jueves, 23 de septiembre de 2021

Papa invita a seguir ejemplo del Padre Pío para ser instrumentos del amor de Dios

En el día en que la Iglesia Católica universal recuerda la memoria litúrgica de San Pio de Pietrelcina, el Papa Francisco alentó a imitar el ejemplo del Padre Pío para ser “instrumentos del amor de Dios por los más débiles”.

Este 23 de septiembre el Santo Padre envió un mensaje en su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_es para recordar la fiesta del Padre Pío, franciscano capuchino italiano venerado por numerosos fieles en todo el mundo.

“San Pío de Pietrelcina dedicó su vida a la oración y a la escucha paciente de los hermanos, sobre cuyos sufrimientos derramaba como un bálsamo la caridad de Cristo”, señaló el Papa.

San Pío de Pietrelcina fue un fraile y sacerdote perteneciente a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.). Recibió los estigmas de Jesucristo en las manos, los pies y el costado. Se hizo célebre también por haber obrado milagros en vida y por los dones extraordinarios que Dios le concedió.

Uno de esos dones fue su extraordinaria capacidad para acercarse y entender el alma humana, a tal punto que podía leer los corazones y las conciencias de quienes se le acercaban. Esa capacidad para penetrar y desnudar el alma humana, que brotaba de la caridad que movía su corazón, lo convirtió en un confesor único. Abundantes testimonios corroboran que quienes acudían a él para confesarse encontraban ese rostro de Dios que acoge al pecador.

El Padre Pío nació en Pietrelcina, Campania (Italia), el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco Forgione, pero, cuando recibió el hábito de franciscano capuchino, tomó el nombre de “Fray Pío”, en honor a San Pío V.

A los cinco años tuvo una visión de Cristo, quien se le presentó como el Sagrado Corazón de Jesús. Cristo mismo posó su mano sobre la cabeza del pequeño Pío. El niño, en respuesta, le prometió al Señor que sería su servidor siguiendo los pasos de San Francisco de Asís. Desde entonces, Pío tuvo una vida marcada por una estrechísima relación con Jesús y con su Madre, la Virgen María. Ella se le apareció en numerosas oportunidades a lo largo de su vida.

Cumplidos los 15 años, Pío se presentó para ser admitido en el convento franciscano de Morcone. El 10 de agosto de 1910, Pío fue ordenado sacerdote. Al poco tiempo, enfermó de fiebres y dolores muy fuertes, los que obligaron a sus superiores a enviarlo a Pietrelcina para que se recuperara.

En 1916 Pío fue al Monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda permanecer en ese convento, tras cuyas paredes recibió la gracia de los estigmas.

Además, el Padre Pío fue un hombre preocupado por los más necesitados. El 9 de enero de 1940 convenció a sus grandes amigos espirituales de fundar un hospital para curar los “cuerpos y también las almas” de la gente necesitada de su región. El proyecto tomó algunos años, pero finalmente se inauguró el 5 de mayo de 1956 con el nombre de “Casa Alivio del Sufrimiento”.

El Padre Pío partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968, después de horas de agonía repitiendo con voz débil “¡Jesús, María!”.

San Juan Pablo II tuvo una especial admiración por él, y no son pocos los que señalan que el Padre Pío, en confesión, le predijo que llegaría a ser Papa.

San Pío de Pietrelcina fue canonizado el 16 de junio de 2002, durante la ceremonia, San Juan Pablo II dijo que “oración y caridad es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del Padre Pío”.

(Publicado en ACIPRENSA)

jueves, 16 de septiembre de 2021

Homilía del Papa Francisco en la Misa en el día de Nuestra Señora de los Dolores

En su último día en Eslovaquia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa en la explanada del Santuario Nacional de Šaštin, basílica dedicada a Nuestra Señora de los Siete Dolores, patrona del país.

Durante su homilía el Papa Francisco pidió no olvidar que “no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida”, pues Jesús ha venido para llevar “luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse”.

Antes de finalizar hizo un llamado a mirar a la Virgen Madre Dolorosa, para así “abrirnos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros”.

A continuación el texto completo de la homilía:

En el templo de Jerusalén, los brazos de María se extienden hacia los del anciano Simeón, que puede acoger a Jesús y reconocerlo como el Mesías enviado para la salvación de Israel. En esta escena contemplamos quién es María: es la Madre que nos da al Hijo Jesús. Por eso la amamos y la veneramos. Y el pueblo eslovaco acude con fe y devoción a este Santuario nacional de Šaštín, porque sabe que es Ella la que nos da a Jesús. En el logo de este Viaje apostólico hay un camino dibujado dentro de un corazón que está coronado por la cruz: María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros.

