jueves, 1 de marzo de 2018

NOTICIAS DEL PAPA FRANCISCO

El Vaticano reafirma que la salvación de Cristo se recibe en la Iglesia


Frente al individualismo imperante en la sociedad de hoy que defiende que el hombre, con sus propias fuerzas, se basta para salvarse a sí mismo, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha querido recordar que la salvación radica en Cristo.
Mediante una carta dirigida a los Obispos de la Iglesia Católica que, con el título de “Placuit Deo” trata sobre algunos aspectos de la salvación cristiana, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha señalado también que “el lugar donde recibimos la salvación es la Iglesia”.
No obstante, en la carta, aprobada por el Papa Francisco el pasado 16 de febrero, se llama a “un diálogo sincero y constructivo con creyentes de otras religiones, en la confianza de que Dios puede conducir a la salvación en Cristo a todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia”.
En este sentido, durante la presentación de la carta a la prensa, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Luis Francisco Ladaria Ferrer, negó que esta carta contradiga a la Constitución Apostólica “Lumen Gentium”, o que supongo regresar a lo anterior a lo establecido por el Concilio Vaticano II. Más bien, se trata de una confirmación de lo dicho en la “Lumen Gentium”.
La carta “Placuit Deo” pretende contrarrestar el auge de dos viejas herejías, el pelagianismo y el gnosticismo, cuyos preceptos se está extendiendo en el mundo de hoy al amparo de la cultura del individualismo imperante.
En la carta se señala la tendencia al individualismo del mundo de hoy que difunde la visión del hombre “como un ser cuya realización depende únicamente de su fuerza”, y, por lo tanto, la figura de Cristo no se contempla como “aquel que transforma la condición humana”, sino como “un modelo que inspira acciones generosas, con sus palabras y gestos”.
Fruto de este individualismo, también se extiende “la visión de una salvación meramente interior, la cual tal vez suscite una fuerte convicción personal, o un sentimiento intenso, de estar unidos a Dios, pero no llega a asumir, sanar y renovar nuestras relaciones con los demás y con el mundo creado”.
Estas dos desviaciones son un reflejo de dichas viejas herejías: el pelagianismo y el gnosticismo. En este sentido, la carta afirma que, en la actualidad, “prolifera una especia de neo-pelagianismo para el cual el individuo, radicalmente autónomo, pretende salvarse a sí mismo, sin reconocer que depende, en lo más profundo de su ser, de Dios y de los demás”.
También prolifera “un cierto neo-gnosticismo” que “presenta una salvación meramente interior, encerrada en el subjetivismo”.
“Frente a estas tendencias, la presente Carta desea reafirmar que la salvación consiste en nuestra unión con Cristo, quien, con su Encarnación, vida, muerte y resurrección, ha generado un nuevo orden de relaciones con el Padre y entre los hombres, y nos ha introducido en este orden gracias al don de su Espíritu, para que podamos unirnos al Padre como hijos en el Hijo, y convertirnos en un solo cuerpo en el ‘primogénito entre muchos hermanos’”.
Asimismo, se señala que “la salvación completa de la persona no consiste en las cosas que el hombre podría obtener por sí mismo, como la posesión o el bienestar material, la ciencia o la técnica, el poder o la influencia sobre los demás, la buena reputación o la autocomplacencia”.
Más bien, la salvación, y en definitiva la felicidad que busca todo ser humano, radica en “la comunión con Dios”, a la que el mismo Dios “nos ha destinado”, “y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él”.
“La salvación que la fe nos anuncia no concierne solo a nuestra interioridad, sino a nuestro ser integral. Es la persona completa, de hecho, en cuerpo y alma, que ha sido creada por el amor de Dios a su imagen y semejanza, y está llamada a vivir en comunión con Él”.
La carta pone de manifiesto que las curaciones de Jesús son reflejo del carácter integral de la salvación divina. El mismo sacrificio de Cristo por el que “expía los pecados y permanece siempre vivo para interceder a nuestro favor”, “muestra la falta de fundamento de la perspectiva individualista”.
“En resumen, Cristo es Salvador porque ha asumido nuestra humanidad integral y vivió una vida humana plena, en comunión con el Padre y con los hermanos. La salvación consiste en incorporarnos a nosotros mismos en su vida, recibiendo su Espíritu”.
En el título 5 de la carta se subraya que “el lugar donde recibimos la salvación traída por Jesús es la Iglesia”. “Comprender esta mediación salvífica de la Iglesia es una ayuda esencial para superar cualquier tendencia reduccionista”.
“La salvación que Dios nos ofrece, de hecho, no se consigue sólo con las fuerzas individuales, como indica el neo-pelagianismo, sino a través de las relaciones que surgen del Hijo de Dios encarnado y que forman la comunión de la Iglesia”.
La Iglesia también desmonta la mentira de la salvación puramente interior defendida por la visión neo-gnóstica, ya que “nos introduce en las relaciones concretas que el mismo Jesús vivió”.
“La fe confiesa, por el contrario, que somos salvados por el bautismo, que nos da el carácter indeleble de pertenencia a Cristo y a la Iglesia, del cual deriva la transformación de nuestro modo concreto de vivir las relaciones con Dios, con los hombres y con la creación”.
Finalmente, en el título conclusivo de la carta, se insiste en que “la salvación del hombre se realizará solamente cuando, después de haber conquistado al último enemigo, la muerte”. Entonces, “participaremos plenamente en la gloria de Jesús resucitado, que llevará a plenitud nuestra relación con Dios, con los hermanos y con toda la creación”.
“La salvación integral del alma y del cuerpo es el destino final al que Dios llama a todos los hombres”, concluye.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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Frente a la eutanasia, Iglesia reivindica los cuidados paliativos


