jueves, 31 de mayo de 2018

MISA DEL DOMINGO 03/06/18

Primera lectura

Lectura del libro de Éxodo (24,3-8):

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor.» 

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.» 

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 115

R/.
 Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor 

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (9,11-15):

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. 

Palabra de Dios

Evangelio del domingo


Lectura del santo evangelio según san Marcos (14,12-16.22-26):

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» 

Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.» 

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. 

Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» 

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor

NOTICIAS PAPA FRANCISCO


El Papa Francisco explica cómo alcanzar la santidad en la vida cotidiana


Durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta este martes 29 de mayo, el Papa Francisco explicó en qué consiste la santidad y cómo alcanzarla.
“La llamada a la santidad, que es la llamada normal, es la llamada a vivir como cristiano, y vivir como cristiano es lo mismo que decir ‘vivir como santo’. Muchas veces pensamos en la santidad como una cosa extraordinaria, como si consistiera en tener visiones o rezar oraciones elevadísimas. Algunos piensan que ser santo significa tener una cara de imagen religiosa. No. Ser santo es otra cosa”.
El Pontífice se preguntó: “¿Qué es caminar hacia la santidad? Pedro lo dice: ‘Poned toda vuestra esperanza en aquella gracia que se os dará cuando Jesús se manifieste’”.
Por lo tanto, “caminar hacia la santidad consiste en caminar hacia aquella gracia que viene al encuentro, caminar hacia la esperanza, permanecer en tensión hacia el encuentro con Jesucristo”.
El Papa lo comparó con cuando se camina hacia una luz y esa luz evita que se vea bien el camino: “Pero no nos equivocamos porque vemos la luz y conocemos el camino”.
Por el contrario, “cuando caminamos con la luz a la espalda, se ve bien el camino, pero en realidad delante de nosotros hay sombras, no luz”.
Para caminar hacia la santidad, continuó el Pontífice, “es necesario ser libres y sentirse libres”. En este sentido, advirtió que “hay tantas cosas que nos esclavizan…”. Por eso, Pedro “exhorta a no conformarse con los deseos de los tiempos en que vivíais en la ignorancia”.
También Pablo, en la Primera Carta a los Romanos, “recomienda no caer en los esquemas humanos, en el modo de pensar mundano, en el modo de pensar y de juzgar que te ofrece el mundo, porque eso te quita la libertad, y para andar hacia la santidad es necesario ser libres: la libertad de caminar mirando la luz, de ir adelante. Y cuando regresamos al modo de vivir que teníamos antes del encuentro con Jesucristo, o cuando regresamos a los esquemas del mundo, perdemos la libertad”.
Además, recordó cómo en el Libro del Éxodo se narra que muchas veces el pueblo de Dios se negaba a mirar adelante, hacia la salvación, y preferían mirar hacia el pasado “lamentándose y recordando la buena vida que llevaban en Egipto, donde comían cebollas y carne. En los momentos de dificultad, el pueblo regresa atrás. Pierde la libertad. Es cierto que comían cosas buenas, pero en la mesa de la esclavitud”.
“En el momento de la prueba, siempre tenemos la tentación de mirar hacia atrás, de mirar a los esquemas del mundo, a los esquemas que teníamos antes de comenzar el camino de la salvación, sin libertad. Y sin libertad no se puede ser santo. La libertad es la condición para poder caminar mirando la luz hacia adelante”.
Francisco animó a “no entrar en los esquemas de la mundanidad. Hay que caminar adelante, mirando a la luz que es la promesa, con esperanza”.
Finalmente, el Santo Padre recordó que el Señor “llama todos los días a la santidad”, y señaló dos medidas para comprobar si se avanza hacia la santidad: “en primer lugar, si miramos la luz del Señor en la esperanza de encontrarlo. En segundo lugar, si cuando llegan las pruebas miramos adelante y no perdemos la libertad refugiándonos en los esquemas mundanos”.
Lectura comentada por el Papa Francisco:
I Pedro 1:10-16
10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros,
11 procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían.
12 Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os predican el Evangelio, en el Espíritu Santo enviado desde el cielo; mensaje que los ángeles ansían contemplar.
13 Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo.
14 Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia,
15 más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta,
16 como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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Catequesis del Papa Francisco sobre la importancia del sacramento de la Confirmación


