miércoles, 25 de abril de 2018

III DOMINGO DE PASCUA



Muy queridos hermanos y hermanas.

Acabamos de escuchar un nuevo fragmento del Evangelio de San Lucas, nos dice San Lucas que los discípulos de Emaús que habían encontrado al Señor, le habían reconocido al partir el pan, vuelven de nuevo a Jerusalén y se encuentran con los discípulos. Y es un evangelio ciertamente denso con mucho contenido y que puede iluminar grandemente el camino que queremos hacer también nosotros hacia la fe del Resucitado, de hecho nos ha dicho Lucas que, los discípulos todavía se resistían a creer, ellos tienen que hacer el camino hacia la fe del Resucitado, tienen que aceptar realmente que Cristo está vivo, el mismo que muere en la cruz es el que vive para siempre. También nosotros tenemos que hacer este camino hacia la fe, no de modo intelectual, no se trata de cavilar, de pensar, se trata de un modo experiencial, tener experiencia de esa presencia del Señor en medio de nosotros.

Y precisamente el Evangelio de hoy nos dará como cinco claves que nos ayudarán a recorrer este camino.

-La primera; “El Señor siempre aparece y la fe se gesta en comunidad”.  Los de Emaús eran dos, y vuelven a la comunión de los discípulos, eran muchos más.  Pienso que es una pena que quizás en el mundo de hoy nos perdemos lo mejor de la vida, que es convivir, que es compartir la vida con los demás.  Que sola está la gente hoy en día, que solos estamos también nosotros hoy en día, incluso la vivencia de la fe, muchas veces pensamos que es algo individual, cuando nos ha dicho el Evangelio que; “Estando reunidos los discípulos, Cristo se puso en medio”, Cristo aparece cuando está la comunidad orante, Cristo aparece cuando estamos juntos, cuando vivimos en comunión.  Por eso que importante es cuidar los unos de los otros, porque viviendo juntos y cuidando los unos de los otros es cuando el Señor se hace presente en medio de nosotros. Quizá tenemos que evaluar cuál es la calidad de convivencia en nuestras familias, a veces vivimos con mucho individualismo en nuestras propias familias, cuál es la calidad de nuestra propia iglesia, nuestra comunidad cristiana, en nuestro grupo vital, bien de amigos, de vecinos, que importante es estar juntos para que Cristo esté presente en medio de nosotros.

- El segundo elemento, es curioso que Jesús se deja ver en los momentos de zozobra, se deja ver en los momentos de perplejidad, de debilidad.  Veíamos el primer día de la semana como dos apariciones, la primera precisamente en el cenáculo, estaban los discípulos con las puertas cerradas, con miedo a los judíos y Jesús se aparece. Hemos visto también hoy que los discípulos estaban escuchando, dicen los de Emaús con sus problemas con sus dudas, Cristo se parece.  Es curioso que el Señor se hace presente precisamente no en los momentos en que la vida quizá nos sonríe, incluso nos olvidamos de Él.  El señor se hace presente de modo particular en nuestros sufrimientos, se hace presente en los momentos de debilidad de nuestra vida.  En este momento vienen a mi memoria los enfermos que están los hospitales, los ancianos que están solos, o cada uno quizás en los problemas que vive, a veces tenemos sufrimientos que incluso nos impiden hasta rezar, hay gente que tiene un dolor grande, o que tiene una gran desilusión en su vida, y es que no puedo ni rezar, o voy a misa y tengo la cabeza perdida porque estoy sufriendo, el Señor se planta en medio y dice; “la paz con vosotros”.  Quizá no entendemos, porque pensamos que algo no nos toca cuando rezamos el Credo, que Cristo desciende a los infiernos, Cristo desciende a tu infierno y desciende a mi infierno, cada uno sabe cuáles son sus infiernos, cada uno sabe cuáles son los orígenes de sus sufrimientos, Cristo desciende hasta ahí dentro, quizá lugares donde nadie más que tú has sido capaz de entrar, precisamente se hace presente para anunciar la paz, y para anunciar la esperanza, para decirnos que existe un camino, que existe una senda que podemos recorrer, que el Señor no nos deja solos, es más, se presenta en esos momentos donde nadie ha accedido, se presenta Él, para decirte; “la paz contigo”, yo he vencido este tu infierno, he vencido este tu sufrimiento, para acompañarte a un camino de vida, para acompañarte a un camino de esperanza.  