A la luz del Evangelio que hemos escuchado, podemos mirar a María como modelo de la fe. Y reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión.

En primer lugar, la fe de María es una fe que se pone en camino. La joven de Nazaret, apenas recibido el anuncio del Ángel, «se fue rápidamente a la región montañosa» (Lc 1,39) para ir a visitar y ayudar a Isabel, su prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido la visita del Ángel, no se quedó quieta contemplándose a sí misma entre las cuatro paredes de su casa. Al contrario, vivió el don recibido como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa, dio vida y cuerpo a la impaciencia con la que Dios quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos con su amor. Por eso María se puso en camino. A la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro.

También el Evangelio de hoy nos hace ver a María en camino, hacia Jerusalén, donde junto con José su esposo presenta a Jesús en el templo. Y toda su vida será un camino detrás de su Hijo, como primera discípula, hasta el Calvario, a los pies de la cruz. María camina siempre.

Así, la Virgen es modelo de la fe de este pueblo eslovaco, una fe que se pone en camino, animada siempre por una devoción sencilla y sincera, peregrinando siempre en busca del Señor. Y, caminando, ustedes vencen la tentación de una fe estática, que se contenta con cualquier rito o tradición antigua, y en cambio salen de ustedes mismos, llevan en la mochila las alegrías y los dolores, y hacen de la vida una peregrinación de amor hacia Dios y los hermanos. ¡Gracias por este testimonio! Y, por favor, ¡sigan en camino!

Cuando la Iglesia se detiene se enferma, cuando los sacerdotes se detienen enferman al pueblo de Dios.

La fe de María también es una fe profética. Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios (cf. Lc 1,52). Representante de todos los “pobres de Yahvé”, que gritan a Dios y esperan la venida del Mesías, María es la Hija de Sion anunciada por los profetas de Israel (cf. So 3,14-18), la Virgen que concebirá al Dios con nosotros, el Emmanuel (cf. Is 7,14). Como Virgen Inmaculada, María es icono de nuestra vocación. Como Ella, estamos llamados a ser santos e irreprochables en el amor (cf. Ef 1,4), siendo imagen de Cristo.

La profecía de Israel culmina en María, porque Ella lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios hecha carne. Él realiza plena y definitivamente el designio de Dios. De Él, Simeón dijo a la Madre: «Este niño está puesto para que muchos caigan y se eleven en Israel, y como un signo de contradicción» (Lc 2,34).

No olvidemos esto: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de contradicción. Ha venido para llevar luz donde hay tinieblas, haciéndolas salir al descubierto y obligándolas a rendirse. Por eso las tinieblas luchan siempre contra Él. Quien acoge a Cristo y se abre a Él resurge, quien lo rechaza se cierra en la oscuridad y se arruina a sí mismo. Jesús les dijo a sus discípulos que no había venido a traer paz sino una espada (cf. Mt 10,34). En efecto, su Palabra, como espada de doble filo, entra en nuestra vida y separa la luz de las tinieblas, pidiéndonos que decidamos. Ante Jesús no se puede permanecer tibio, con “el pie en dos zapatos”. Acogerlo significa aceptar que Él desvele mis contradicciones, mis ídolos, las sugestiones del mal; y que sea para mí resurrección, Aquel que siempre me levanta, que me toma de la mano y me hace volver a empezar.

También Eslovaquia necesita hoy estos profetas. También vosotros obispos. No se trata de ser hostiles al mundo, sino “signos de contradicción” en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte.

Por último, María es la Madre de la compasión. Su fe es compasiva. Aquella que se definió “la sierva del Señor” (cf. Lc 1,38) y que, con materna solicitud, se preocupó de que no faltara el vino en las bodas de Caná (cf. Jn 2,1-12), compartió con el Hijo la misión de la salvación, hasta el pie de la cruz. En ese momento, en el angustioso dolor vivido en el Calvario, Ella comprendió la profecía de Simeón: «Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,35). El sufrimiento del Hijo agonizante, que cargaba sobre sí los pecados y los padecimientos de la humanidad, la atravesó también a Ella. Jesús desgarrado en la carne, hombre de dolores desfigurado por el mal (cf. Is 53,3); María desgarrada en el alma, Madre compasiva que recoge nuestras lágrimas y al mismo tiempo nos consuela, señalándonos la victoria definitiva en Cristo.

