lunes, 28 de septiembre de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - DOMINGO XXVI

 

 

DOMINGO XXVI

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

1. Estamos viviendo unos momentos difíciles. La crisis sanitaria, económica y social nos está haciendo daño. Vemos en nuestro entorno hechos que nos llenan de tristeza. Pero también vemos acciones que nos llenan de esperanza. Muchas personas llevan meses volcadas en ayudar a los demás. Estas personas alimentan nuestra esperanza. También nosotros estamos llamados a servir, como Jesús nos ha enseñado.

 

2. Muchos se preguntan dónde está Dios en esta situación. ¿Es que se ha olvidado de nosotros? Como nos dice el profeta Isaías: “¿Puede una madre olvidar a su hijo? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré” (IS 49, 15). El mal no sólo no procede de Dios. Él no ha creado ni el sufrimiento ni la muerte. Jesús asume todo el sufrimiento humano. Lo abre a la esperanza y lo llena de vida. Dios se pone siempre de parte del que sufre. Esta es la gran misericordia de Dios. Esta misericordia sigue también hoy actuando poderosamente entre nosotros.

 

3. Hemos escuchado en la primera lectura las palabras del profeta Isaías: “Recordad la misericordia del Señor”. Recordar significa volver a pasar por el corazón. Necesitamos traer a nuestra vida todo lo bueno que Dios nos da: la vida, nuestros padres, familia, amigos, la naturaleza, el trabajo, el descanso, la Palabra de Dios, la Eucaristía, la Iglesia… Debemos recordar cada día la presencia de Dios en nuestra vida. Recordar que Él mismo nos sostiene con su amor. Él nos levanta cada día.

 

4. Por eso, el salmo nos invita a agradecer esta presencia de Dios. Hemos contestado a la primera lectura: “Te doy gracias de todo corazón por tu misericordia”. También San Pablo, en la segunda lectura, nos invita a reconocer los dones que Dios nos da. También podemos estar seguros de la fidelidad de Dios. Él nos sostiene hasta el final con su amor.

 

5. Pero el evangelio nos advierte de que sólo los pequeños son capaces de reconocer en la vida el amor de Dios. Dios se revela a los humildes, a los que confían en Él; a quienes ponen la vida en sus manos. En estos tiempos duros de crisis vuelve a ofrecernos su invitación: “Venid los que estáis cansados y agobiados. Yo os aliviaré”. Sí, en Él podemos encontrar nuestro descanso. Con Él vuelva a amanecer la esperanza en nuestra vida. En Él encontramos fuerzas para recomenzar. Con Él podemos entregarnos a los demás en la ayuda y el servicio. Nos invita a unirnos a Él mediante el yugo suave del amor.

 

6. En esta celebración queremos dar gracias a Dios por la vida y ministerio de Kepa. Los últimos dieciocho años de servicio los ha dedicado a esta parroquia y las parroquias del entorno. Él ha hecho realidad las palabras de Jesús: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22, 27). Gracias Kepa por estos años de servicio intenso. No hay nada más hermoso que envejecer sirviendo a Dios y a los demás. Nada más hermoso que repartir a manos llenas la Palabra de Dios y el Cuerpo y Sangre del Señor. Nada más hermoso que atender a los enfermos y necesitados. Nada más hermoso que llamad a la vida por el Bautismo y la Eucaristía a los niños; al amor a los esposos, a la vida eterna a los difuntos. Nada más hermoso que servir los enfermos y a los pobres. Tus manos están llenas de frutos de eternidad. En nombre de Dios y de la Iglesia, gracias de corazón, querido Kepa.

 

7. También hoy acogemos a quien será vuestro nuevo párroco, José Agustín. Lleva nueve años sirviendo en este territorio como vicario. La Iglesia le encomienda la tarea particular de servir esta parroquia y las parroquias circundantes. En este pueblo marinero, resuenan de modo especial las palabras de Jesús: “Rema mar adentro y echa las redes”. Bien conocen las gentes de Lekeitio la dureza de la vida en el mar. Tras una noche de cansancio, Pedro y sus compañeros no habían pescado nada. Pero fiados en la Palabra de Dios volvieron a echar las redes. El evangelista nos dice que la pesca fue tan grande que casi se rompían las redes. Hoy es tiempo de volver a echar esas redes confiando en la invitación de Jesús. Querido José Agustín, se te confía una porción del Pueblo de Dios. Nada más hermoso y más bello que servirlo de corazón. Dios está contigo y una vez más te consagra y te envía. Él es fiel a su promesa. Él guiará tus pasos y te sostendrá en esta hermosa tarea. Cuenta también con nuestra ayuda y nuestra oración.

