Mensaje
Domund 2017
La
misión en el corazón de la fe cristiana
Queridos
hermanos y hermanas.
1.
El lema de la campaña del DOMUND de este año pone la misión en el corazón, en el
centro de la fe cristiana. Jesús, antes de volver junto al Padre, ordenó a sus
discípulos: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mt 28, 19-20). Por tanto, la misión es un
encargo que el Señor hace a quienes se reconocen en su discipulado.
2.
Vemos que este mandato de Jesús contiene varios elementos. La primera parte del
mandato se sustenta en la segunda que constituye una promesa consoladora y
esperanzadora: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Él se ha querido quedar junto a nosotros, en medio de nosotros. Su presencia
ilumina toda la existencia humana, llenándola de amor, esperanza y misericordia.
Ya no podemos decir que estamos solos. El Señor está con nosotros y si Él está,
está también todo su Cuerpo que es la Iglesia. De este modo nos vemos
sumergidos en una realidad más grande, en una comunión que nos es dada como un
regalo inmenso de Dios. El discípulo de Jesús vive en comunión con Él y con los
hermanos.
3.
Fundamentados en esta presencia de Jesús, en su presencia real y operativa, y
fiados en su palabra, podemos echar cada día las redes en el inmenso mar del
mundo, como hizo Pedro ante la invitación de Jesús. Este mar es muy diverso en
pueblos, naciones, razas, lenguas, culturas. Y Jesús indica las dos acciones
por las que este discipulado puede hacerse realidad: mediante el bautismo y
mediante la enseñanza de guardar lo que el Señor nos ha confiado. Ambas
acciones están sostenidas y operadas por el Espíritu Santo. "Nadie puede
decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo"
(1 Co 12, 3). La enseñanza no prende el corazón humano si no es bajo la acción
del Espíritu. Así mismo, en el bautismo somos incorporados a la vida de Jesús
por medio del Espíritu, que es infundido en nuestros corazones. Si la misión se
encuentra en el corazón de la fe, el Espíritu Santo se encuentra en el corazón
de la misión. Él suscita nuevas vocaciones a la vida misionera y la sostiene
con sus dones que inflaman todas las dimensiones del discípulo de Jesús.
4.
Esta misión no es una tarea individual, sino comunitaria y coral. Cristo nos
sumerge en la realidad comunional de la Iglesia. La evangelización es una tarea
en comunión. El mismo Espíritu Santo es el artífice de esta comunión y hace
posible que la diversidad de pueblos, lenguas, razas y naciones puedan constituir
en Jesús un único pueblo. En su mensaje de este año, el Papa Francisco se
dirige de modo particular a los jóvenes con motivo del próximo sínodo dedicado
a el discernimiento y la fe en los jóvenes. Afirma que ellos son la esperanza
de la misión. Efectivamente, el corazón joven es capaz de responder con
generosidad inusitada y gran audacia a la llamada del Señor. El acomodamiento,
aburguesamiento, la falta de inquietud misionera es propio de corazones
envejecidos. La llamada a la misión debe estimular no sólo a los jóvenes en
edad, sino también a los que queremos desatar nuestro corazón de aquello que lo
envejece y lo acartona, que le impide responder con prontitud y alegría. De un
modo u otro, todos estamos convocados a la misión y a participar en ella. Pidamos
la luz de Dios para ver de qué modo esta llamada se hace realidad en nuestras
vidas.
5.
María, cuando recibió el anuncio del ángel Gabriel, “se puso en camino y fue
aprisa a la montaña” (Lc 1, 39) al encuentro de su prima Isabel en actitud de
anuncio y de servicio. La misión nos pone en camino, con energías renovadas, a
participar del anuncio del Evangelio y de la edificación del Reino de Dios.
Anunciar y servir son dos caras de la misma moneda que nacen de la profunda
experiencia de Dios. Que esta jornada del DOMUND haga de nuevo que la misión se
sitúe en el corazón de nuestra fe, que la misión resuene con fuerza en el fondo
de nuestro corazón. Encomendamos a nuestros misioneros y misioneras, y nos
comprometemos a ayudarles con nuestra oración y nuestra colaboración material y
económica. Oremos por las vocaciones a la misión y hagamos que el ardor
misionero se reavive en nuestros corazones y nos saque de nuestros conformismos
para caminar hacia la misión, confiados en la palabra y la llamada del Señor.
Lo pedimos por medio de María, Reina y Madre de la misión. Con gran afecto.
+
Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo
de Bilbao
No hay comentarios:
Publicar un comentario