Durante la Audiencia General de este miércoles 30 de mayo, el Papa Francisco destacó la importancia de la acción del Espíritu Santo en el mantenimiento de la unidad de la Iglesia, y recordó los compromisos de aquellos que reciben el sacramento de la Confirmación.
En la catequesis, el Santo Padre explicó el significado de los diferentes signos del rito de la Confirmación, y destacó la imposición de manos y el santo óleo.
“Por tradición atestiguada por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia del Bautismo se transmite por medio de la imposición de manos. A este gesto bíblico, para expresar mejor la efusión del Espíritu que impregna a quienes lo reciben, desde el principio se le ha añadido la unción del óleo perfumado, llamado crisma, que permanece en uso hasta el día de hoy, tanto en Oriente como en Occidente”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con el tema de la Confirmación o Cresimación, hoy deseo resaltar la “íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana" (Sacrosanctum Concilium, 71).
Antes de recibir la unción espiritual que confirma y fortalece la gracia del bautismo, los que van a ser confirmados están llamados a renovar las promesas hechas un día por sus padres y padrinos. Ahora son ellos mismos los que profesan la fe de la Iglesia, dispuestos a responder "creo" a las preguntas del obispo. Dispuestos, en particular, a creer "en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy os será comunicado de un modo singular por el sacramento de la Confirmación, como fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés" (Rito de Confirmación, No. 26).
Ya que la venida del Espíritu Santo requiere corazones reunidos en oración (Hechos 1:14), después de la oración silenciosa de la comunidad, el obispo, con las manos extendidas sobre los que se van a confirmar, suplica a Dios que infunda en ellos su santo Espíritu Paráclito. Uno sólo es el Espíritu, (cf. 1 Cor 12,4) pero viniendo a nosotros trae consigo riqueza de dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor de Dios (cf. Rito de la confirmación, 28-29).
Hemos escuchado el pasaje de la Biblia con estos dones que trae el Espíritu Santo. Según el profeta Isaías (11: 2), estas son las siete virtudes del Espíritu derramadas sobre el Mesías para el cumplimiento de su misión. También San Pablo describe el abundante fruto del Espíritu que es "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Gal 5, 22).
El único Espíritu distribuye los múltiples dones que enriquecen a la única Iglesia: él es el Autor de la diversidad, pero al mismo tiempo el Creador de la unidad. Así, el Espíritu da todas estas riquezas que son diversas, pero del mismo modo aporta la armonía, es decir la unidad de todas estas riquezas espirituales que tenemos nosotros, los cristianos.
Por tradición atestiguada por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia del bautismo se comunica a través de la imposición de las manos (cf. Hechos 8.15 a 17; 19.5 a 6; Heb 6,2). A este gesto bíblico, para reflejar mejor la efusión del Espíritu que impregna a los que la reciben, muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma)[1]], mantenida en uso hasta hoy, tanto en Oriente como en Occidente. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1289).
El óleo –el crisma- es una sustancia terapéutica y cosmética que, al penetrar en los tejidos del cuerpo cura las heridas y perfuma los miembros; por estas cualidades fue asumido por el simbolismo bíblico y litúrgico para expresar la acción del Espíritu Santo que consagra e impregna al bautizado, embelleciéndolo con carismas.
El sacramento es conferido mediante la unción con el crisma en la frente, efectuada por el obispo con la imposición de la mano y con estas palabras: "Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo"[2].El Espíritu Santo es el don invisible otorgado y el crisma es su sello visible.
Al recibir en la frente la señal de la cruz con el óleo perfumado, el confirmado recibe así una huella espiritual indeleble, el "carácter" que lo configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para difundir entre los hombres el "buen olor" (ver 2 Cor 2:15).
Escuchemos nuevamente la invitación de San Ambrosio al recién confirmado. Dice así: "Recuerda que has recibido el sello espiritual [...] y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón como prenda al Espíritu "(De mysteriis 7,42: CSEL 73,106; cf. CIC, 1303). El Espíritu es un don inmerecido, que hay que recibir con gratitud, dejando espacio a su creatividad inagotable. Es un don para conservar con cuidado, para secundar con docilidad, dejándose moldear, como la cera, por su ardiente caridad, 'para reflejar a Jesucristo en el mundo de hoy' (ibid.Gaudete et Exsultate, 23).

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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viernes, 25 de mayo de 2018

MISA DEL DOMINGO 27/05/18

DOMINGO 27

La Santísima Trinidad

Blanco Solemnidad [Se omite la memoria de San Agustín de Canterbury, obispo] MR p. 447 (445) / Lecc. II, p. 196


EL DIOS CERCANO

Deut 4, 32-34.39-40; Rom 8 14-17; Mt 28, 16-20


La exhortación que dirige el libro del Deuteronomio apunta a convencer al lector de una certeza: Dios interviene en la historia de su pueblo, lo socorre, lo acompaña y se interesa constantemente de sus luchas y esperanzas. Así como acompañó el proceso deliberación de unos esclavos en Egipto, auxilia y se ocupa de los migrantes de todos los puntos cardinales. Dios es particularmente sensible a los lamentos de quienes enfrentan cualquier desgracia. Ese Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en cuyo nombre los discípulos de Jesús comenzarán la misión cristiana, quiere ser conocido para ser amado y, sobretodo, para manifestar su amor por todos los que lo invoquen. El amor de Dios es inagotable y abraza gustosamente a los que lo buscan. El camino cristiano incluye un tiempo de formación en el discipulado, un periodo de maduración en la fe, para aprender aguardar los mandamientos de Jesús.

ANTÍFONA DE ENTRADA

Bendito sea Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con nosotros.
Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio admirable, concédenos que, profesando la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo...