 

8. Terminamos acudiendo a la protección materna de la Virgen de la Antigua. Quedó en mí el recuerdo imborrable del aniversario de su coronación canónica. El modo en que Lekeitio dio testimonio de lo que quiere a la Virgen. Desde este templo cuida a los hijos e hijas de Lekeitio. Una vez más, hoy nos ponemos en su regazo de madre. Virgen de la Antigua, madre de Dios y madre nuestra, acompáñanos en el camino, cuida siempre de nosotros. AMEN.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

martes, 22 de septiembre de 2020

NOTICIAS PAPA FRANCISCO

Papa Francisco: Decir gracias a Dios es una hermosa oración

El Papa Francisco recibió este 21 de septiembre en el Vaticano a pacientes del Centro de Autismo “Sonneschein” a quienes les sugirió cómo rezar de forma sencilla.

“Cada uno de nosotros es hermoso a los ojos de Dios, y Él nos quiere. Esto nos hace sentir la necesidad de decir a Dios: ¡gracias! ¡Gracias por el don de la vida, por todas las creaturas! ¡Gracias por mamá y papá! ¡Gracias por nuestras familias!”, destacó el Santo Padre.

En esta línea, el Papa dijo que este decir “gracias” a Dios “es una hermosa oración” porque “a Dios le gusta este modo de rezar” y sugirió que es posible añadir pequeñas súplicas.

“Por ejemplo: Buen Jesús, ¿podrías ayudar a mamá y a papá en el trabajo? ¿Podrías dar un poco de consuelo a la abuela que está enferma? ¿Podrías darle comida a los niños de todo el mundo que no tienen que comer? O: Jesús, te pido ayudar al Papa a guiar bien la Iglesia” dijo el Santo Padre quien añadió: “Si ustedes piden con fe, el Señor ciertamente los escucha”.

Además, el Papa señaló que el significado del centro “Sonneschein”, que se localiza en Austria, significa “esplendor del sol” y agradeció a los padres, acompañadores y a todos los presentes por esta bella iniciativa y por el compromiso a favor de los pequeños porque “todo lo que han hecho por uno de estos pequeños, lo han hecho a Jesús”.

Finalmente, el Santo Padre rezó para que la Virgen los proteja y concluyó en alemán que por favor recen por él ya que “este trabajo no es fácil”.

(publicado en ACIPRENSA)

 

martes, 15 de septiembre de 2020

NOTICIAS PAPA FRANCISCO

Papa Francisco: La Virgen no olvida nuestras súplicas, es Madre

El Papa Francisco afirmó que “la Virgen no olvida, no olvida nuestras súplicas: es Madre”.

Así lo indicó el Santo Padre este 12 de septiembre, fiesta del Santo Nombre de María, al recibir en audiencia a los familiares de las víctimas que fallecieron en una discoteca de la localidad italiana de Corinaldo (Ancona) el 8 de diciembre de 2018.

“Este encuentro ayuda a mi y a la Iglesia a no olvidar, a tener en el corazón, y sobretodo a confiar a sus seres queridos al corazón de Dios Padre”, dijo el Papa quien agradeció a los presentes por compartir su dolor y su oración.

 

“Cada muerte trágica trae consigo un dolor grande. Pero cuando roba a cinco adolescentes y una madre joven, es inmenso, insoportable sin la ayuda de Dios”, reconoció el Santo Padre quien añadió que no entra “en las causas que llevaron a los accidentes en ese club nocturno donde murieron sus familiares. Pero me uno de todo corazón a su sufrimiento y su legítimo deseo de justicia”.

En esta línea, el Papa destacó que quería ofrecerles “una palabra de fe, de consolación y de esperanza”.

Acerca del lugar en donde ocurrió la tragedia, el Santo Padre señaló que la población de Corinaldo está ubicada cerca del Santuario de Nuestra Señora de Loreto “y entonces yo quiero -queremos- pensar que Ella, como Madre, nunca les ha quitado la mirada, especialmente en ese momento de dramática confusión; que los acompañó con su ternura”.

“¡Cuántas veces la han invocado en el Ave María: ‘ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte’! Y aunque si en aquellos instantes caóticos no han podido hacerlo, la Virgen no olvida, no olvida nuestras súplicas: es Madre. Seguramente los ha acompañado en el abrazo misericordioso de su Hijo Jesús”, advirtió el Papa.

