lunes, 20 de enero de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - LA EPIFANÍA DEL SEÑOR


LA EPIFANIA DEL SEÑOR

 

Muy queridos hermanos y hermanas.

 

Estamos celebrando esta fiesta entrañable de la Epifanía del Señor, es decir que Él se manifiesta como Salvador, no solo del pueblo judío, sino de todo el universo, de toda la humanidad.

 

Y el Señor se muestra a través de estos personajes misteriosos, unos Magos de Oriente.  Poco sabemos de ellos, un evangelio apócrifo de origen armeno les da nombre, dice que eran Melchor, Gaspar y Baltasar, que eran hermanos de Persia, un evangelio que no es reconocido por la iglesia pero que hay esta.  La tradición nos dice que estos Magos de Oriente, sus restos reposan en la catedral de Colonia, más allá de estas cuestiones, aparecen unos seres que eran sabios y además con recursos económicos, porque eran capaces de ponerse en camino, con todos los aparejos necesarios para ponerse en camino, en busca de la verdad, en busca de lo que podía satisfacer profundamente su vida, no les bastaba con su sabiduría cósmica. Me recuerdan a mí a San Agustín, San Agustín que siendo de Hipona, norte de África, conocía todas las filosofías de la época y no le bastaban, se puso en camino, hasta que llegó a lo que hoy sería Italia, y en Milán conoce a San Ambrosio, donde descubre el cristianismo, donde descubre a Jesús. Y a estos sabios no les basta con la sabiduría humana, no les basta con sus riquezas.

 

Quizá pudiéramos pensar lo que busca hoy el hombre contemporáneo, solo sabiduría humana, solo riquezas, piensa que eso basta para culminar su corazón. Los Magos de Oriente nos dicen no, se ponen en búsqueda y preguntan, y preguntan a todo lo que se puede preguntar, preguntan al cosmos, detrás de la estrella, la estrella les guía, el universo nos habla de Dios, la naturaleza nos habla de Dios.  El salmo 103 lo dice de modo tan hermoso “Dios mío qué grande eres, te cubres de belleza y majestad con la creación hermosa que has hecho”, la creación que cuando no la estropeamos, cuando no la ennegrecemos nos habla de Dios. Pero además preguntan a la Escritura, ”Qué dicen los escribas y los sacerdotes, donde nace el Rey de Israel”, y los escribas dicen, el profeta Miqueas habla de Belén, “Tu Belén no eres la ciudad más pequeña ni mucho menos, porque de ti saldrá el Salvador, el Pastor de Israel”, preguntan a la Santa Escritura.

 

Pero incluso hasta los elementos  nefastos de la historia, un Herodes, nos habla de Herodes el Magno, Herodes el Grande, después vendrá su hijo Herodes Antipas, que es el que manda decapitar a San Juan Bautista, luego el nieto Herodes Agripa, que es el que manda decapitar a los demás apóstoles, empezando por Santiago, incluso la maldad habla de Dios, incluso son capaces del mal sacar un bien, es decir, ellos buscan una eternidad, buscan una plenitud y todo en el fondo si estamos atentos habla de Dios.  Se ponen en camino, nuestra vida es camino, no podemos estar sentados contentos con nuestras cuatro cositas que rodean nuestra vida, no podemos aburrirnos en la vida, no nos puede pasar la vida con mediocridad, hemos de ponernos en camino en esa búsqueda que llene verdaderamente nuestro corazón, lo haga grande, lo haga inmenso, lo haga eterno.  Y el camino siempre es lo pequeño, la humildad, venimos a ver un Rey y que contemplamos, un Niño, contemplamos un Niño en un pesebre, contemplamos la grandeza de Dios en la pequeñez y sencillez de un Niño acostado en el lugar donde comen los animales.

 