Pero además precisamente nos habla de que Él se hace presente en la carne, decimos resurrección de la carne por eso se hace presente el Señor, nos ha dicho San Lucas; “Pensaban que era un espíritu, que era una imagen”, y Jesús mismo dice para que veas que no soy un espíritu mirad, tocadme, tengo huesos, tengo carne, dadme de comer.  Se trata del mismo Señor crucificado, ahora con su cuerpo, con el mismo cuerpo pero glorificado, traspasado por el espíritu, totalmente transido por el espíritu, con unas propiedades nuevas que ciertamente desconocemos, pero Cristo nace en la carne, Cristo muere en la carne, Cristo resucita en la carne.  Rezamos; “creo en la resurrección de la carne”, también la nuestra, llamada a vivir, llamada a resucitar de un modo nuevo.  Por eso Jesús les quita el miedo, simplemente no es algo espiritual, soy yo en persona, la resurrección es un hecho real que lleva a la eternidad.

Y les dice dos cosas más con las que quiero ir concluyendo, desde entonces les abrió el entendimiento. Contrasta como ellos estaban con las puertas cerradas, estaban cerrados, Jesús viene y les abre, les abre el entendimiento, para ver las cosas de un modo nuevo, les da ojos nuevos, les da un modo de percibir la realidad nuevo, es decir les dona el don de la fe.  En el bautismo hay un gesto que quizá no solemos hacer, por hacer un poquito rápido que es; Efftá - ¡Ábrete¡, solemos tocar el oído del niño, ábrete, pero no sólo es el oído si no también la mente, abre tu mente, ábrete a lo eterno, ábrete a un Dios que es amor y que se revela, que quizás tú no puedes comprender porque Dios es inabarcable, pero es precisamente lo que conviene a tu corazón, lo que da respuesta; “El Señor, les abrió la mente para entender”.

Le pedimos hoy que nos abra también a nosotros, tantas veces encerrados en nuestros prejuicios, en nuestras propias ideas, y en nuestros propios límites.  Que el Señor nos abra los límites para comprender la hermosura y la grandeza de la vocación a la que estamos llamados, la grandeza y la hermosura del mundo que él nos regala.

Y por último les dice; “Vosotros sois mis testigos”, les da un encargo, les da una responsabilidad, os hago responsables de comunicar lo que habéis visto, de comunicar que estoy vivo, y eso; “Vosotros sois testigos”, nos lo dice a cada uno de nosotros; “Sois testigos”.

Estuve ayer confirmando en una parroquia de Bilbao, en la parroquia de “La Peña”, a un grupo de muchachos poco más que adolescentes, cada uno dio su testimonio, que testimonio tan hermoso de fe de cada uno de ellos, un testimonio vivo, había también un encuentro real y vivo y experiencial con Cristo el Señor, con su corta edad y dieron un testimonio precioso ante los feligreses.  “Vosotros sois mis testigos”, dice el Señor, de dar testimonio de mi presencia con vuestra palabra, con vuestro modo de obrar, con vuestro modo de ser, con vuestro modo socorrer las pobrezas, las dificultades, las soledades, las perplejidades, de los hombres y mujeres de hoy que tanto necesitan de ser abiertos a una esperanza, de ser abiertos a una vida nueva; “Vosotros sois testigos”, os hago responsables de esto, de dar testimonio de esta vida, de esta esperanza.

Así se lo pedimos esta tarde al Señor Resucitado, que Él sea la fuente de vida, que sea la luz real para nuestra vida, que sepamos que existe un camino en medio de los sufrimientos, que Él ilumina y que Él acompaña y que nos llena de esperanza.

Así se lo pedimos esta tarde al Señor por intercesión de la Virgen María.

Que así sea

X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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