martes, 17 de marzo de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - III DOMINGO CAURESMA


TERCER DOMINGO DE CUARESMA

 

Muy queridos hermanos y hermanas.

 

Los tres domingos que comienzan hoy hasta el domingo de Ramos nos hablan de Cristo como agua viva, y los próximos domingos nos hablarán de Cristo como luz, en la curación del ciego, y de Cristo como vida en la resurrección de Lázaro.  Es decir, se nos habla de una plenitud que también nos hace conscientes de una carencia, Dios, Cristo el Espíritu, agua viva.

 

Hemos visto a esta Samaritana en el mismo Jesús, cansado con sed, una sed de amor, sed de eternidad, sed de plenitud, también con una esperanza, porque la misma Samaritana decía; “Dame de esa agua por la cual nunca más tendré sed”, y dice; “Sabemos que vendrá el Mesías, El nos lo va a dar todo”.  Es la conciencia de una carencia, pero también la conciencia de una promesa, de una esperanza, de que Dios nos dará aquello que nosotros solos no podemos alcanzar.

 

Y es también la experiencia de la primera lectura. Hemos visto el pueblo judío tremendamente probado y atribulado, en el desierto pasaban hambre y pasaban sed, y claman a Dios, y se hacen una pregunta que también nosotros muchas veces nos hacemos cuando aparece en nuestra vida la dificultad, cuando aparece el sufrimiento, la pregunta ha sido; esta o no está Dios en medio de nosotros, cómo es posible que podamos padecer estos sufrimientos si Dios está en medio de nosotros, está o no está, es la pregunta que hace el pueblo judío.  Quizá también nosotros estos días de dificultad, de tribulación, de enfermedad, de contagio, de los hospitales muy llenos a causa de esta pandemia, de estas restricciones tan importantes que alteran profundamente nuestra vida cotidiana, que para muchos supone cierto miedo, cierta angustia, cierta congoja, cierta pregunta sobre el futuro, nos preguntamos también como el pueblo judío, pero está o no está Dios en medio de nosotros.  Y Él nos responde por medio de su Hijo, Él en toda ocasión nos acompaña, incluso es capaz en los momentos de mayor dificultad de mostrar su rostro de misericordia.  Es lo que hemos visto en este Evangelio tan precioso del encuentro de Jesús con esta Samaritana en el pozo de Sicar, el pozo de Jacob. Vemos a Jesús cansado y sediento, y sentado por el cansancio en pleno mediodía, era la hora sexta, y pide a la mujer de beber, es capaz de traspasar todas las barreras humanas, judíos y samaritanos no se hablaban, estaban enemistados, incluso era extraño ver hablar a un hombre con una mujer y más siendo Samaritana, Jesús utiliza las carencias humanas, las dificultades humanas de las sed para entablar una relación humana, en un plano puramente fisiológico diríamos de una sed, llega a un plano humano, dame de beber.  Y le decía incluso más; “Si tú supieras quien te pide de beber yo te daría un surtidor que salta hasta la eternidad”. A partir de ese gesto sencillo de dar de beber, Jesús es capaz de sanar la existencia, la trayectoria de esta mujer, cuando le pregunta sobre su marido y le dice, no tengo marido, cinco has tenido, le responde Jesús, y el que tienes ahora no es tu marido.

 

Está diciendo Jesús que muchas veces ligamos nuestra vida a aquellos elementos que en el fondo son extraños para nosotros, en estos momentos quizá también nosotros pudiéramos reflexionar a que está ligada nuestra vida, si son realmente situaciones verdaderas, si son elementos que nos hacen crecer, o tenemos qué despojarnos de aquello que realmente no nos pertenece, que no es la verdad y el bien para nuestra vida. Pero no solo Jesús sabe ese plano humano con la Samaritana, sino que salta ya al plano de Dios, al plano último, al plano definitivo, fundamental; “Te daré un surtidor que salta hasta la vida eterna”, para que des un culto a Dios, culto en espíritu y en verdad, culto profundo que Dios mismo suscita en nosotros, un culto que no nace de nuestra voluntad, que no nace de nuestras industrias, que no nace de nuestro modo de obrar, sino que nace plenamente de Dios, puedes dar a Dios el culto en espíritu y en verdad, en ese agua viva que es el agua de la caridad, que es el agua del amor, Dios es amor.  El gesto dar de beber es un gesto de amor, el gesto de decir, deshazte de aquello que no te hace el bien, para que crezcas, es un gesto de amor, es suscitar esa eternidad y esa esperanza en la Samaritana, es un gesto de amor.  

 

En esta situación difícil que estamos viviendo, también el Señor hace surgir para nosotros el agua viva.  Es curioso como los seres humanos cuando aparecen los momentos de dificultad también son capaces de dar lo mejor de sí mismos, de enfrentar los desafíos para que realmente resplandezca una humanidad renovada, en el servicio a los enfermos, a las familias, a los ancianos, en sostener con el aprecio, con el ánimo, a los profesionales de la salud, a los voluntarios, en ser todos responsables en seguir fielmente las indicaciones que las autoridades nos han dado para atajar este contagio, en este tiempo de sed, de cansancio de que brote el agua viva del amor, de la misericordia, de la ayuda fraterna entre todos nosotros.  Y ante la pregunta del pueblo judío, está o no está Dios en medio de nosotros, por supuesto que Dios está siempre está en medio de nosotros, Él nunca nos abandona, Él siempre abre caminos nuevos y suscita corazones nuevos y generosos, para enfrentar y vencer todos los desafíos que nos presenta la contingencia de la vida humana.

 

Así lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María, pedimos por los enfermos, por sus familias, pedimos por los profesionales de la salud, por todos los que colaboran en atajar esta situación de urgencia, y que todos vivamos en el amor y la caridad con comportamientos responsables, con comportamientos de amor hacia los demás, de modo particular a quienes más lo necesitan.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

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