TERCER DOMINGO DE CUARESMA
Muy queridos
hermanos y hermanas.
Los tres domingos
que comienzan hoy hasta el domingo de Ramos nos hablan de Cristo como agua viva,
y los próximos domingos nos hablarán de Cristo como luz, en la curación del
ciego, y de Cristo como vida en la resurrección de Lázaro. Es decir, se nos habla de una plenitud que
también nos hace conscientes de una carencia, Dios, Cristo el Espíritu, agua viva.
Hemos visto a esta
Samaritana en el mismo Jesús, cansado con sed, una sed de amor, sed de
eternidad, sed de plenitud, también con una esperanza, porque la misma
Samaritana decía; “Dame de esa agua por la cual nunca más tendré sed”, y dice; “Sabemos
que vendrá el Mesías, El nos lo va a dar todo”.
Es la conciencia de una carencia, pero también la conciencia de una
promesa, de una esperanza, de que Dios nos dará aquello que nosotros solos no
podemos alcanzar.
Y es también la
experiencia de la primera lectura. Hemos visto el pueblo judío tremendamente
probado y atribulado, en el desierto pasaban hambre y pasaban sed, y claman a Dios,
y se hacen una pregunta que también nosotros muchas veces nos hacemos cuando
aparece en nuestra vida la dificultad, cuando aparece el sufrimiento, la
pregunta ha sido; esta o no está Dios en
medio de nosotros, cómo es posible que podamos padecer estos sufrimientos
si Dios está en medio de nosotros, está o
no está, es la pregunta que hace el pueblo judío. Quizá también nosotros estos días de
dificultad, de tribulación, de enfermedad, de contagio, de los hospitales muy
llenos a causa de esta pandemia, de estas restricciones tan importantes que
alteran profundamente nuestra vida cotidiana, que para muchos supone cierto
miedo, cierta angustia, cierta congoja, cierta pregunta sobre el futuro, nos
preguntamos también como el pueblo judío, pero
está o no está Dios en medio de nosotros.
Y Él nos responde por medio de su Hijo, Él en toda ocasión nos
acompaña, incluso es capaz en los momentos de mayor dificultad de mostrar su
rostro de misericordia. Es lo que hemos
visto en este Evangelio tan precioso del encuentro de Jesús con esta Samaritana
en el pozo de Sicar, el pozo de Jacob. Vemos a Jesús cansado y sediento, y
sentado por el cansancio en pleno mediodía, era la hora sexta, y pide a la
mujer de beber, es capaz de traspasar todas las barreras humanas, judíos y
samaritanos no se hablaban, estaban enemistados, incluso era extraño ver hablar
a un hombre con una mujer y más siendo Samaritana, Jesús utiliza las carencias
humanas, las dificultades humanas de las sed para entablar una relación humana,
en un plano puramente fisiológico diríamos de una sed, llega a un plano humano,
dame de beber. Y le decía incluso más;
“Si tú supieras quien te pide de beber yo te daría un surtidor que salta hasta
la eternidad”. A partir de ese gesto sencillo de dar de beber, Jesús es capaz
de sanar la existencia, la trayectoria de esta mujer, cuando le pregunta sobre
su marido y le dice, no tengo marido, cinco has tenido, le responde Jesús, y el
que tienes ahora no es tu marido.
Está diciendo
Jesús que muchas veces ligamos nuestra vida a aquellos elementos que en el
fondo son extraños para nosotros, en estos momentos quizá también nosotros pudiéramos
reflexionar a que está ligada nuestra vida, si son realmente situaciones
verdaderas, si son elementos que nos hacen crecer, o tenemos qué despojarnos de
aquello que realmente no nos pertenece, que no es la verdad y el bien para
nuestra vida. Pero no solo Jesús sabe ese plano humano con la Samaritana, sino
que salta ya al plano de Dios, al plano último, al plano definitivo,
fundamental; “Te daré un surtidor que salta hasta la vida eterna”, para que des
un culto a Dios, culto en espíritu y en verdad, culto profundo que Dios mismo
suscita en nosotros, un culto que no nace de nuestra voluntad, que no nace de
nuestras industrias, que no nace de nuestro modo de obrar, sino que nace
plenamente de Dios, puedes dar a Dios el culto en espíritu y en verdad, en ese
agua viva que es el agua de la caridad, que es el agua del amor, Dios es amor. El gesto dar de beber es un gesto de amor, el
gesto de decir, deshazte de aquello que no te hace el bien, para que crezcas,
es un gesto de amor, es suscitar esa eternidad y esa esperanza en la Samaritana,
es un gesto de amor.
En esta situación
difícil que estamos viviendo, también el Señor hace surgir para nosotros el
agua viva. Es curioso como los seres
humanos cuando aparecen los momentos de dificultad también son capaces de dar
lo mejor de sí mismos, de enfrentar los desafíos para que realmente resplandezca
una humanidad renovada, en el servicio a los enfermos, a las familias, a los
ancianos, en sostener con el aprecio, con el ánimo, a los profesionales de la
salud, a los voluntarios, en ser todos responsables en seguir fielmente las
indicaciones que las autoridades nos han dado para atajar este contagio, en
este tiempo de sed, de cansancio de que brote el agua viva del amor, de la
misericordia, de la ayuda fraterna entre todos nosotros. Y ante la pregunta del pueblo judío, está o no está Dios en medio de nosotros, por supuesto que Dios está siempre está en
medio de nosotros, Él nunca nos abandona, Él siempre abre caminos nuevos y
suscita corazones nuevos y generosos, para enfrentar y vencer todos los
desafíos que nos presenta la contingencia de la vida humana.
Así lo pedimos
esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María, pedimos por los
enfermos, por sus familias, pedimos por los profesionales de la salud, por
todos los que colaboran en atajar esta situación de urgencia, y que todos
vivamos en el amor y la caridad con comportamientos responsables, con
comportamientos de amor hacia los demás, de modo particular a quienes más lo
necesitan.
Que así sea.
X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
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