lunes, 18 de mayo de 2020

HOMILIA DE DON MARIO - VI DOMINGO DE PASCUA


VI DOMINGO DE PASCUA

 

Muy queridos hermanos y hermanas.

 

Este domingo es un tiempo donde la iglesia pide el don definitivo y pleno de la Pascua, que es el Espíritu Santo.  La iglesia en estos 10 días que median entre la Ascensión y Pentecostés, se postra para pedir el don del Espíritu Santo.  Y por qué lo hace, porque necesita de la presencia de Dios, la presencia real de Dios.  Es lo que Jesús les dice a sus apóstoles después de la última cena, tiene un largo diálogo con ellos, que el apóstol San Juan va relatando en su Evangelio, y hoy hemos visto un fragmento de ese relato dice; “Mirad yo me voy, tengo que volver a la casa del Padre”.  Y bien sabía que la ausencia del ser querido siempre genera tristeza, bien lo sabemos todos, cuando nos falta un ser querido nuestro corazón no está pleno, nuestro corazón tiene un hueco de la persona que falta, lo hemos experimentado estos días, que durante dos meses largos quizás no hemos podido ver a seres queridos físicamente, y nosotros no nos hemos podido reunir físicamente, y el Señor lo sabe y dice; “Yo me marcho pero voy a volver de otra manera, voy a enviaros el Espíritu Santo”; “El Espíritu Santo hace que el Padre esté en mí y yo en vosotros”.  Es un misterio ciertamente, pero es una realidad; “Os voy a enviar el Espíritu Santo”.

 

Yo diría como tres elementos de este envío del Espíritu Santo con un cuarto corolario.  Primero nos ha dicho quién es el Espíritu, nos ha dicho es el Espíritu Paráclito, palabra griega que significa quien defiende, quien acompaña, quien fortalece, quien consuela, por eso cuando se traduce al castellano, pues algunos traducen consolador, Espíritu consolador, otros defensor, otros presencia, porque es una palabra difícil de traducir, Espíritu Santo Paráclito, el Paráclito es el que está, fortalece, compaña, arropa, vivifica.  El Espíritu Santo Paráclito, nos ha dicho Espíritu de verdad, Espíritu de vida, por eso vosotros viviréis con el Espíritu, Espíritu de amor, y me veréis. El amor siempre es capaz de ver de un modo nuevo, nos acordamos de los discípulos de Emaús, Jesús con ellos, pero no eran capaces de verlo.  El Espíritu Santo nos capacita para ver a Dios en nuestra vida, cuánto necesitamos de este Espíritu para que nos haga ver de un modo nuevo nuestra realidad, para que no sintamos consolados y acompañados por Él, para que nos demos cuenta de la presencia de Dios en nuestra vida o enviare el Espíritu Santo de vida, de amor, de verdad, consolador, defensor.  Pero un Espíritu que no solo es para vosotros, es para que lo derraméis al resto del universo, el Espíritu a través de nosotros quiere llegar a todo el universo, somos consolados para consolar, somos defendidos para defender, somos amados para amar.  El espíritu Santo transforma la creación a partir de nuestro corazón, transforma nuestras familias, transforma las relaciones sociales, transforma el mundo.  El espíritu consolador para consolar, defensor para defender, Espíritu que es amor para amar.

 

Y el Señor nos ha hablado un poco de la gramática del amor, nos ha dicho; “Si me amáis guardaréis los mandamientos”, porque los mandamientos establecen un perímetro fuera del cual no hay amor, el que roba no ama, el que miente no ama, el que violenta a los demás no ama, el que codicia los bienes de los demás no ama, es un perímetro.  Hoy en día que quizás el amor se ha vuelto una palabra un tanto vaporosa, capaz de justificarlo todo, el Señor nos dice; “El amor tiene una gramática, tiene un modo de actuar verdadero”, la verdad del amor.  Curiosamente os acordáis que San Pablo decía; “Veritas in caritate”, la verdad en el amor, y Benedicto XVI hizo un juego de palabras para su última encíclica; “Cáritas in veritate”, la caridad en la verdad, verdad y caridad, verdad y amor se iluminan mutuamente.

 

Hoy celebramos la Pascua del enfermo, cuánto necesitan nuestros enfermos esta defensa, este consuelo, esta fortaleza, esta compañía, este amor, por eso pidamos hoy ya adelantándonos al domingo de la Ascensión, ven Espíritu Santo Paráclito, defensor, consolador, ven de modo particular sobre los enfermos y los ancianos, los que estos días viven sin esperanza, los que viven preocupados por un futuro ciertamente difícil, ven, muéstranos la verdad, danos tu vida, consuélanos y fortalécenos, y haznos que seamos capaces de amarnos, ayudándonos mutuamente, consolándonos mutuamente, edificando ese reino de Dios, que con su Resurrección quiere instaurar en medio de nosotros.

 

Lo pedimos esta mañana al Señor por intercesión de la Virgen María.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

 

 

 

 

 

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