LITURGIA DE LA PALABRA 

PRIMERA LECTURA


El Señor es el Dios del cielo y de la tierra, y no hay otro.

Del libro del Deuteronomio: 4, 32-34.39-40


En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo: "Pregunta a los tiempos pasados, investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. ¿Hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, una cosa tan grande como ésta? ¿Se oyó algo semejante? ¿Que pueblo ha oído, sin perecer, que Dios le hable desde el fuego, como tú lo has oído? ¿Hubo algún dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio de otro pueblo, a fuerza de pruebas, de milagros y de guerras, con mano fuerte y brazo poderoso? ¿Hubo acaso hechos tan grandes como los que, ante sus propios ojos, hizo por ustedes en Egipto el Señor su Dios?

Reconoce, pues, y graba hoy en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro. Cumple sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para que seas feliz tú y tu descendencia, y para que vivas muchos años en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre".

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.



SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 32, 4-5. 6.9. 18-19. 20.22


R/. Dichoso el pueblo escogido por Dios.


Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. R/.

La palabra del Señor hizo los cielos y su aliento, los astros; pues el Señor habló y fue hecho todo; lo mandó con su voz y surgió el orbe. R/.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R/.

En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. R/.


SEGUNDA LECTURA

Ustedes han recibido un espíritu de hijos en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 14-17


Hermanos: Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.



ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Ap 1, 8

R/. Aleluya, aleluya.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá. R/.

EVANGELIO

Bauticen a las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 28,16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL


Oremos, hermanos, a Dios, Padre entrañable, que por Jesucristo nos ha revelado su amor y que escucha complacido los gemidos inefables con que el Espíritu intercede por nosotros respondiendo: Santísima Trinidad, escúchanos. (R/. Santísima Trinidad, escúchanos.) 

Para que Dios Padre, Creador todopoderoso del Universo, lleve el mundo a su plenitud y haga nacer aquel cielo nuevo y aquella tierra nueva que nos ha prometido, en la que la humanidad entera encontrará la felicidad y podrá contemplar su rostro glorioso, roguemos al Señor.

Para que el Hijo Unigénito de Dios, que se hizo hombre para desposarse con la Iglesia, infunda en ella un amor semejante al suyo, como corresponde a su condición de esposa amada, roguemos al Señor.

Para que el Espíritu del Señor, que enriquece al mundo con sus dones, sea padre para los pobres, consuelo para los tristes, salud para los enfermos y fuerza para los decaídos, roguemos al Señor.

Para que los que conocemos el misterio de la vida íntima de Dios, uno en tres Personas, tengamos celo para anunciarlo a quienes lo desconocen, a fin de que también ellos encuentren gozo y descanso en Dios, que se nos ha revelado como Padre, Hijo y Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Dios altísimo, que has querido que en las aguas del bautismo llegáramos a ser hijos en tu Hijo único, escucha al Espíritu que nos hace clamar «Padre», y haz que, obedientes al mandato de tu Hijo, seamos anunciadores de la salvación que ofreces a todos los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te presentamos y transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

El misterio de la Santísima Trinidad

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Que con tu Hijo único y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, un solo Señor, no en la singularidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, eso mismo lo afirmamos de tu Hijo y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos a tres personas distintas, en la unidad de un solo ser e iguales en su majestad. A quien alaban los ángeles y los arcángeles, y todos los coros celestiales, que no cesan de aclamarte con una sola voz: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ga 4, 6

Porque ustedes son hijos de Dios, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abbá, Padre.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la Trinidad santa y eterna, y en su Unidad indivisible, nos aprovechen, Señor, Dios nuestro, para la salvación de cuerpo y alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Siendo como somos actores y testigos de una sociedad muy marcada por los derechos de los individuos, y al mismo tiempo, cada vez menos sensible a la dimensión comunitaria, conviene recordar que, como discípulos de Jesucristo, aprendimos a llamar a Dios, Padre nuestro. Nuestra experiencia de fe no es un asunto desvinculado de la fe de los demás. Somos una comunidad de creyentes. Vivir la experiencia cristiana implica creer en la Iglesia, lo que equivale a decir creer dentro de la Iglesia, junto con otros hermanos y hermanas que se confiesan, igual que nosotros, discípulos de Jesús. La cohesión social está a la baja en nuestra sociedad. Los discípulos de Jesús estamos llamados a sumarnos a los proyectos que produzcan solidaridad y amor fraterno. Esas obras y esas iniciativas nos acreditarán como hijos del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, comunidad de vida y amor plenos.

