martes, 10 de octubre de 2017

HOMILÍA DE DON MARIO: INICIO DE CURSO


Inicio curso 2017 -2018

 

Muy queridos hermanos y hermanas.

 

Estamos comenzando este curso pastoral.

 

El Evangelio nos habla del misterio del corazón humano, y la liturgia nos habla del corazón misericordioso de Dios. El señor ha puesto esta parábola, se dirigía sobre todo a los fariseos, y a través de la parábola de los hijos, aquel que dijo " Si voy", pero después no fue a hacer la voluntad padre, en cambio el otro que dijo “Yo no voy”, pero después recapacitó y fue.  Y precisamente el primer hijo es imagen de esa cerrazón de los fariseos, que vino Juan el Bautista predicando la conversión y no le creíste, y cuando viste que los publícanos y las prostitutas se convertían, si hubieses recapacitado.

 

Ese misterio de la dureza del corazón humano. Es algo que pienso yo que tampoco, y solo se refiere a esa comparación entre cuerpo entre los fariseos y los gentiles que se convirtieron, sino que también puede ser imagen de muchos de nosotros, quizás muchos bautizados que dijeron “Si voy”, pero después no fueron, en cambio otros que no conocieron a Cristo, pero después de un tiempo lo han conocido, y para ellos ha sido experimentar la inmensa gracia de Dios. Esto muchas veces en este primer grupo se encuentran estas iglesias occidentales envejecidas, tan volcadas, el Señor con nosotros nos ha dado de todo y da una sensación de que podemos tener una especie de empacho de Dios.  Recuerdo el pueblo judío cuando iba caminando por el desierto, el Señor en el desierto les daba a comer el maná, y decían estamos hartos del maná, del pan sin cuerpo, danos otra cosa.

 

 Y quizá nosotros que hemos recibido tanto del Señor, quizá estamos un poco cansados, como niños caprichosos y mimados que el día de su cumpleaños, o el día de reyes le dejan muchos juguetes, y ya ni los miran, porque tienen tantos, en cambio aquellos pobres en lugares lejanos quizás una muñeca de trapo para ellos es un inmenso regalo, que han recibido en toda su vida.

 

El misterio del corazón humano.  Referente a ese misterio está esa misericordia infinita del Señor, y así hemos cantado en el salmo responsorial "Recuerda Señor que tu misericordia es eterna".  Necesitamos eternamente tu misericordia, es decir, necesito cada día experimentar tu misericordia, la necesito. Para ser consciente de tantas cosas que me das, para que sea una vida más grande, más inmensa y apasionante que lo que en principio puede parecer como aburrida y repetitiva.

 

Al comenzar este curso pastoral, nos ponemos de nuevo en camino, respondiendo con generosidad a la llamada del Señor, que nos invita un año más a echar las redes, a remar mar adentro. Tenemos la certeza de no ir solos, sino con aquel que nos ha convocado, el Señor Jesús sostiene nuestro caminar, y nos indica con el soplo de su espíritu los caminos a recorrer.  Así lo hicimos cuando el clima de oración y el encuentro fraterno de los caminos se quedaron plasmados en nuestro quinto Plan Diocesano de Evangelización. Quisimos seguir las huellas luminosas indicadas por la exhortación apostólica “La alegría del Evangelio”, del Papa Francisco, y en esa clave marcamos como tareas fundamentales, el encuentro con Dios, con el prójimo y entre nosotros. Hemos realizado ya el paso del ecuador de nuestro plan, el atardecer del plan avanza, quedan dos años de vigencia de este plan, por lo que parece oportuno que cada parroquia, unidad pastoral, comunidad, o institución eclesial, se vuelva nuevamente a Dios, en actitud orante y de escucha, para discernir el camino del nuevo curso que comienza, y cómo orientar la acción pastoral en este tiempo.

 

 Jesús camino de la pasión, voluntariamente aceptada, urgió a los apóstoles en el huerto de Getsemaní, levantaos, vamos, le preguntarían “Adonde Señor”, vamos a la pasión, vamos a entregar la vida. También al comienzo de curso hoy se vuelve a nosotros, quizás aún adormecidos, para decirnos lo mismo “Levantaos, venid conmigo”. No tengamos miedo, Él va por delante, nos enseña el camino, son palabras propias de la urgencia y un amor que desea entregarse hasta el extremo para ser fuente de vida y esperanza. A pesar de qué puede invadirnos una sensación de la indiferencia circundante ante el Evangelio, puede sofocar el ardor de evangelizar y comunicar la buena nueva, estoy persuadido qué en el fondo del corazón humano, se encuentra siempre y en toda circunstancia el deseo de Dios. Pero muchas veces este deseo está sofocado por los agobios, los problemas, los sufrimientos, las contrariedades de la vida, y también por nuestras incoherencias, contradicciones y faltas de un verdadero testimonio de los discípulos de Jesús.

 

Vienen a mi memoria las palabras que dedica el evangelista Lucas a los testigos de Emaús, dice que eran incapaces de ver al Señor. Muchas veces también experimentamos nosotros esta misma incapacidad de ver al Señor en esta vida, y la vemos en otros hermanos y hermanas que nos rodean, pero Jesús con su pedagogía, su paciencia y cariño, con su gracia, hizo que se les abrirán los ojos y lo reconocieran al partir el pan. Esta es la gracia que tenemos al comienzo de este curso, aprender de esta pedagogía de Jesús, acercarnos a quienes tienen esta incapacidad de percibir en Dios con esta misma humildad y afecto de Jesús. Ayudarles a comprender el sentido de la vida, la promesa de un amor infinito que se encierra en el encuentro con el Señor, acompañarles para que sean capaces de leer la historia de su propia vida, para ver la presencia siempre ordenante y consoladora De Dios, más allá de las dificultades que jalonan la existencia. Anunciar la palabra y partir el pan de la Eucaristía, repartir el pan, compartir los dones de la creación, compartir nuestras vidas. Es una tarea hermosa y apasionante, Dios la quiere y la sostiene, y por eso escuchamos, levantaos, vamos, merece la pena participar de esta aventura del Señor, no cabe perder el tiempo, hacernos los remolones o mirar para otro lado.

 

Pongamos cada uno manos a la obra en la tarea evangelizadora concreta, no valen grandes discursos, ni los grandes proyectos, ni objetivos, sino vale lo concreto, el pequeño grano de mostaza que podamos plantar, el aquí y el ahora.

 

Pedimos también a Maria que nos acompañe en este camino del año pastoral, ella de modo concreto siguió los caminos de su hijo hasta la Cruz y Resurrección, entregada en cuerpo y alma acompañando a Jesús, consolándolo, sosteniéndole en su pasión, acogiendo y arropando su cuerpo desgarrado, aguardándolo en la resurrección. Ella acompañó también a los discípulos desorientados tras la Pascua, alentando su fe y sosteniendo su esperanza.

 

También pedimos hoy para nosotros esta ayuda valiente y compañía.  Que sea siempre la bendición de Dios que nos oriente, sostenga, y fortalezca nuestra tarea evangelizadora, llenándola de alegría y esperanza, y que así podamos comunicarla a todos los que nos rodean.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

 

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