Además, el Santo Padre recordó que la tragedia ocurrió en la noche, en las primeras horas del 8 de diciembre de 2018, fiesta de la Inmaculada Concepción, y que en ese mismo día al finalizar el Ángelus “rezó con la gente por las jóvenes víctimas, los heridos y por ustedes familiares”.

“Sé que muchos, comenzando por sus obispos, aquí presentes y por sus sacerdotes y sus comunidades, los han sostenido con la oración y el afecto”, dijo el Papa quien añadió que “también mi oración por ustedes continúa y los acompaño con mi bendición”.

En este sentido, el Papa dijo que “cuando perdemos a nuestro papá o mamá somos huérfanos. Hay un adjetivo: huérfano, huérfana. Cuando en el matrimonio se pierde al cónyuge, quien permanece es viudo o viuda. Hay un adjetivo también para esto. Pero cuando se pierde un hijo, no existe un adjetivo. La pérdida de un hijo es imposible ‘adjetivar’. Perdí a mi hijo ¿qué soy? No, no soy ni huérfano, ni viudo. Perdí un hijo, sin adjetivo, no hay. Y esto es su gran dolor”.

Finalmente, el Santo Padre invitó a rezar juntos un Ave María por las víctimas: Asia, Benedetta, Daniele, Emma, Mattia y Eleonora.

(publicado en ACIPRENSA)

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Papa Francisco: El Crucifijo es el gran libro del amor de Dios

El Papa Francisco señaló este 14 de septiembre, día en que la Iglesia celebra la Exaltación de la Cruz, que el Crucifijo “es el gran libro del amor de Dios”.

Así lo indicó el Santo Padre en un mensaje escrito en su cuenta oficial de Twitter @Pontifiex_es en el que destacó que “la revelación del amor de Dios por nosotros parece una locura” pero añadió que “cada vez que miramos el Crucifijo encontramos este amor”.

En esta línea, el Papa Francisco exhortó en la Audiencia General del miércoles de la pasada Semana Santa a “abrir todo el corazón en la oración” con el Crucifijo y el Evangelio.

“Dejemos que fije su mirada en nosotros” para comprender que “no estamos solos, sino que somos amados, porque ¡el Señor no nos abandona y no se olvida de nosotros, nunca!”, indicó el Papa el 8 de abril de 2020.

Además, el Santo Padre invitó en el Ángelus del 12 de marzo de 2017 a contemplar “devotamente la imagen del Crucifijo” porque es “el símbolo de la fe cristiana, es el símbolo de Jesús, muerto y resucitado por nosotros”. 

En este sentido, el Papa explicó que la cruz “es el signo más desconcertante” porque es “realmente una revelación de Dios al revés” ya que “precisamente a través de la cruz, Jesús alcanzará la gloriosa resurrección” y que será definitiva.

“Jesús transfigurado en el monte Tabor quiso mostrar a sus discípulos su gloria, no para evitarles pasar por la cruz, sino para indicar a dónde lleva la cruz. El que muere con Cristo, con Cristo resucitará. Y la cruz es la puerta de la resurrección. Quien lucha junto a Él, con Él triunfará”, afirmó.

Por último, el Santo Padre advirtió en aquella ocasión que “la cruz cristiana no es un utensilio de la casa o un adorno para llevar, sino la cruz cristiana es un recordatorio del amor con que Jesús se sacrificó para salvar a la humanidad del mal y del pecado”.

(publicado en ACIPRENSA)

jueves, 10 de septiembre de 2020

DON MARIO - Eucaristía por los fallecidos durante la pandemia

Eucaristía por los fallecidos durante la pandemia

Muy querido Obispo Auxiliar don Joseba, Excelentísimo Cabildo Catedral, hermanos sacerdotes y diáconos.  Muy queridas autoridades que nos acompañáis, Señor Alcalde, Señora Presidenta de las Juntas Generales, Señor Diputado de Economía y Finanzas, Señor Subdelegado del Gobierno, muchas gracias por vuestra presencia, constituye para nosotros un motivo de estímulo y ánimo, muchas gracias por el trabajo intenso desempeñado en los últimos meses.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, de modo particular a los familiares de los fallecidos en estos tiempos de pandemia.