NOTICIAS PAPA FRANCISCO


Catequesis del Papa Francisco sobre el Sacramento de la Confirmación


En la Audiencia General del miércoles, el Papa Francisco dedicó la catequesis al Sacramento de la Confirmación, aprovechando la fiesta de Pentecostés celebrada hace tan solo unos días.
El Pontífice explicó que “si en el bautismo es el Espíritu Santo quien nos sumerge en Cristo, en la Confirmación es el Cristo quien nos llena de su Espíritu, consagrándonos como testigos suyos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el diseño del Padre celestial”.
A continuación, el texto completo de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de la catequesis sobre el Bautismo, estos días que siguen a la solemnidad de Pentecostés nos invitan a reflexionar sobre el testimonio que el Espíritu suscita en los bautizados, poniendo sus vidas en movimiento, abriéndolas al bien de los demás. Jesús confió a sus discípulos una gran misión: "Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 13-16). Estas son imágenes que nos hacen pensar en nuestro comportamiento, porque tanto la falta de sal como su exceso vuelven poco apetecible la comida, así como la ausencia y el exceso de luz nos impiden ver. El que puede hacernos realmente sal que da sabor y conserva de la corrupción y  luz que ilumina el mundo es solo el Espíritu de Cristo. Y este es el don que recibimos en el Sacramento de la Confirmación o Crismación, sobre el que deseo detenerme y reflexionar con vosotros. Se llama "Confirmación" porque confirma el Bautismo y refuerza su gracia (véase Catecismo de la Iglesia Católica, 1289); así como "Crismación",  porque recibimos el Espíritu a través de la unción con el "crisma" –aceite mezclado con fragancias consagrado por el obispo - un término que se refiere a "Cristo," el ungido del Espíritu Santo.
Renacer a la vida divina en el Bautismo es el primer paso. Por lo tanto es necesario que nos comportemos como hijos de Dios, es decir, que  nos conformemos al Cristo que obra en la santa Iglesia, dejándonos involucrar en su misión en el mundo. Esto es lo que otorga la unción del Espíritu Santo: “ Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro" (véase Secuencia de Pentecostés). Sin la fuerza del Espíritu Santo no podemos hacer nada: el Espíritu es el que nos da fuerzas para ir adelante. Como toda la vida de Jesús estuvo animada por el Espíritu, así también la vida de la Iglesia y de cada uno de sus miembros está bajo la guía del mismo Espíritu.
Concebido por la Virgen por obra el Espíritu Santo, Jesús emprende su misión después de que, salido del agua del Jordán, es consagrado por el Espíritu que desciende y permanece sobre Él (cf Mc 1,10; Jn 1:32). Él lo declara explícitamente en la sinagoga de Nazaret. ¡Es hermoso como se presenta Jesús, cual es el carnet de identidad de Jesús en la sinagoga de Nazaret! Escuchemos como hace: "El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva"(Lc 4, 18). Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo como el Ungido, El que ha sido ungido por el Espíritu.
Jesús está lleno del Espíritu Santo y es la fuente del Espíritu prometido por el Padre (Jn 15, 26; Lc 24, 39; Hch 1, 8, 2.33). En realidad, en la noche de Pascua el Resucitado sopló sobre los discípulos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20,22); y en el día de Pentecostés, la fuerza del Espíritu desciende sobre los Apóstoles de forma extraordinaria (véase Hechos 2: 1-4), como sabemos.
El "Respiro" de Cristo resucitado llena los pulmones de la Iglesia de vida y, en efecto, las bocas de los discípulos, "llenos del Espíritu Santo", se abren para proclamar a todos las grandes obras de Dios (véase Hechos 2: 1-11).
Pentecostés – que celebramos el domingo pasado- es para la Iglesia lo que para Cristo fue  la unción del Espíritu recibida en el Jordán; es decir, Pentecostés es  el impulso misionero a consumir la vida por la santificación de los hombres, para gloria de Dios. Si en todo sacramento obra el Espíritu, de manera especial es en la Confirmación en el cual "los fieles reciben como don el Espíritu Santo " (Pablo VI, Const. ap., Divinae consortium naturae). Y en el momento de efectuar la unción, el obispo dice estas palabras: “Recibe al Espíritu Santo que te ha sido dado en don”: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y todos nosotros llevamos al Espíritu dentro. El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en la vida para que nos convirtamos en sal justa y luz justa para los hombres.
Si en el bautismo es el Espíritu Santo quien nos sumerge en Cristo, en la Confirmación es el Cristo quien nos llena de su Espíritu, consagrándonos como testigos suyos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el diseño del Padre celestial. El testimonio que dan los confirmados manifiesta la recepción del Espíritu Santo y la docilidad a su inspiración creativa. Yo me pregunto: ¿Cómo vemos que hemos recibido el Don del Espíritu? Si realizamos las obras del Espíritu, si pronunciamos palabras enseñadas por el Espíritu (véase 1 Cor 2:13). El testimonio cristiano consiste en hacer solo y todo lo que el Espíritu de Cristo nos pide, otorgándonos la fuerza para hacerlo.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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El Papa Francisco se une a la Jornada Mundial de Oración por la Iglesia en China