Nos ha dicho el Evangelista Mateo “Siguiendo la estrella se llenaron de inmensa alegría”, algo que falta a este mundo, la verdadera alegría, solo Dios la colma, se llenaron de inmensa alegría, entraron, entrar, entrar del misterio de Dios, y el misterio de Dios entra en nuestro corazón.  Vieron al Niño con María su madre.  Me conmueve siempre que en los evangelios de la infancia siempre aparece el Niño con María su Madre, el Niño con su Madre, la inmensidad de la mujer, la inmensidad de la maternidad, de donde nos viene la salvación, de dónde vienen todas las bendiciones al mundo, el Niño con su Madre, y dice “Cayendo de rodillas le adoraron y le ofrecieron sus dones”.  Caer de rodillas, es una expresión corporal que ha quedado en la iglesia, en la Consagración, en la adoración del Santísimo, porque la oración del cristiano es de pie, porque nos dice San Pablo “Cuando venga Cristo que nos encuentre en pie”, esperando su venida, por eso las oraciones las hacemos siempre en pie, el Evangelio lo recibimos en pie.  Pero caer de rodillas ha quedado como este gesto de los Magos ante el misterio de Dios, “Y le adoraron”, una expresión que quizás no es hoy día muy común, adorar, aunque sin querer adoramos a muchos ídolos, sin querer adoramos el confort, adoramos el dinero, adoramos el poder, adoramos a muchos ídolos, nos habla de adorar al Dios hecho Niño, a quien da la vida por nosotros, a quien muestra su amor.  Quizá teníamos que preguntarnos a quien adoro yo en la vida y que poco adoro al Señor.  Hemos convertido nuestra vida en algo utilitarista, solo utilizo aquello que puede darme algún beneficio, da la sensación que adorar a Dios no reporta ningún beneficio, cuándo es lo más grande que colma el corazón humano, adorar en espíritu y en verdad, como decía Jesús, adorar al Padre en espíritu y verdad, a quien adoro yo en mi vida.

 

Y le ofrecieron sus dones.  Tres Magos, dice la tradición, porque en aquella época solo se conocían tres continentes, Melchor representa a Europa, Gaspar representa Asia, Baltasar representa África, es decir, todos los pueblos de la tierra de todas las razas, de todos los colores convocados por el Señor, a quienes revela su gloria y revela la salvación.  Y ofrece tres dones, oro en cuanto a Dios, incienso en cuanto hombre y mirra en cuanto alguien que va que va a dar la vida que va a ser sepultado, la mirra era uno de los aromas que más se utilizaba para la sepultura. Regalar al Niño, de ahí ha venido esta tradición de esta noche haber regalado a los niños, y a los que no somos tan niños algún pequeño detalle.  Pero la pregunta sería; yo que regalo al Niño, que regalo a Jesús, Señor que te puedo ofrecer como oro, como Dios, quizás la oración, quizás la adoración, la Eucarsitía, quizás el trabajo que realizo cada día que me esfuerzo y que me cuesta y en el que dejo la vida, te lo ofrezco, como Abel ofrecía sus dones, que ofrezco como Dios, que te ofrezco como hombre, que ofrezco a la humanidad, cómo te puedo servir en la humanidad que me rodea, cómo te puedo servir en mi familia en mi cónyuge, en mis hijos, en mis vecinos, mis compañeros de trabajo, como te puedo regalar en estas personas.  Y la mirra, como te puedo regalar en aquellos, que padecen contigo la pasión, como regalarte en los enfermos, en los pobres, en los excluidos, en los inmigrantes, en los desheredados.  Cuánto puedo regalar oro incienso y mirra y no quedármelo para mí.

 

Ojalá hoy sea capaz de entrar en ese misterio del Señor, llenarme de alegría verdadera, ofrecer y adorar.  Y después nos ha dicho el Evangelio, se les apareció en sueños un Ángel, es curioso como los sueños aparecen constantemente en la Escritura, en el antiguo y en el nuevo testamento, el sueño de Adán, el sueño de Jacob, el sueño de los apóstoles, el sueño de José.  Cuando habla de sueños el Evangelio, nos dice como Dios se revela en nuestra vida, como Dios nos habla a través de los pequeños signos que jalonan nuestra vida, en sueños el Señor les dijo volved por otro camino, quien encuentra al Señor no puede seguir haciendo lo mismo, tiene que tomar otro camino, como el ciego de Jericó que estaba postrado y no podía caminar, cuando ya vio por el Señor, le seguía en el camino nuevo de Jesús. Iniciar el camino nuevo de Jesús, iniciar el camino de una humanidad nueva, iniciar el camino de la salvación.

 

La fiesta de la Epifanía, de los Magos de Oriente, seres misteriosos, de los cuales tanto podemos aprender, porque es experiencia de lo que es una vida que ha sido encontrada por el señor, una vida que ha sido transformada por el amor de Dios.  Ojalá sea ese también el camino de nuestra vida.

 

 Así lo pedimos hoy al Señor por medio de su Madre, el Niño con su Madre.  Hoy también queremos volver los ojos a María, Ella que siguió tan estrechamente el camino de nacimiento, de pasión y de gloria de su Hijo, que también Ella nos ayude y nos sostenga en el camino de la vida.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Alegría en el corazón de Dimas

Hemos entrado en Cuaresma, tiempo de preparación para celebrar la Semana Santa, con la Pascua cristiana: el triunfo de Cristo, después de su...