 

El apóstol San Pablo en su carta a los romanos recoge una afirmación ciertamente misteriosa, que dice así; “La creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad sino por aquel que la sometió con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud, de la corrupción”.  Este texto nos habla de una corrupción, presente en la propia naturaleza, y también de una esperanza, y nos dice que también la creación necesita ser liberada y redimida solidariamente con nosotros, de un germen de corrupción, que ciertamente no pertenece al plan amoroso de Dios. Efectivamente la mortalidad y el sufrimiento que estamos padeciendo no procede esta vez de luchas fratricidas o de intereses particulares que en tantas ocasiones generan violencia y muerte.

 

La historia de la humanidad ha conocido tiempos de calamidades que proceden de la misma condición contingente de la naturaleza, queremos tener un recuerdo a los países más empobrecidos, la malaria sigue siendo la segunda causa de muerte en África, después del hambre, efecto ciertamente de nuestro egoísmo, injusticia y falta de amor. Las pandemias de peste o cólera han hecho estragos en la historia de occidente, de ahí por ejemplo el patronazgo de San Roque de muchas poblaciones para defender al pueblo frente a la peste, y otras más recientes como las gripes más o menos virulentas, recordemos la gripe de hace un siglo, en 1918 que causó millones de muertos, pero estábamos en la Primera Guerra Mundial y quizá paso más desapercibida, el ébola, el virus del síndrome agudo respiratorio hace unos años, y otras muchas, y ahora ha sido el coronavirus.  La historia nos muestra que no es la primera pandemia, ni desgraciadamente será la última.  Como nos ha dicho San Pablo en la carta a los romanos; “También la creación con nosotros aguarda con esperanza la redención”, una redención que en su fundamento último no viene de nosotros, una redención que tampoco procede de un optimismo ideológico, del devenir de la historia, el siglo XX ha sido el siglo más inhumano, con más muertes de la historia de la humanidad, y puede proceder únicamente de los avances admirables y necesarios de la ciencia, que indudablemente tanto bien nos proporcionan y tanto necesitamos, lo hemos visto estos días.  La redención de la que nos habla San Pablo abarca tanto la creación como la propia dimensión corporal de nuestra vida, y tiene su fundamento en el don de haber sido constituido hijos e hijas de Dios en Cristo, que ha tomado nuestra carne, nuestra carne mortal y que ha asumido la historia humana, también con sus sufrimientos sus luces y sus sombras.  En Cristo radica la fundamental y definitiva esperanza, tanto para quienes vivimos, como para los que lamentablemente nos han dejado durante estos meses.  La dimensión trascendente es esencial a la existencia humana, nuestro origen y destino último se encuentran en Dios, el da sentido a nuestro devenir y a nuestra historia, también a los episodios oscuros, dolorosos, incluso incomprensibles como estos que estamos viviendo, Él mismo ha asumido nuestra naturaleza para en ella sellar una alianza nueva y definitiva, como afirma el libro de la sabiduría; “Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes, sino que todo lo creo para que subsistiera”.  Efectivamente Dios no es el origen del mal, ni autor del sufrimiento, sino al contrario, Dios se pone siempre de parte del que sufre para ayudarlo, como dice San Juan; “Dios no envió a su hijo al mundo para juzgarlo, sino para que el mundo se salve por Él”.  Y esta salvación y esta vida también alcanzan a la misma creación, informa de una paz nueva y distinta, Jesús nos dice; “Os dejo la paz, no os la doy como la da el mundo”.  Y así también profetiza Isaías en un texto sorprendente y extraño; “Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, un muchacho será su pastor, nadie causará daño ni estrago en todo mi monte santo porque está lleno el país del conocimiento del Señor”.  Es una paz perfecta y terminada, cuando se cumpla la plenitud del tiempo y la historia, fruto del amor de la misericordia y del perdón.

 

Dios cuida de su creación, de modo particular del ser humano a quien ha creado a su imagen y semejanza, y con quien ha establecido una alianza eterna de amor, y le ha encargado participar del cuidado de la creación, y ante todo del cuidado de los unos a los otros, por medio del amor.

 

La Eucaristía es signo y la presencia de este amor de Dios, y también fuente de la que podemos siempre beber, para amar a los demás como Jesús nos ha amado.  Este amor así lo ha manifestado durante este tiempo duro de pandemia, tantas personas, familias, profesionales, voluntarios, organizaciones, instituciones, que se han volcado sin reservas, incluso a riesgo de sus propias vidas en el servicio de los demás, también las parroquias, sacerdotes, diáconos, comunidades religiosas, laicos, equipos, instituciones eclesiales, han dado lo mejor de sí mismos para servir y atender, todos, cada uno en su ámbito, habéis sido sembradores de vida y habéis mantenido con fortaleza la llama de la esperanza que tanto necesitamos, habéis mostrado el auténtico rostro de la fraternidad humana, y de la entrega generosa.

