miércoles, 29 de abril de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - 3º DOMINGO DE PASCUA

Queridos hermanos y hermanas, queridas familias.
En este tercer domingo de Pascua la liturgia nos presenta este pasaje conocido de los dos discípulos que van camino de Emaús, que está a poquitos kilómetros de Jerusalén.
El Evangelio de hoy me suscitaba cuatro palabras que quiero compartir con vosotros, serían: disgregación, interpretación, encuentro y congregación nueva.

- La primera “La disgregación”. La comunidad cristiana, los seguidores del Señor han sufrido un tremendo revés, han sido profundamente defraudados y están desconcertados y doloridos, a pesar de que el Señor había anunciado tantas veces la cruz,  no alcanzaban a entender, y aún menos podían entender por tanto la Resurreccion.  La idea que ellos tenían de que era el Mesías y como iba actuar, la idea que tenían de su propia vida, sus propias esperanzas, su propio futuro se viene todo abajo. Nos puede recordar las circunstancias de dolor en nuestra vida también, la actual circunstancia, por donde nos ha llevado la vida, seguramente los proyectos que teníamos en nuestra juventud, los proyectos personales, familiares, laborales, quizá tienen poco que ver a dónde nos ha llevado la vida. Y sobre todo momentos dolorosos, quizá familias que se disgregan, trabajos empresas que vienen abajo, personas queridas que inesperadamente han fallecido y nos produce en un profundo dolor.  El dolor y la frustración genera disgregación, incapacidad de ver. Nos ha dicho el Evangelista que Jesús aparece con ellos, pero que eran incapaces de percibir su presencia, y nos dice que incluso había algunas mujeres que decían que esa mañana habían visto al Señor, pero no eran capaces de acoger en su vida esta nueva situación, y aparece la disgregación. La disgregación personal de los testigos de Emaús, la disgregación de la comunidad, el huir de Jerusalén, el huir de la situación. Muchas veces en nuestra vida cuando aparecen problemas, y problemas importantes, el primer movimiento o tentación es de huida, de quitarnos de en medio, porque el sufrimiento en el fondo nos repugna, no estamos hechos para el sufrimiento.  Ante esta gran decepción aparece esta disgregación interior y de la comunidad, este sentirse defraudados en la propia vida. Pero aparece Jesús en el camino, se hace compañero de camino de estos hermanos, y aparece la segunda palabra.

- El señor les pide que les digan cómo interpretan ellos lo que ocurre, dice; “Que estáis hablando por el camino”, “Es que no sabes lo que ha ocurrido“,  Jesús podía haber dicho bueno lo sé;  “Contadme lo qué ha pasado, dadme vuestra versión, decirme cómo interpretais las cosas”.  En estos momentos difíciles cómo interpretamos la situación, la situación personal, el recorrido de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestro trabajo, en las circunstancias en las que vivimos como las interpretamos.  Y nos damos cuenta de que la interpretación de los testigos de emaus era realmente insuficiente, cuanto no errónea.  Necesitamos un modo nuevo para interpretar la verdad de nuestra vida. De hecho Jesús les dice, en cierto modo les reprueba; “Que torpes y necios sois”.  Y comienza con su pedagogía a la luz de la palabra de Dios, a mostrarles la realidad de las cosas, a mostrarles  la realidad y la verdad de los acontecimientos, a la luz de la palabra. El salmo 118 nos dice” Lámpara es tu palabra para mis pasos”.  De modo más personal el Concilio Vaticano II Gaudium et spes 22 dice; “El misterio del hombre permanece incomprensible si no es a la luz del Verbo Encarnado, El nos revela la sublimidad y altura de nuestra misión y de nuestra verdad, y nos llena de paz y de esperanza”.   Muchas veces el hombre de hoy no quiere acercarse a la palabra de Dios, es incapaz de interpretar la verdad y la realidad de las cosas, que el Señor con pedagogía nos va mostrando. Por eso, hoy quizás en nuestra vida, aspectos oscuros de nuestra vida que no entendemos, “Señor dame luz, que pueda yo realmente interpretar en el fondo el designio amoroso de tu providencia, aunque tantas veces no lo entienda.

