jueves, 14 de mayo de 2020

HOMILÍA DE DON MARIO - V DOMINGO DE PASCUA


V DOMINGO DE PASCUA

 

Muy queridas familias que os unís a través de los medios de comunicación en este quinto domingo de Pascua a esta Eucaristía.

 

Tres peticiones o preguntas que hacen los discípulos a Jesús, sería el tema del Evangelio de hoy, y la primera y segunda lectura nos ha mostrado en qué tres concreciones, consiste la vocación cristiana.  El evangelista San Juan nos muestra una larga conversación de Jesús al concluir la última cena, lo que se llama la oración sacerdotal de Jesús, ocupa mucho espacio en el Evangelio, y hoy aparece un fragmento de esa larga conversación con los apóstoles, en esa noche tan particular donde Él es muy poco tiempo va a ser entregado y va iniciar La Pasión, y acaba de instituir la eucaristía y el sacerdocio ministerial.

 

La primera petición es muéstranos al Padre, muéstranos a lo que nuestra vida tiende como su plenitud y su fin, como conocer al Padre.  Y la respuesta de Jesús es un tanto peculiar; “Felipe todavía no me conoces, quien me ha visto a mí ha visto al Padre”.  Era el gran escándalo de los judíos, que tú siendo hombre te haces hijo de Dios, le decían, y es el gran escándalo contemporáneo, que Dios haya tomado carne en uno de nosotros, haya asumido nuestra carne.  Quien ve al Hijo ve a Dios, es el Dios encarnado, escandalo para todos los tiempos, que requiere un acto de confianza, en el fondo un acto de fe. El escándalo que se multiplicará todavía en la Cruz, cuando no solo quien me ha visto a mí ha visto al Padre, sino que encima voy a ser crucificado, voy a tener que entregar la vida.

 

Jesús nos dice que tiene que partir, que tiene que marchar, la segunda pregunta; ¿Y adónde vas, y que es lo que vas a hacer?.  Y la respuesta de Jesús ciertamente es consoladora para aquellos que prefieren que la vida va concluyendo, por edad, quizás por enfermedad progresiva, nos damos cuenta ya de que el reloj de nuestra vida va corriendo ya toda su esfera.  Jesús dice algo muy consolador; “Mirad yo voy a prepararos unas moradas, unas estancias”.   Santa Teresa de Jesús tomará de esta frase del Señor, su libro las moradas; “Voy a prepararos sitio en la casa del Padre, y cuando haya preparado el sitio a través de mi muerte y resurrección, voy a venir a buscaros, ¿por qué?, por qué no soporto estar sin vosotros, porque quiero que donde yo estoy estéis vosotros también, vendré a buscaros”.  Y ese es el momento de nuestra muerte, no es la nada, es el Señor que sale a nuestro encuentro para llevarnos de la mano a la morada definitiva.  Curiosamente Santa Teresa de Jesús llama a sus monasterios los palomarcicos, los palomares, un lugar donde la paloma se posa pero sabe que tiene que volar, y ella decía; “No hagáis morada perpetua en la tierra porque vuestra morada es el cielo”, y eso no quiere decir distraernos de las cosas de la tierra, pero es un camino, es un llegar a esa morada plena definitiva para nuestra vida, por eso al final de la vida Jesús viene, Él nos ha ido a preparar el sitio con gran cariño, con gran afecto, porque quiere que estemos siempre con Él.

 

