jueves, 16 de abril de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Muy queridos hermanos y hermanas, os saludo en vuestros hogares con la certeza de que Cristo se hace presente en medio de vosotros, en vuestras casas, en la residencias, en los hospitales.
Vemos que los evangelistas difieren en algunas cuestiones sobre la Resurreccion, signo precisamente de la veracidad de los evangelios No había nadie tomando nota de lo que estaba pasando, sino que las vivencias de María Magdalena, de Salomé, de la otra María, las vivencias de los apóstoles se van transmitiendo en la comunidad cristiana hasta que se consignan por escrito, por los evangelistas, pero ciertamente los aspectos esenciales están ahí, la vivencia de la primera comunidad, de la presencia de Cristo resucitado, como nos dirá San Juan el apóstol amado, a quien vio, con quien comieron y bebieron, como nos ha dicho el texto de Lucas de los “Hechos de los Apostoles”.
Pero hoy tenemos un evangelio que ciertamente es tan valioso para nosotros, y serían tres las palabras claves de este evangelio: ver, entrar y creer.

“Ver”. Nos ha dicho que la Magdalena cuando vio que estaba la tumba abierta, salió corriendo a buscar a los apóstoles, encuentra a Pedro y Juan y dice que van corriendo al sepulcro, Juan era más joven llega antes que Pedro, y dice, se asoma vio pero no entró. Pero vio, vio lo que hay detrás del sepulcro, vio lo que hay detrás de la piedra corrida. El Santo padre Francisco el año pasado en su Vigilia Pascual nos dió una meditación preciosa; “Necesitamos quitar la piedra de los prejuicios, necesitamos que se abra el sepulcro, que alguien remueva esa piedra, esa losa que no nos deja ver, que no nos deja mirar el sepulcro vacío”. Por qué buscáis entre los muertos al que vive, necesitamos asomarnos al sepulcro, pero ciertamente allí no ven a Jesús, ven el sudario, ven las vendas y además San Juan se entretiene en describirnos como estaba el sepulcro, las vendas dobladas, el sudario en otro sitio, no ve a Jesús.
 
Y viene a mi memoria las palabras que dirigió Jesús al apóstol Tomás; “ Dichosos los que crean sin haber visto”. El Señor respeta siempre nuestra libertad para creer, no se impone, es tan grande la dignidad humana, es tan grande nuestra libertad que el Señor siempre sugiere, inspira, anima pero no se impone, la libertad del hombre queda libre para como percibe lo que ve. Como podría interpretar lo que veo, como puedo interpretar el sepulcro vacío, hace falta que Pedro entre, es decir que la Iglesia se haga presente. Dice que cuando entra Pedro también entra Juan, entonces vio y creyó. Es necesario entrar en el misterio, un misterio de comunión, en la comunión de la iglesia. Nosotros creemos no porque hemos visto el sudario, creemos, cómo dira San Pablo, porque hemos escuchado el testimonio y porque Pedro da fe de ello. Jesús ya había dicho a Pedro; “ Pero tú cuando vuelvas confirma en la fe a tus hermanos, en tus manos pongo las llaves del Reino, las llaves de la iglesia”. El Señor ha puesto en la iglesia el lugar en que podamos confirmar la fe, el lugar en el cual podemos entrar en el misterio de Cristo, que se verifica en el misterio de la iglesia, la iglesia como arca de salvación, como tierra de vivientes, como presencia del Señor, como sacramento de salvación, entrar con Pedro, entrar en el misterio, encontrarnos profundamente con Jesús.

Y entonces, tercer verbo, vio, entro y creyó. Creer en el Señor. Aparece el misterio de la fe, cuando Jesús se aparece resucitado al apóstol Tomás le enseña las manos y el costado y le dice, toca mis manos, mete la mano en el costado no seas incrédulo sino creyente, y entonces Tomas es cuando cree, no le dice “Rabi” como había dicho siempre, dice “Señor mío y Dios mío, tú eres el Señor del universo, el Señor de mi vida”.


Y terminaría con una última reflexión, que es como termina el Evangelio de San Juan, dice; “ Hermanos yo he escrito esto para que creáis y para que creyendo tengáis vida”. Esto es lo más importante, es un misterio de vida, creyendo tengáis vida en su nombre, la vida eterna, la vida plena. Señor cuánto necesitamos hoy esta vida, en estos momentos de dificultad y de pandemia, cuánto necesitamos verte presente, cuánto necesitamos que se nos quite de delante las piedras de los prejuicios que nos impiden entrar en tu misterio. Creer para que tengáis vida, para vivir en el reino de los vivientes, en la eternidad de Dios.

Eso le pedimos hoy al Señor, que podamos nosotros también no solo ver, escuchar la predicación, que podamos entrar en el misterio de Dios y que podamos también creer para tener vida en su nombre.

Hoy lo pedimos de modo particular para los enfermos, que la luz y la vida de Cristo esté con ellos, en su lecho, en el lugar donde están viviendo estos momentos difíciles, lo pedimos para la residencias de personas mayores, el Señor está en medio de nosotros, lo pedimos para las familias, que tengamos esa vida en la iglesia doméstica, que la alegría de la Pascua, la fortaleza y la esperanza que infunde la presencia del Señor nos ayude a sembrar vida y esperanza en todos los que nos rodean.

Lo pedimos así esta mañana por intercesión de la Virgen María.
Que así sea.


+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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