1. Comenzamos este mes sumergidos en el Tiempo Pascual. Como
canta el salmo 117: “este es el día que hizo el Señor”. Es el día de nuestra
alegría y nuestro gozo. Pienso que este verso expresa muy bien el núcleo de
este tiempo. Sabemos que en la Escritura el día es una unidad de tiempo que
expresa el hoy, el presente eterno de la acción del Señor. El día, en
contraposición a la noche, es el tiempo de la luz y de la gracia. Y esta presencia
del Señor, llena de luz y gracia es el hoy, el presente de nuestra vida
cotidiana, del discurrir habitual de nuestra existencia.
2. Cada año, el primero de mayo, quienes han participado
durante muchos años en la tarea misionera tanto en América como en África, se
reúnen en Urkiola para mantener viva la vocación misionera, que nos convoca a
una tarea permanente y siempre actual en la vida de la Iglesia. Además, este
año el Papa ha convocado un mes misionero extraordinario en octubre bajo el
lema: “La Iglesia de Cristo en misión en el mundo”. En este se nos recordará
que es precisamente el misterio Pascual de Jesús el fundamento de la misión. Él
nos envía para ser testigos y portadores de una vida nueva, de la presencia del
Reino de Dios en medio de nosotros que genera unas relaciones nuevas que se
fundamentan en el amor.
3. Así mismo, el cuarto domingo de Pascua celebramos el domingo del Buen Pastor. La
víspera de esta celebración se viene organizando desde hace varios años en el
Seminario un día de oración y adoración de la Eucaristía como preparación a la
recepción de los ministerios de lector y acólito por parte de algunos
seminaristas y por todos los sacerdotes. En su última exhortación titulada
Cristo vive, el Papa Francisco invita a los jóvenes a esta vocación ministerial
con las palabras siguientes: “Si partimos de la convicción de que el Espíritu
sigue suscitando vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, podemos
“volver a echar las redes” en nombre del Señor, con toda confianza. Podemos atrevernos,
y debemos hacerlo, a decirle a cada joven que se pregunte por la posibilidad de
seguir este camino… El Señor no puede faltar a su promesa de no dejar a la
Iglesia privada de los pastores sin los cuales no podría vivir ni realizar su
misión… Ten la certeza de que, si reconoces un llamado de Dios y lo sigues, eso
será lo que te hará pleno” (cfr., ChV, 274-276).
4. También durante este mes celebraremos un encuentro
diocesano de familias en el Monasterio de Artebakarra para vivir juntos la
alegría de la vocación al matrimonio y a la familia compartiendo experiencias
en este camino hermoso de santidad. El Papa Francisco dirige unas palabras de
afecto y aliento a los matrimonios y a quienes se preparan para vivir la
vocación matrimonial: “Me gusta pensar que «dos cristianos que se casan han
reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de
dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el Sacramento del
matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo enraíza en Dios mismo.
Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros, no se
tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, ¡juntos!» (ChV, 260). Así mismo, el
último viernes del mes celebraremos las bodas de plata, oro y diamante de
muchos matrimonios en la celebración de la Eucaristía en la Basílica de Begoña.
5. No quiero terminar estas palabras sin hacer referencia a
la Pascua del Enfermo que celebraremos en el quinto domingo de Pascua. La
enfermedad es un momento de crisis y confrontación en todas las dimensiones de
nuestra vida. Qué importante es saber sostener y acompañar en los momentos de
enfermedad proporcionando alivio, consuelo y esperanza. En la exhortación Spe
Salvi, el Papa Benedicto XVI nos recordaba que: “aceptar al otro que sufre
significa asumir de alguna manera su sufrimiento, de modo que éste llegue a ser
también mío. Pero precisamente porque ahora se ha convertido en sufrimiento
compartido, en el cual se da la presencia de un otro, este sufrimiento queda
traspasado por la luz del amor… La grandeza de la humanidad está determinada
esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre” (Spe
Salvi, 38).
6. Encomendamos en este mes a los matrimonios y a las
familias, de modo particular a las que sufren por motivos diversos, a los
enfermos y a quienes ejercen el ministerio sacerdotal y quienes se preparan
para ello. Que puedan experimentar siempre nuestro afecto, ayuda y oración.
Contando con la intercesión de la Virgen María durante este mes de mayo, mes
especialmente dedicado a Ella, pido a Dios que os bendiga. Con gran afecto.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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