Hoy 24 de mayo se celebra la Jornada Mundial de Oración por la Iglesia en China y la Fiesta de la Virgen de Sheshan, una de las devociones marianas más queridas por los católicos chinos.
Para conmemorar este día, el Papa Francisco publicó un mensaje en su cuenta de Twitter:
“Hoy nos unimos en oración a los hermanos católicos de China, en el día de Santa María ‘Auxilio de los Cristianos’, de Sheshan”.
Según informó Vatican News, el Pontífice también ofreció la Misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta por el “noble pueblo chino”.
La Fiesta de la Virgen de Sheshan fue instituida por Benedicto XVI en 2007 para que se celebre cada 24 de mayo, debido a que coincide con la Fiesta de María Auxiliadora.
En la Audiencia General realizada el 23 de mayo, Francisco dijo a los peregrinos chinos que “la Iglesia universal reza con ustedes y por ustedes para que también entre las dificultades, puedan seguir confiándose a la voluntad de Dios. La Virgen no les hará faltar nunca su ayuda y los custodiará con su amor de madre”.
UCA News señaló que a pesar de que el Gobierno del presidente Xi Jinping está incrementando el control sobre las distintas religiones, este día de oración no tiene un objetivo político sino que el propósito es fomentar la unidad entre los católicos y que estos renueven su fe en Jesús.
En este día, las celebraciones principales en China tienen lugar en el Santuario de Nuestra Señora de Sheshan, construido en 1871 en Shanghái como agradecimiento a su intercesión por salvar a los cristianos chinos de la persecución.
El templo actual data del año 1935 y en su interior se venera una imagen de Santa María Ayuda de los Cristianos.
Durante la Revolución Cultural de la década de 1960, el régimen comunista se apropió de la basílica, que sufrió daños. Actualmente es administrada por la Asociación Patriótica Católica China, una organización leal al Gobierno.
Además, en 1951 el régimen rompió las relaciones diplomáticas con el Vaticano y desde la década de 1980 ha cooperado vagamente en los nombramientos episcopales.
Sin embargo, el Gobierno chino también ha nombrado obispos sin la aprobación del Vaticano.
Esto ha llevado a una relación tensa y complicada entre la asociación patriótica y la “Iglesia clandestina”, que incluye a sacerdotes y obispos que no son reconocidos por el Gobierno.
Muchos fieles y sacerdotes católicos que han rechazado el control del régimen han sido aprisionados, acosados y perseguidos.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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lunes, 21 de mayo de 2018

DOMINGO DE PENTECOSTÉS




 Muy queridos hermanos y hermanas.

Estamos celebrando hoy esta hermosa fiesta de Pentecostés, con la cual clausuramos el tiempo de Pascua, es el día del Espíritu Santo.

Y el Espíritu Santo aparece ya en el comienzo de la Escritura, dice que el Espíritu se cernía sobre las aguas, el Espíritu está al comienzo de la creación, está al comienzo de nuestra propia creación.  He repetido muchas veces que me llama la atención que también al comienzo no solo estaba el Espíritu, estaba la luz, y curiosamente todavía no estaban los astros creados, en ese relato parabólico del Génesis, por tanto había un Espíritu que es amor, y hay una luz que precede a la creación.  Una luz que es lo que va a iluminar lo que es todo el universo, lo que va a iluminar nuestra vida.  Y también el Espíritu aparece al final de la Escritura, el último libro del Apocalipsis, prácticamente los últimos versos, dicen; “El espíritu y la esposa dicen ven, al Señor, y el Señor dice, si yo vengo pronto, la paz con vosotros”, y termina en escritura.  La Esposa que es la Iglesia y el Espíritu piden la plena manifestación del Esposo, es decir una humanidad, nuestro corazón llevado a una plenitud.  Por tanto esta persona amor, el Espíritu que es amor y luz, estaba al comienzo de nuestra vida, al comienzo del Big Bang, al comienzo de todo el universo, y lleva a una plenificación, donde ya de modo esponsal, la Esposa y el Espíritu piden al Esposo, que sea una plenitud para nosotros. Y eso nos quiere decir que nuestra vida está absolutamente transida del Espíritu Santo, algo que tantas veces olvidamos, por eso el Evangelio decía; “Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os lo mostrara todo, os recordará todo”. Quizá el hombre de hoy tiene poca memoria, tenemos poca memoria, porque vivimos una vida absolutamente estresada, lo inmediato tapa lo fundamental, el fundamento de la vida, el espíritu Santo os lo va a recordar.
Y nos tiene que recordar tantísimas cosas, pero yo hoy quisiera subrayar simplemente cuatro.

La primera no recordará quiénes somos, de dónde venimos, nacidos de un amor tan particular y tan personal de Dios, no solo personal porque Dios es tres personas, sino porque nos ha querido de modo personal, nos ha querido como Él es, no de cualquier manera, ha dejado su impronta en nosotros, que altísima dignidad, que infinita dignidad la de todo ser humano, también la mía.  Aunque a veces quizás la historia de la propia vida, nuestras heridas, oscuridades, sufrimientos, no nos hagan ver esa llamada de amor, que es la que sustenta toda nuestra existencia.  No solo nos ha llamado y nos ha elegido, sino que nos a ungido, nos ha dado el don del Espíritu Santo, para que llevemos a plenitud nuestra vida.  Y esto es algo también muy importante, porque en último término nos dice, qué sin el don del Espíritu, nuestra vida quedaría malograda, nuestra vida no alcanzaría una plenitud.  El Señor plasma sus dones en nosotros con el espíritu Santo, para que seamos capaces de llegar a una plenitud que exige nuestro corazón, pero que, solos no podemos alcanzar.