En una carta enviada en nombre del Papa Francisco, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, defendió los cuidados paliativos a los enfermos terminales frente a la eutanasia, pues estos ayudan a comprender y aceptar la muerte como el culmen de la vida terrenal.
La carta está dirigida al Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Mons. Vincenzo Paglia, con motivo del inicio de la conferencia internacional sobre cuidados paliativos que se está celebrando en el Vaticano.
En la carta, enviada a nombre del Papa Francisco, el Cardenal Parolin recordó la legitimidad de la terapia del dolor, algo muy diferente a la eutanasia.
“Un tema muy actual para los cuidados paliativos es el de la terapia del dolor. Ya Pío XII había legitimado con claridad, distinguiéndola de la eutanasia, la administración de analgésicos para aliviar dolores insoportables que no pueden ser tratados de otra forma, incluso si, en la fase de muerte inminente, fueran la causa de un acortamiento de la vida”, indicó.
“Hoy, después de muchos años de investigación, el acortamiento de la vida ya no es un efecto secundario frecuente, pero el mismo interrogante se replantea con nuevos fármacos que actúan sobre el estado de consciencia y hacen posibles diversas formas de sedación”.
En este sentido, “el criterio ético no cambia, pero el uso de estos procedimientos siempre requiere un cuidadoso discernimiento y mucha prudencia. De hecho, son muy difíciles tanto para los enfermos como para sus familias, como para los médicos: con la sedación, especialmente cuando es prolongada y profunda, se anula esa dimensión relacional y comunicativa que hemos visto que es crucial en el acompañamiento de los cuidados paliativos”.
Por ese motivo, estos procedimientos “siempre son parcialmente insatisfactorios, y deben considerarse como un remedio extremo después de haber examinado y aclarado con atención las indicaciones”.
El Secretario de Estado explicó que los momentos finales de la vida terrenal “ponen al ser humano frente a un límite que parece insuperable para la libertad, suscitando a veces rebelión y angustia”.
Así, explicó que la sociedad actual “intenta de muchas maneras evitarlo o removerlo”. “Nos privamos así de la riqueza que se oculta precisamente en la finitud y de la ocasión de madurar una forma de vida más sensata, tanto a nivel personal como social”.
Por el contrario, “los cuidados paliativos no secundan esta renuncia a la sabiduría de la finitud”. “De hecho, indican un redescubrimiento de la vocación más profunda de la medicina, que consiste ante todo en cuidar: su tarea es cuidar siempre, aunque no siempre sea posible curar”.
“Los cuidados paliativos –continuó– prueban, dentro de la práctica clínica, la conciencia de que el límite requiere no solo ser combatido y alejado, sino también reconocido y aceptado. Y esto significa no abandonar a las personas enfermas, sino estar cerca de ellas y acompañarlas en la difícil prueba que se presenta al final de la vida”.
Afirmó que “la muerte misma se introduce en un horizonte simbólico dentro del cual puede resaltar, no tanto como el término contra el cual la vida se rompe y sucumbe, sino más bien como el cumplimiento de una existencia recibida gratuitamente y amorosamente compartida”.
Los cuidados paliativos “muestran su valor no sólo en la práctica médica, sino también de forma más general para toda la convivencia humana”.
“Vuestro programa de estos días pone en evidencia la multiplicidad de dimensiones que entran en juego en la práctica de los cuidados paliativos. Una tarea que moviliza muchas competencias científicas y organizativas, relacionales y comunicativas, incluyendo el acompañamiento espiritual y la oración”.
Por otro lado, resaltó la importancia de la familia en este recorrido. “La familia debe jugar un papel único como lugar en el que la solidaridad entre generaciones se presenta como constitutiva de la comunicación de la vida y la ayuda recíproca que se experimenta incluso en los momentos de sufrimiento o de enfermedad”.
“Por este motivo, en las fases finales de la vida, la red familiar, por frágil y disgregada que pueda resultar en el mundo de hoy, constituye siempre un elemento fundamental”, concluyó.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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El Papa pide rezar por los cristianos sirios: “¡Los quieren echar de sus tierras!”


Al término de la Audiencia General, en los saludos a los peregrinos en lengua árabe, el Papa Francisco alzó la voz en defensa de los “cristianos perseguidos martirizados en Siria. ¡Los quieren echar de sus tierras! ¡Hay que rezar por ellos!”.
El Santo Padre realizó este llamado tras pronunciar su catequesis este miércoles 28 de febrero en el Aula Pablo VI del Vaticano, ya que debido al intenso frío que afecta estos días a la ciudad de Roma no fue posible realizar la Audiencia General en la Plaza de San Pedro
A lo largo de las últimas semanas, el Pontífice se ha mostrado especialmente afectado por las matanzas que se están produciendo en Siria en un episodio de recrudecimiento de la guerra civil que afecta al país desde hace años.
Durante el Ángelus del pasado domingo 25 de febrero, condenó los ataques del ejército sirio contra la población civil del barrio de Guta Oriental, en la periferia de Damasco.
Francisco señaló entonces que “este mes de febrero ha sido uno de los más violentos en siete años de conflicto: cientos, miles de víctimas civiles, niños, mujeres, ancianos… Los hospitales han sufrido ataques, la gente no puede conseguir comida… ¡Todo esto es inhumano!”.
Además, advirtió que “no se puede combatir el mal con otro mal. Y la guerra es un mal. Por lo tanto, dirijo un llamado encarecido para el fin inmediato de la violencia, para que se permita el acceso de la ayuda humanitaria con comida y medicinas, y que se pueda evacuar a los heridos y a los enfermos”.

(PUBLICADO EN ACIPRENSA)
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