Y María Dolorosa al pie de la cruz simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte.

Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación.

Queridos hermanos y hermanas, que el Señor siempre les conserve el asombro y la gratitud por el don de la fe. Y que María Santísima les obtenga la gracia de que vuestra fe siempre siga en camino, tenga el respiro de la profecía y sea rica de compasión.

(publicado en ACIPRENSA)

jueves, 2 de septiembre de 2021

Papa Francisco destaca el valor de la vida: Todo lo que es vida viene de Dios que es amor

El Papa Francisco destacó el valor de la vida y de la maternidad este 2 de septiembre al recordar que “en el principio está el Amor, el amor de Dios” ya que “todo lo que es vida, todo lo que es bello, bueno y verdadero viene de ahí, de Dios que es amor, como la vida humana viene del corazón y del seno de una madre”.

Así lo dijo el Santo Padre al reanudar en el Palacio Apostólico Vaticano las audiencias privadas para pequeños grupos de personas después de la tradicional pausa de verano y del tiempo de convalecencia debido a la cirugía intestinal a la que fue sometido el pasado 4 de julio.

De este modo, el Papa recibió en la mañana de este 2 de septiembre a miembros de la Fundación Arché, entre los que se encontraban madres con sus hijos pequeños y su fundador, P. Giuseppe Bettoni.

En su discurso de saludo, el Santo Padre agradeció su visita y por “contarme su historia, no sólo con palabras, sino con sus rostros y su presencia”.

Dirigiéndose a P. Bettoni, el Papa dio las gracias “por su trabajo durante estos treinta años desde que comenzó su compromiso de acoger a las madres con hijos” y añadió bromeando: “¿empezaste a trabajar desde la Primera Comunión?”.

Luego, el Santo Padre reflexionó en el nombre de la Fundación Arché “que recuerda el origen, el principio, y sabemos que en el principio está el Amor, el amor de Dios”.

“Todo lo que es vida, todo lo que es bello, bueno y verdadero viene de ahí, de Dios que es amor, como la vida humana viene del corazón y del seno de una madre, y del seno de una Madre vino Jesús, que es el Amor que se hizo carne, que se hizo hombre”, afirmó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre subrayó que “al principio están los rostros: para ustedes son los rostros de esas madres y de esos niños que han acogido y ayudado a liberarse de las ataduras de la violencia y el maltrato. También mujeres migrantes que llevan en sus carnes experiencias dramáticas”.

No para los pobres, sino con los pobres

“Sus comunidades de acogida son un signo de esperanza en primer lugar para ellas, para estas mujeres y sus hijos. Pero también son un signo de esperanza para ustedes que comparten sus vidas con ellos y para los voluntarios, los jóvenes, las jóvenes, las parejas jóvenes que en estas comunidades experimentan el servicio no sólo para los pobres -algo muy bueno- pero es todavía más bueno con los pobres”, indicó el Papa.

Además, el Santo Padre explicó que “la Madre y el Niño es un icono muy familiar para nosotros los cristianos” y añadió “ustedes no se han quedado sólo en una bella imagen: la han traducido en una experiencia concreta, hecha de historias y rostros concretos. Esto significa ciertamente problemas, dificultades, fatigas... Pero al mismo tiempo significa alegría, la alegría de ver que el compartir abre caminos de libertad, renacimiento y dignidad”.

Finalmente, el Papa Francisco bendijo su trabajo y los animó a seguir adelante “hasta que el Señor quiera” y les agradeció por la próxima inauguración de una casa en Roma que albergará una nueva comunidad.

“Que sea un lugar donde se viva el estilo de Dios, que es cercanía, ternura y compasión. Y que la estructura esté siempre al servicio de las personas, no al revés. Que el Espíritu Santo renueve siempre en ustedes la alegría del Evangelio, y que la Virgen les proteja. Por favor, recen también por mí”, concluyó el Papa.

La inauguración de la "CasArché" en Roma se llevará a cabo el sábado 4 de septiembre con la presencia del vice gerente de la Diócesis de Roma, Mons. Gianpierto Palmieri, en donde seis mujeres con sus hijos vivirán allí hasta alcanzar una completa autonomía.

(publicado en ACIPRENSA)

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Hemos entrado en Cuaresma, tiempo de preparación para celebrar la Semana Santa, con la Pascua cristiana: el triunfo de Cristo, después de su...