El segundo olvido que tenemos en nuestra vida, pensar que nosotros solos, por nuestras fuerzas, podemos llegar a lo que nuestro corazón exige. Decía San Agustín, yo me lo repito muchas veces, me ayuda mucho esta frase en mi vida, San Agustín decía; “Señor pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”.  A cada uno de nosotros el Señor nos pide, nuestra vida es vocación y es misión, pídeme lo que tienes pensado para mí, muchos de vosotros la vida matrimonial, la vida laboral, profesional, el cuidado de los enfermos, de los pobres.  Hoy un grupo de laicos de nuestra diócesis, que van a ser confirmados en su vocación laical al servicio de la iglesia, Señor pídeme lo que quieras, lo que Tú, no lo que yo.  “Como dista el cielo de la tierra”, dice el salmista; “Mis caminos no son vuestros caminos”; “Pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”.  La vida es gracia, la vida es gracia de Dios, dame el don del Espíritu Santo, también decía el Señor, que Él no negaría el Espíritu Santo aquellos que se lo piden.

Y el tercer elemento es, el envío y la misión.  El Papá en esta última exhortación tan hermosa, que yo os invito a leer, “Gaudete et Exsultate”.   Alegraos y exsultar, son como dos elementos de la espina dorsal, uno, las Bienaventuranzas, llamados a vivir las Bienaventuranzas, y el segundo elemento lo qué Él llama el gran protocolo; “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste”.  Pero nos dice, la vida no es que contenga una misión, nos dice, la vida es misión. Y es ese quizá el tercer gran olvido, mi vida es una misión, mi vida tiene un objetivo a cumplir, no es simplemente lo que yo esperé hacer con ella, sino que está llamado a transformar, transformar este mundo, según el corazón del Señor, todo lo que hago es misión, el cuidado de la familia, el cuidado de los que tengo alrededor, la vida laboral, el cuidado social, la transformación del mundo y de la sociedad, es una misión.

Y por último diría, y voy terminando, esa misión es un magnifico conjunto coral. Nos han dicho las lecturas de hoy dos elementos fundamentales, nos ha dicho la primera lectura, que de repente se pusieron todos hablar en lenguas extrañas, cada uno hablaba su lengua, pero todos se entendían. Es curioso que el Espíritu Santo no crea uniformidad, crea unidad, no uniformidad, todos entendían en su lengua, todos entendían en su cultura, todos entendían en sus rasgos de dónde procedían, los griegos los macedonios, los etíopes, todos entendían.  Y cuál es el lenguaje común, cuál es el lenguaje que toda la humanidad puede entenderse, solamente hay un lenguaje común, es el lenguaje del amor.  El lenguaje del amor todos lo entienden, y por eso el Espíritu Santo es la persona Amor, que ya plasmo nuestro corazón, y en ese lenguaje todos nos entendemos.  Pero no solo los destinatarios son todas las culturas, todas las naciones, en el lenguaje del Espíritu Santo que es amor, sino que además cada uno lo expresa de un modo particular.  Es una pena que visitemos poco esta catedral por las tardes, como hoy por ejemplo, es una catedral gótica vasca, elementos góticos y elementos de la cultura vasca, está orientada como se hacía en la época del gótico, hacia orienten, hacia el oriente donde Cristo nació, vivió, murió y resucitó, y generalmente accidenten es donde entra la luz, y realmente las iglesias góticas tenían unos grandes rosetones, con miles de cristales, y miles de colores, quiere significar precisamente la iglesia.  Es una luz, que es tamizada por cada cristal, es tamizada por cada singularidad, pero que hace que la luz que entra dentro del edificio tenga una tonalidad espléndida, maravillosa, una luz que es tamizada por cada uno de nosotros, el espíritu Santo, que es tamizado por cada uno de nosotros, le damos el colorido particular.  Por eso nos ha dicho San Pablo, que en la iglesia hay diversidad de carismas, diversidad de funciones, unos son maestros, otros profetas, otros sanan, otros enseñan, es el don del Espíritu Santo.  En esta iglesia, en la que cada uno de nosotros es como este cristalito, que cuando el Espíritu pasa, le damos la tonalidad de los dones que el Señor nos ha dado.
Y hoy precisamente queremos celebrar en esta Eucaristía, que hermanos de nuestra diócesis, después de largos años de discernir su vocación del servicio a la iglesia diocesana, se les reconoce esta vocación laical, plenamente inserta en la tarea pastoral de la iglesia, en la misión en la que no vamos solos, vamos en la comunión de la iglesia, guiados por el Espíritu Santo.  Nos ha dicho el Evangelio, que Él nos va a guiar hacia la verdad plena, como Cristo en el desierto fue guiado por el Espíritu Santo, o aparece en los apóstoles, y los hechos de los apóstoles, que quieren por un sitio, pero el Espíritu le sugería que fueran por otro camino. Tenemos una misión guiada por el Espíritu Santo en la comunión de la iglesia.

