Muy queridos
hermanos y hermanas.
En este día Santo del nacimiento de Jesús, quisiera
compartir con vosotros cuatro reflexiones que nos permitan penetrar en lo que
hoy queremos vivir con intensidad.
Hemos visto los pastores que estaban llevando adelante
su trabajo, a veces tenemos una visión idílica de los pastores, como si fuera
una cosa bonita, los corderitos, bien el pastoreo es una profesión dura, muy
probada, estaban de noche, al raso, seguramente con sueño, igual con hambre,
ciertamente en la noche, en la oscuridad y se les anuncia a ellos, hoy para
vosotros ha nacido El Salvador.
Me gustaría detenerme en esta palabra hoy, porque en la Biblia el hoy
significa que Dios siempre está presente actuando para nosotros. Ya el salmo segundo decía “Tú eres mi hijo yo
te he engendrado hoy”, es decir la eternidad de Dios que entra en el mundo. Hoy significa que también hoy día 25 de diciembre
de 2019 el Señor se te ofrece, quiere entrar en tu vida, hoy se te anuncia a ti
una vez más la salvación de Dios, hoy el Señor te vuelve a elegir y vuelve a
mostrar su amor en el portal de Belén. Quizás
en la oscuridad de nuestra vida, nuestra vida tiene tantos claros y oscuros,
hay veces que estamos felices, estamos serenos, estamos tranquilos, pero de
repente aparecen los problemas, las dificultades, las incomprensiones, las
malas noches, las dificultades en el trabajo y en la familia, la oscuridad en
el trabajo de los pastores, “Hoy se te anuncia que Dios viene a ser tu
salvación, hoy mismo”.
Por eso la segunda idea sería la que nos iba
preparando el tiempo de adviento, sobre todo ya el último domingo nos decía “Portones
alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va entrar el Rey de
la Gloria, si tú le dejas entrar, si abres las puertas, para que entre quién es
Luz y quién es Vida.
Nos ha dicho Isaías en la primera lectura “En la
oscuridad apareció la gracia de Dios. El
prólogo del Evangelio de San Juan, que es el propio de la misa del día, dice, “La
palabra era vida, la palabra era la luz, vino a los suyos, muchos no lo
recibieron, pero a quienes lo recibieron les da poder para ser hijos de Dios”. No ha nacido de amor carnal ni de amor
humano, si no ha nacido de Dios, “La palabra se hizo carne y habita entre
nosotros”. Como se posiciona mi corazón
ante hoy, cuando Dios una vez más llama a mi corazón.
Y para que llama, sería la tercera reflexión. Isaías nos ha dicho “Viene para quebrar la
caña que batía sobre el lomo, viene para quebrar el yugo que esclavizaba, viene
para lavar la túnica de sangre”, es decir viene para aliviar al mundo de tanto
sufrimiento, viene para aliviar al mundo de tanta violencia, en la que también
nosotros estamos inmersos, cuanta violencia verbal, cuantas veces percibimos
que no somos amados como realmente necesitamos ser amados, estamos en un mundo
competitivo que como no estés atento te quedas fuera, te quedas en la cuneta,
cuantas veces necesitamos ser acompañados, ser consolados, ser escuchados y no
encontramos quien lo haga. Viene para
romper la vara que somete a los pueblos, la vara que genera hambrunas, que
genera guerras, la bota del opresor, nos ha dicho Isaías “El yugo que nos
esclaviza que nos da con la cabeza en el suelo, en la tierra”. Viene para disipar toda violencia, toda
humillación, todo pecado. Y quién y como
lo hace, sorprendentemente ya Isaías lo anunciaba a los judíos “No viene un rey
poderoso con la potencia de los ángeles, dice, porque un Niño se los ha dado”.
No sé si la capilla de música lo cantara al final, lo suelen
cantar en Pascua el oratorio de “El Mesías” de Haendel, precisamente el Aleluya
lo que canta es este texto de Isaías “Se los ha dado un niño que es consejero,
que es fortaleza, que es príncipe de la paz, un niño”. Y como lo hace por medio
del amor, el amor es la fuerza más poderosa del universo, el amor es lo que
desata todos los nudos, es lo que rehace todo lo que ha dejado la violencia deshecho,
el amor es lo que rehace la vida y las ganas de vivir, el amor es la fuente de
la paz. El mundo nunca encontrará la paz
si no aprende a amar, porque la paz solo es fruto del amor, no de un equilibrio
de fuerzas, de una guerra fría, vamos a
soportarnos unos a otros, no, es cuando uno realmente ama, perdona, es cuando
surge el árbol fuerte y frondoso de la paz por eso Jesús es el príncipe de la
paz, porque nos enseña a amar. Nuestras
familias serían más pacíficas si maramos mejor, nuestro vecindario sería más
pacífico se aprendiéramos a amar, nuestra tierra nuestro mundo será paz cuando
aprendamos a amar, a perdonar, a compartir, sabiendo que el amor es un Niño que
se da en su sencillez e inocencia, no tiene poderes mundanos, tiene un amor
limpio que sonríe y que se dona.
Pronto celebraremos la Epifanía del Señor, ahí veremos
cómo Herodes se sobresalta ante un Niño, tiene miedo de que le quiten su trono,
sus cuatro pobres pertenencias. A los Magos
de Oriente no les importa inclinarse y doblar la rodilla ante un Niño que les
va a enseñar a amar, porque luego van a volver a su país por otro camino, el
camino del perdón y de la misericordia, reconciliados con Dios, reconciliados
entre sí, reconciliados consigo mismo.
Por eso hoy en este día Santo de la Natividad del Señor
abramos nuestro corazón para que el Señor entre en cada uno de nosotros, rompa
todo aquello que nos esclaviza, disipe nuestras propias violencias y nos enseñe
a amar como un Niño, de modo puro, de modo inocente, que no busca nada que no
tiene intereses, si no es amor, entrega, sonrisa, alegría de Dios.
Así lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de
la Virgen María, que también queremos mirar, aunque la miraremos el uno de
enero, la alegría de María al dar a luz a un Niño, conocéis los que sois padres
y madres, una madre con que alegría da a luz al niño, el fruto de sus entrañas.
Pues
también hoy dirigimos el corazón a María para felicitarla, para acompañarla y
para que nos dé al Niño que entre para siempre en nuestra vida, en nuestro
corazón.
Que así sea.
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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