 

En esta Eucaristía queremos dar gracias a Dios por todos y cada uno de vosotros, también por los más escondidos, por los que su vida no aparece, o parece que no tiene brillo, manifestamos de corazón nuestro agradecimiento y admiración.

 

La atención personal tanto en el ámbito material como en el social y espiritual se hace especialmente necesaria a los que sufren, particularmente queremos tener un recuerdo a las personas mayores, a quienes viven en soledad, en la residencias, a los enfermos, queremos estar de modo muy particular junto a vosotros, y manifestaros que vuestras vidas son un auténtico don para la iglesia, para la sociedad, y que podéis y debéis contar con nosotros, para que vuestras vidas estén siempre acompañadas, sean luminosas y esperanzadas, queremos agradeceros el testimonio de la entrega de toda vuestra vida, y en la ancianidad sintáis el calor de nuestro amor y de nuestra ayuda.

 

La muerte nos ha golpeado duramente, la pandemia ha causado el sufrimiento más desgarrador en el corazón de muchas familias, que han visto enfermar y fallecer a sus seres queridos, en ocasiones sin poder ofrecerles la compañía y el consuelo que hubieran necesitado.  Ofrecemos esta Eucaristía por ellos, uno por uno, de modo personal, por su propio nombre, por todos ellos.

 

Hemos visto la importancia de atender no solo la dimensión corporal de los enfermos, sino también las necesidades afectivas, psicológicas, espirituales, y familiares, lo que constituye un auténtico cuidado integral.  A quienes han fallecido Dios los ha acompañado en el momento definitivo de sus vidas, no han estado solos, Cristo ha estado con ellos, llenándolos de paz, abrazándolos con sus manos traspasadas, llevándolos a la morada definitiva, donde nos aguardan y donde interceden por nosotros, permaneciendo para siempre unidos con nosotros por medio del amor, también participando hoy en la presencia de Dios de esta Eucaristía.

 

Tenemos por delante unos tiempos difíciles de reconstrucción, tenemos que ayudar a quienes se han visto perjudicados por la pandemia, la crisis económica y social en la que nos vemos inmersos requiere redoblar esfuerzos en generosidad y en compromiso personal, social e institucional.  La Iglesia diocesana quiere ofrecer lo que es y lo que tiene, para colaborar en esta tarea, es tiempo para vivir las bienaventuranzas que nos hablan de una esperanza cierta, que proviene el amor de Dios que se manifiesta en gestos concretos y cotidianos.  Es tiempo para la magnanimidad, la generosidad, el esfuerzo, la constancia, superando intereses particulares en el servicio del bien común.  Y en ese tiempo necesitamos seguir adoptando con gran responsabilidad las medidas personales y sociales de prevención del contagio, principalmente como servicio de caridad hacia los demás.

 

Hoy celebramos la fiesta del apóstol Santiago, patrono de Bilbao, titular de esta Santa Iglesia Basílica Catedral, el transcurso de su vida manifiesta una progresiva y admirable transformación interior, y aspirar a ocupar un puesto de prestigio junto al Señor, según el espíritu mundano, queremos sentarnos a tu derecha y a tu izquierda, llego a derramar humildemente su sangre por amor a Dios, y en el servicio abnegado del Evangelio, imitando al maestro, y haciendo realidad lo que nos ha dicho San Pablo en la segunda lectura que hemos escuchado; “Mientras vivimos continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne, así la muerte está actuando en nosotros, para que la vida actúe en vosotros”.  Pienso que esto ha sido también el modo de actuar de muchas personas que han ayudado, la muerte actúa en nosotros con riesgo de contagio, algunos han fallecido ayudando a los demás para que la vida actúe en vosotros.  Este es también hoy el servicio que nos encarga el Señor, entregar la vida en el servicio generoso, para que la vida de Dios alcance a todos, y nos encomendamos junto a Santiago a Nuestra Madre la Virgen de Begoña, que ella cuide de nosotros con su corazón materno, y nos enseñe a querernos y ayudarnos sin cansarnos, como hermanos.

 

Que así sea

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

Alegría en el corazón de Dimas

Hemos entrado en Cuaresma, tiempo de preparación para celebrar la Semana Santa, con la Pascua cristiana: el triunfo de Cristo, después de su...