jueves, 31 de enero de 2019

CARTA DE DON MARIO PARA FEBRERO


Vivir y sembrar esperanza
 

Queridos hermanos y hermanas.

1. La Semana Santa cae este año muy tarde. Generalmente suele ser el mes de febrero el tiempo en el que comienza la Cuaresma. Este año no será así. Me ha parecido oportuno dedicar estas líneas a un tiempo en el que no tendremos celebraciones particularmente relevantes. Será un tiempo ordinario, corriente, sencillo. Un tiempo en el que el color litúrgico es el verde, signo de la esperanza. Y ese es el aspecto en el que transcurre la mayor parte de nuestro tiempo y de nuestros días: en lo cotidiano, en lo normal de cada día.

2. Esto hace que muchas veces pueda aparecer una rutina que parece agotarnos, como si la vida fuera una noria. Pero también la rutina tiene sus ventajas, en cuanto que nos ofrece estabilidad y ordena nuestra existencia. El tiempo ordinario es el tiempo del amor y de la esperanza. El tiempo de ir tejiendo pacientemente, con ilusión y constancia, las grandes empresas de nuestra vida, que no se construyen de modo inmediato y sin esfuerzo. Cada mañana debemos presentarnos ante Dios para percibir su amor y recibir su bendición que nos acompañe durante la jornada, edificando la misión que nos ha asignado en el trabajo de su viña. De este modo vamos avanzando por el camino de la santidad de la vida ordinaria, de la que habla el Papa Francisco en su última exhortación apostólica.

3. Efectivamente, el Papa nos habla de tantas personas que cada día se afanan por responder a la llamada de Dios a vivir en su amor y a comunicarlo a los demás: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad» (GE, 7). El mismo Papa nos previene del pelagianismo, que piensa que la santidad proviene de las propias fuerzas.

4. Al contrario, se trata de dejarnos transformar por la gracia de Dios que va tomando cuerpo en nuestra existencia y que hace que las bienaventuranzas tomen carne en nosotros. El movimiento esencial del cristiano, el primero de todo, es recibir: recibir el don de Dios en Cristo, en la comunión de la Iglesia, por medio del Espíritu Santo. Esa gracia nos va trabajando por dentro y reclama nuestra colaboración y esfuerzo. Y Dios realizará su obra a través de sus colaboradores que son servidores pobres y pequeños.

5. En el contexto de este tiempo de esperanza celebraremos la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. Conmemoraremos jornada mundial de la vida consagrada que este año tiene como lema “Padre nuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios”. En esta jornada se nos invita a ir desgranando las siete peticiones de la oración que Jesús nos enseñó y agradecer el don de tantos hermanos y hermanas que cada día, con su vida y testimonio, nos anuncian que Dios nos ama con entrañas de misericordia

6. También celebraremos la Jornada de Manos Unidas que este año se centra en el papel de la mujer en el siglo XXI. A este respecto, el Papa Francisco nos recordaba que “La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones… El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”” (EG, 103).

7. Y no quisiera terminar sin recordar la Jornada Mundial del Enfermo que tiene lugar el día de la Virgen de Lourdes, el 11 de febrero. Este año bajo el lema “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. En este mensaje, el Santo Padre quiere recordar que la atención a los enfermos requiere profesionalidad y ternura, superando la cultura del descarte y la indiferencia concibiendo la vida como un don para ser entregado al cuidado de los demás. Pedimos el cuidado de la Virgen María para todos nosotros. Que Ella nos ayude a compartir los dones recibidos y a vivir atentos a las necesidades de los demás.

Con gran afecto.

 

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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