- Y aparece la tercera palabra. Nos ha dicho el Evangelista que el Señor simuló que se marchaba, que no se quería quedar, simuló, porque su intención era quedarse.” El encuentro”. San Juan dirá siempre; “Dios nos amó primero”,  Dios siempre tiene la iniciativa, ellos le invitaron, y la invitación que venimos ha hacer al día de hoy; “ Quedate con nosotros porque está anocheciendo”,  y El podría respondernos; “Si, si esa era mi intención, mi intención era quedarme con vosotros, pero quiero que me invites, por qué no me quiero imponer”.  A veces nos puede ocurrir, quizás por ejemplo, que uno va a cenar con alguna persona porque quiere tratar cosas, y viene igual la típica persona un poco inoportuno, que insiste en quedarse a cenar, y hay que decirle, es que mira he quedado con esta persona para hablar, quizás no es el momento.
El Señor no quiere imponerse, hizo, simuló, nos ha dicho el Evangelio que hizo ademán de seguir hasta que fue invitado y se sentó, y se quedó para siempre.  Porque es curioso que cuando se les abren los ojos, dice el Evangelista,  el Señor desaparece.  Es curioso, cómo se pueden abrir los ojos para que desaparezcas, porque invita a mirar de un modo nuevo, se queda presente en esa fracción del pan, se queda presente en el misterio de la Eucaristia.  Les abre los ojos para ver, hasta entonces eran incapaces de ver. El Señor nos tiene que dar ojos nuevos, mirar como El mira para percibir la profundidad de la realidad, con los ojos humanos no es suficiente. El Señor nos da ojos nuevos y el encuentro es un encuentro personal y definitivo para siempre; “Le reconocieron al partir el pan,”.

- Y ese reconocimiento del misterio de la Eucaristia, es la fuente del amor y de la unidad, hace que los discípulos de Emaús se vuelvan.  Y es curioso; “Se iban  a quedar, era tarde, estaban caminando, cenaban y se iban a descansar”, dice el Evangelista; “Inmediatamente se pusieron en pie y regresaron”, oye por qué no os quedáis hasta el día siguiente, no tenemos tiempo que perder, tenemos que recomponernos en la nueva unidad que el Señor nos ha dado, en la eclesia, en la iglesia, la comunidad nueva que no surge de la fuerza humana, la fuerza humana les había disgregado, surge del amor de Dios y de la gracia de Dios; “Siendo de noche vuelven a Jerusalén”.  Como el Señor  al anochecer se parece a los discípulos, en la noche de la historia el Señor reconstruye su iglesia, en la noche de los tiempos como este tiempo oscuro de pandemia que estamos viviendo, el Señor actúa y reconstruye la comunidad de un modo nuevo, con El ya en el medio.  Y cuando llegan descubren precisamente ese testimonio; “El Señor ha resucitado”, y se ha aparecido a Simón Pedro, a quien es cabeza de la iglesia, a quien tiene que confirmar en la fe a los hermanos, es verdad; “Ha resucitado”.  La comunidad se congregará ya de modo nuevo, en la gracia de Dios,  hasta el fin del mundo.

Por eso hoy pidamos al Señor que no nos dejemos disgregar en los momentos de dificultad, pidamos que la luz del Evangelio ilumine nuestra vida para saber interpretar correctamente lo que nos ocurre, que encontremos al Señor en la vida y nos  de los ojos nuevos para verle, y que genere entre nosotros una relaciones nuevas, una comunidad nueva, la comunidad que El ha congregado.

Hoy queremos encomendar de modo particular a los difuntos, es curioso que esta congregación nueva, rompe también la barrera de la muerte.  En la Eucaristia estamos congregados todos, los del cielo y los de la tierra, en la única Eucaristia.  La oración colecta de hoy nos decía algo tan importante; “Que tu pueblo exulte siempre de alegría por haber recobrado la adopción como hijos, y ansíe el día de la resurrección, con la esperanza cierta de la felicidad eterna”.  La esperanza cierta de la felicidad eterna, la que ya disfrutan nuestros hermanos difuntos, y la que también nosotros esperamos por la gracia de Dios compartir con ellos para siempre.

Que la alegría Pascual de Cristo Resucitado nos llene de esperanza .  Lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María.

Que así sea.

+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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