Hoy damos gracias a Dios, porque estos hermanos nuestros han discernido esta vocación, y se han entregado plenamente al Señor, y hoy son acogidos de este modo por nuestra diócesis, y también son enviados, para llevar esta buena nueva de la salvación.

Damos gracias a Dios por este don inmenso del Espíritu Santo.  Ojalá tengamos esta memoria teológica de lo que es nuestra vida, esta presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, y nos daremos cuenta que nuestra vida es guiada, es conducida, es abrazada, es llevada por otro.  Si nos dejamos llevar por Él, querer por Él, si nos dejamos iluminar por Él, y entonces vendrán las dificultades, las historias y habrá paz, porque sabemos que nuestra vida está en manos de quien desde el principio nos amó, y que al final de nuestra vida nos dará el abrazo definitivo.

Pedimos a la Virgen María en este mes de mayo por estos hermanos, pedimos por nuestra iglesia, ella que recibió de un modo tan singular el Espíritu Santo, que concibió de Él a Jesucristo, Nuestro Señor, que también acompañe y consuele siempre a la iglesia.

Que así sea.

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

domingo, 20 de mayo de 2018

NOTICIAS DEL PAPA FRANCISCO


Homilía del Papa Francisco del Domingo de Pentecostés


El Papa Francisco reflexionó sobre cómo el Espíritu Santo actúa en los corazones de los que lo reciben y cómo elimina el miedo de ellos.
Durante la Misa con motivo del Domingo de Pentecostés, el Santo Padre explicó que “el Espíritu libera los corazones cerrados por el miedo. Vence las resistencias. A quien se conforma con medias tintas, le ofrece ímpetus de entrega. Ensancha los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar al que se cree que ya ha llegado. Hace soñar al que cae en tibieza. He aquí el cambio del corazón”.
A continuación, la homilía del Papa Francisco:
En la primera lectura de la liturgia de hoy, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés se compara a «un viento que soplaba fuertemente» (Hch 2,2). ¿Qué significa esta imagen? El viento impetuoso nos hace pensar en una gran fuerza, pero que acaba en sí misma: es una fuerza que cambia la realidad. El viento trae cambios: corrientes cálidas cuando hace frío, frescas cuando hace calor, lluvia cuando hay sequía... así actúa.
También el Espíritu Santo, aunque a nivel totalmente distinto, actúa así: Él es la fuerza divina que cambia, que cambia el mundo. La Secuencia nos lo ha recordado: el Espíritu es «descanso de nuestro esfuerzo, gozo que enjuga las lágrimas»; y lo pedimos de esta manera: «Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas». Él entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y cambia los acontecimientos.
Cambia los corazones. Jesús dijo a sus Apóstoles: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo […] y seréis mis testigos» (Hch 1,8). Y aconteció precisamente así: los discípulos, que al principio estaban llenos de miedo, atrincherados con las puertas cerradas también después de la resurrección del Maestro, son transformados por el Espíritu y, como anuncia Jesús en el Evangelio de hoy, “dan testimonio de él” (cf. Jn 15,27). De vacilantes pasan a ser valientes y, dejando Jerusalén, van hasta los confines del mundo. Llenos de temor cuando Jesús estaba con ellos; son valientes sin él, porque el Espíritu cambió sus corazones.
El Espíritu libera los corazones cerrados por el miedo. Vence las resistencias. A quien se conforma con medias tintas, le ofrece ímpetus de entrega. Ensancha los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar al que se cree que ya ha llegado. Hace soñar al que cae en tibieza. He aquí el cambio del corazón.
Muchos prometen períodos de cambio, nuevos comienzos, renovaciones portentosas, pero la experiencia enseña que ningún esfuerzo terreno por cambiar las cosas satisface plenamente el corazón del hombre. El cambio del Espíritu es diferente: no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón; no nos libera de repente de los problemas, pero nos hace libres por dentro para afrontarlos; no nos da todo inmediatamente, sino que nos hace caminar con confianza, haciendo que no nos cansemos jamás de la vida.
El Espíritu mantiene joven el corazón – esa renovada juventud. La juventud, a pesar de todos los esfuerzos para alargarla, antes o después pasa; el Espíritu, en cambio, es el que previene el único envejecimiento malsano, el interior. ¿Cómo lo hace? Renovando el corazón, transformándolo de pecador en perdonado.
Este es el gran cambio: de culpables nos hace justos y, así, todo cambia, porque de esclavos del pecado pasamos a ser libres, de siervos a hijos, de descartados a valiosos, de decepcionados a esperanzados. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca la alegría, que florezca la paz en el corazón.