Y la tercera pregunta, que le hace Felipe, la anterior la había hecho Tomas, ésta la hace Felipe; “Y como seguirte, cuál es el camino”, y Jesús dice todavía mucho más; “Yo soy el camino”.  Es decir, la carne, la vida ordinaria, la vida cotidiana es tu camino, porque Jesús la ha asumido, y por eso pronto se llamará al discipulado de Jesús, el camino, de seguirle a Él, en mitad de nuestra vida, este es el camino, Él lo asume y es más, dice; “Yo soy la verdad, yo soy la vida”.  Dos elementos también hoy contraculturales porque nos dicen los pensadores, estamos en la época de la posverdad, donde muchas personas han renunciado a conocer la verdad, y la verdad ha sido sustituida por la opinión, tu verdad, mi verdad, pero Él nos dice; “Yo soy la verdad”.  Es un modo antropológico de responder a lo que es la verdad, es decir la medida de las cosas se conoce cuando se mesuran con Cristo, Cristo revela la verdad de las cosas, de modo particular la verdad del ser humano, como dice el Concilio Vaticano II, esa tan conocida expresión, Gaudium et spes 22; “El misterio del ser humano permanece incomprensible en el fondo, si no es a la luz de Cristo que demuestra su vocación, y además yo soy la vida”.

 

Muchas veces entregamos nuestra vida a cosas y tareas que no nos generan vida, que a veces siembran muerte en nosotros y en quienes nos rodean.  Cuánto necesitamos estos días conocer un camino para salir de esta situación tan dolorosa, de conocer la verdad de la realidad de lo que nos ocurre de nuestra existencia, y de que nos generen vida, de que nos regalen vida, que acuciante es esta petición de hoy al día de hoy, y el Señor se nos ofrece; “Yo soy el camino en tu asistencia, en tus circunstancias, soy verdad que ilumina tu existencia, soy vida, vida plena”.

 

 

            Y la respuesta de aquel de aquel que con fe acoge en su vida, es lo que nos ha dicho en las dos primeras lecturas, la experiencia cristiana, que se puede concretar en tres palabras de estas lecturas, es anuncio, es entrega y es servicio.  Nos ha dicho San Pedro en la segunda lectura; “Habéis  sido constituido pueblo de Dios, nación santa, raza elegida para anunciar las maravillas que Dios hace con vosotros, para testimoniar la vida del Señor”, el anuncio, el testimonio, y nos ha dicho; “Para que edifiquéis un templo ofreciendo sacrificios, ofreciendo vuestra vida”.  Es el sacrificio común de los fieles, cada día cuantas cosas tenemos que ofrecer, cuantos trabajos, cuanta dedicación, cuánto servicio, para que ofrezcáis ese sacerdocio común de los fieles.

 

Y por último nos ha dicho para servir, y hemos visto en la primera lectura la institución de los diáconos, un servicio que parte de la oración y de la palabra de Dios, no parte de uno mismo.  Los apóstoles nos han dicho viendo que las viudas de los griegos decían; “Están siendo desatendidas”, dicen los Hechos los apóstoles; “Para no descuidar la oración y la palabra de Dios, elegimos a unos varones justos para que se encarguen del servicio de las viudas”, el servicio a los necesitados que parte de la oración y de la palabra de Dios.

 

Queridos hermanos no quiero agotaros, resumir estas palabras, las tres cuestiones de los apóstoles, muéstranos al Padre, quien me ha visto a mí ha visto al Padre, ¿a dónde vas?, a prepararos sitio y vendré a buscaros, quiero que estéis conmigo, ¿y cuál es el camino para seguirte?, yo soy el camino la verdad y la vida, ¿y como seguirte?, en el anuncio, en el sacrificio de cada día ofreciéndonos por los demás, y en el servicio que nace de la oración y de la palabra de Dios.

 

Ofrecemos esta eucaristía por tantas personas, familiares, amigos, que han fallecido en estos tiempos de pandemia, que el Señor ha venido a buscarles para llevarles con Él, no están solos, están abrazados por el Señor, están constituidos en plenitud, unidos a nosotros.  Siempre digo que cuando fallece un padre, una madre, un hijo, una hija, no adquirimos intercesores ante el Padre porque siguen unidos a nosotros y presentes ante Dios intercediendo por nosotros.  Pedimos por el descanso de las personas fallecidas, por la paz y el consuelo de sus familiares, y que la Virgen María en este mes de mayo, en este tiempo de Pascua, nos acompañe en el camino que es el cuerpo de Jesús, en el camino que se abre en nuestra propia existencia cotidiana.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

 

 

 

 

 

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