lunes, 2 de diciembre de 2019

CARTA DE DON MARIO - DICIEMBRE 2019


En la tiniebla brilló la luz de vida y de paz

 

Queridos hermanos y hermanas.

1. El inicio del mes de diciembre coincide con el comienzo del nuevo año litúrgico mediante la celebración del tiempo de Adviento. En este tiempo, hacemos memoria de la venida del Hijo de Dios, nacido en Belén, y también de la esperanza en su venida gloriosa al final de los tiempos. Es una afirmación que aclamamos al menos en dos ocasiones cuando celebramos la Eucaristía. Tras la consagración, proclamamos el misterio de la fe diciendo: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección hasta que vuelvas. Y después de la oración del Padrenuestro, el sacerdote ora diciendo: … nos veamos libres de toda perturbación mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo.

2. Esta última venida del Señor Jesús al final del tiempo, así como el encuentro definitivo con Él en el momento de nuestra muerte, es el término de nuestra esperanza. La vida humana no camina hacia la inexistencia, sino hacia una plenitud que Dios nos regala por medio de la efusión del Espíritu Santo a través de su Hijo. Muy pocas veces hablamos de la eternidad, de la vida plena que al final del tiempo podemos esperar, del gozo de compartir esa plenitud en el corazón de Dios y en la compañía de los seres que hemos querido. El tiempo de Adviento es también un tiempo de anhelar esa eternidad, de recordar que nos encaminamos a habitar esa morada que Jesús ha ido a prepararnos y que, cuando esté preparada, vendrá a buscarnos para llevarnos para siempre con Él (cfr. Jn 14, 1ss.).

3. Pero también este tiempo nos recuerda que el Reino de Dios ha comenzado en medio de nosotros mediante la Encarnación del Verbo, que renueva en sí todas las cosas. Durante este nuevo año litúrgico será el evangelio de San Mateo quien nos acompañará en las lecturas dominicales. Es un evangelio que trata profusamente acerca del Reino de Dios, con sus múltiples parábolas de la levadura, el tesoro escondido, el grano de mostaza, las vírgenes que aguardan al esposo… Este Reino constituye una de las peticiones que habitualmente oramos en el Padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”. Esta petición del Padrenuestro constituye así mismo la gran misión que el Señor nos ha encomendado.

4. Durante este tiempo de Adviento celebraremos la fiesta de la Concepción Inmaculada de María. Es también el día del Seminario. El lema escogido para este año es: “el seminario misión de todos”. Recordamos las palabras de los mártires de Cartago en la época Romana: “sin la Eucaristía no podemos vivir”. Efectivamente, la Eucaristía es el pan de vida. Como nos recuerda Jesús: “Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre no tenéis vida en vosotros” (Jn 6, 53). Y por eso, en el Padrenuestro rogamos a Dios: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. No sólo el pan material y tantos dones que necesitamos para vivir. Pedimos también el pan espiritual, el pan de vida para hoy y para la eternidad (cfr. Jn 6, 35).

5. Esta carne eucarística y este pan de vida nos llegan por medio del ministerio de los sacerdotes. En este día del Seminario oremos por las vocaciones al ministerio sacerdotal. Que niños, jóvenes y adultos escuchen la llamada de Dios y sean ayudados a responder con generosidad. Oremos también por nuestros seminaristas y sus formadores. Que Cristo vaya modelando su corazón de buen pastor. Que sean servidores fieles y entregados a la porción del Pueblo de Dios que se les va a encomendar. Ayudemos al seminario con nuestra oración y cercanía. También colaboremos en sus necesidades materiales y económicas.

6. Y el hermoso tiempo de Adviento desembocará en la solemnidad del Nacimiento del Señor. En la Misa de medianoche del día de Navidad, la Iglesia proclama la lectura del profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tiniebla vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló” (Is, 9, 1-2). Y esa luz resplandece en un Niño, recostado humildemente en un pesebre. Nunca alcanzaremos a comprender plenamente el amor que se esconde en un Dios que ha tomado para siempre nuestra carne para hacernos partícipes de su amor y vida. Es un misterio revelado a la gente sencilla y escondido a los que se creen sabios (cfr. Mt 11, 25). Un misterio que necesita de corazones humildes y sencillos para ser acogido. Un misterio que posibilita reconocernos hermanos y obrar como tales. Que el tiempo de Adviento nos ayude a prepararnos a recibir con agradecimiento este misterio del amor de Dios. Que la Virgen María, a quien veneramos en este tiempo como Virgen de la Esperanza y en Navidad como Madre de Dios y Madre nuestra, nos enseñe a acoger el don de Dios. Con gran afecto.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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