada hombre como a un hijo.
Acercándose a María, la Iglesia se encuentra a sí misma, encuentra su centro y su unidad. En cambio, el enemigo de la naturaleza humana, el diablo, trata de dividirla, poniendo en primer plano las diferencias, las ideologías, los pensamientos partidistas y los bandos. Pero no podemos entender a la Iglesia si la miramos a partir de sus estructuras, programas, tendencias, de las ideologías, de la funcionalidad: percibiremos algo de ella, pero no su corazón. Porque la Iglesia tiene el corazón de una madre.
Y nosotros, hijos, invocamos hoy a la Madre de Dios, que nos reúne como pueblo creyente. Oh Madre, genera en nosotros la esperanza, tráenos la unidad. Mujer de la salvación, te confiamos este año, custódialo en tu corazón. Te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios!
(Publicado en ACIPRENSA)
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