En este día, aprendemos qué hacer cuando necesitamos un cambio verdadero. ¿Quién de nosotros no lo necesita? Sobre todo cuando estamos hundidos, cuando estamos cansados por el peso de la vida, cuando nuestras debilidades nos oprimen, cuando avanzar es difícil y amar parece imposible. Entonces necesitamos un fuerte “reconstituyente”: es él, la fuerza de Dios. Es él que, como profesamos en el “Credo”, «da la vida». Qué bien nos vendrá asumir cada día este reconstituyente de vida. Decir, cuando despertamos: “Ven, Espíritu Santo, ven a mi corazón, ven a mi jornada”.
El Espíritu, después de cambiar los corazones, cambia los acontecimientos. Como el viento sopla por doquier, así él llega también a las situaciones más inimaginables. En los Hechos de los Apóstoles —que es un libro que tenemos que conocer, donde el protagonista es el Espíritu— asistimos a un dinamismo continuo, lleno de sorpresas. Cuando los discípulos no se lo esperan, el Espíritu los envía a los gentiles.
Abre nuevos caminos, como en el episodio del diácono Felipe. El Espíritu lo lleva por un camino desierto, de Jerusalén a Gaza —cómo suena doloroso hoy este nombre. Que el Espíritu cambie los corazones y los acontecimientos y conceda paz a Tierra Santa—. En aquel camino Felipe predica al funcionario etíope y lo bautiza; luego el Espíritu lo lleva a Azoto, después a Cesarea: siempre en situaciones nuevas, para que difunda la novedad de Dios. Luego está Pablo, que «encadenado por el Espíritu» (Hch 20,22), viaja hasta los más lejanos confines, llevando el Evangelio a pueblos que nunca había visto.
Cuando está el Espíritu siempre sucede algo, cuando él sopla jamás existe calma, jamás. Cuando la vida de nuestras comunidades atraviesa períodos de “flojedad”, donde se prefiere la tranquilidad doméstica a la novedad de Dios, es una mala señal. Quiere decir que se busca resguardarse del viento del Espíritu. Cuando se vive para la auto-conservación y no se va a los lejanos, no es un buen signo. El Espíritu sopla, pero nosotros arriamos las velas.
Sin embargo, tantas veces hemos visto obrar maravillas. A menudo, precisamente en los períodos más oscuros, el Espíritu ha suscitado la santidad más luminosa. Porque Él es el alma de la Iglesia, siempre la reanima de esperanza, la colma de alegría, la fecunda de novedad, le da brotes de vida. Como cuando, en una familia, nace un niño: trastorna los horarios, hace perder el sueño, pero lleva una alegría que renueva la vida, la impulsa hacia adelante, dilatándola en el amor.
De este modo, el Espíritu trae un “sabor de infancia” a la Iglesia. Obra un continuo renacer. Reaviva el amor de los comienzos. El Espíritu recuerda a la Iglesia que, a pesar de sus siglos de historia, es siempre una veinteañera, la esposa joven de la que el Señor está apasionadamente enamorado. No nos cansemos por tanto de invitar al Espíritu a nuestros ambientes, de invocarlo antes de nuestras actividades: “Ven, Espíritu Santo”.
Él traerá su fuerza de cambio, una fuerza única que es, por así decir, al mismo tiempo centrípeta y centrífuga. Es centrípeta, es decir empuja hacia el centro, porque actúa en lo más profundo del corazón. Trae unidad en la fragmentariedad, paz en las aflicciones, fortaleza en las tentaciones. Lo recuerda Pablo en la segunda lectura, escribiendo que el fruto del Espíritu es alegría, paz, fidelidad, dominio de sí (cf. Ga 5,22). El Espíritu regala la intimidad con Dios, la fuerza interior para ir adelante.
Pero al mismo tiempo él es fuerza centrífuga, es decir empuja hacia el exterior. El que lleva al centro es el mismo que manda a la periferia, hacia toda periferia humana; aquel que nos revela a Dios nos empuja hacia los hermanos. Envía, convierte en testigos y por eso infunde —escribe Pablo— amor, misericordia, bondad, mansedumbre. Solo en el Espíritu Consolador decimos palabras de vida y alentamos realmente a los demás. Quien vive según el Espíritu está en esta tensión espiritual: se encuentra orientado a la vez hacia Dios y hacia el mundo.
Pidámosle que seamos así. Espíritu Santo, viento impetuoso de Dios, sopla sobre nosotros. Sopla en nuestros corazones y haznos respirar la ternura del Padre. Sopla sobre la Iglesia y empújala hasta los confines lejanos para que, llevada por ti, no lleve nada más que a ti. Sopla sobre el mundo el calor suave de la paz y la brisa que restaura la esperanza. Ven, Espíritu Santo, cámbianos por dentro y renueva la faz de la tierra. Amén.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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Alegría en el corazón de Dimas

Hemos entrado en Cuaresma, tiempo de preparación para celebrar la Semana Santa, con la Pascua cristiana: el triunfo de Cristo, después de su...