viernes, 4 de octubre de 2019

HOMILÍA DE DON MARIO


DOMINGO XXV

 

Con el inicio del curso pastoral yo quisiera ofrecer dos breves reflexiones, una sobre las lecturas que nos ofrece la liturgia, y otra sobre este comienzo de año pastoral.

 

Sobre las lecturas, me estaba acordando de una frase que dice San Pablo a Timoteo, estamos leyendo esta carta los días del de labor, la lectura así continua de la palabra de Dios, dice una frase Timoteo que es fundamental, dice “La codicia es la raíz de todos los males”, que verdad tan grande, la codicia es la raíz de los males.  ¿Porque hay hambrunas en el mundo?, por la codicia de algunos. ¿Porque hay guerras en el mundo?, por la codicia de algunos.  ¿Porque estos movimientos migratorios tan sangrantes, tan dolorosos, tantos miles de personas que dejan la vida en el Mediterráneo?, por la codicia.  Por eso la enfermedad está en el corazón humano, en el corazón, antes que en las propias estructuras que ha creado el corazón humano, la raíz del mal está en esa codicia que anida en el corazón humano.  Y es lo que nos ha dicho el evangelio de hoy, Jesús también tan taxativamente; “No podéis servir a dos señores”, concretamente a Dios y al dinero.  Solo Dios y solo las personas son dignas de nuestro corazón.  Las cosas nunca son un fin en sí mismas, son medios poniéndolas en su sitio al servicio precisamente de las personas, la tecnología está el servicio de las personas, la economía está el servicio de las personas, la política está al servicio de las personas, el dinero está al servicio de las personas.  Nuestro corazón solo merece amar a Dios y a las personas y utilizar las cosas en función de ellas.  El Papa lo dice de modo tan gráfico, como suele hablar él, dice; “No he visto nunca detrás del coche fúnebre un camión de mudanzas”, todo se queda aquí.

 

Por eso nos ha dicho también dos cosas más este Evangelio que yo quisiera penetrar. 

Una nos ha dicho; “Quién es fiel en lo poco también en lo grande será fiel”, nuestra vida se juega en los gestos pequeños de cada día, no en los gestos enormes que rara vez tendremos la oportunidad de hacer un gesto enorme, en los gestos pequeños, en casa, con nuestros familiares, en el puesto de trabajo, entre los vecinos, cuando vienen los momentos de ayudar a los pobres, a los enfermos, en esos gestos pequeños de cada día que son como un rosario que van tejiendo una vida inmensa, una vida grande, quien es fiel en lo poco se le puede confiar lo grande, donde es un corazón noble, es un corazón que valora las pequeñas cosas de cada día, la que está entretejida en nuestra existencia.

 

Y ha dicho una segunda cosa, que aparece al menos dos veces en el Evangelio, nos ha dicho; “Mirad que los hijos de las tinieblas son más astutos con los suyos que los hijos de la Luz”, curiosamente la escritura alaba la astucia, porque Jesús dirá en otro sitio del Evangelio, dirá; “Sed sencillos como palomas y astutos como serpientes”.   Es decir, nos está diciendo que los hijos de la Luz, los que nos consideramos hijos e hijas de Dios, discípulos misioneros, tenemos que ver el modo de llevar esta vida del Señor a todos los rincones de la humanidad, a todos los rincones donde se fragua la vida humana, de modo particular aquellos lugares de especial sufrimiento, de especial oscuridad.  La astucia, dijo; “Los hijos de las tinieblas os ganan en astucia”.  A veces los cristianos somos un poco, no sé cómo decir, casi simples, bueno pues el Señor nos sacará las cosas adelante.  El Señor alaba esa creatividad, ese modo de hacer que las cosas lleguen, ese modo de ponernos en camino.  

 

Creo que esto viene muy bien para este comienzo de curso, que vamos hacer, para que el Evangelio del Señor primero ilumine nuestra propia vida, ilumine nuestra propia casa, y después poder iluminar la de los demás.  Y para este año pastoral a mí me venía contemplar la humanidad Santa de Jesús.  A comienzo de este curso vamos a empezar el discernimiento del Plan de Evangelización para los próximos años de nuestra diócesis:

 

Lo primero que tenemos que hacer es ponernos a la escucha, el libro del Apocalipsis dice que el ángel habla a las diversas iglesias, que escuchan lo que el espíritu quiere decir a la iglesia.  El otro día oí a un sacerdote, me llamó la atención, que decía cuál es el primer mandamiento, siempre hemos dicho, amar a Dios y amar al prójimo, y es verdad, esto es así, pero él decía algo que a mí me llamó la atención, decía, pero antes de eso Dios dijo; “Escucha Israel”, el Señor es tu único Dios, amarás al Señor, pero primero escucha, escuchamos a Dios.  Al comienzo de este año pastoral queremos escuchar a Dios, que nos dice a nuestra iglesia; “Escucha”.

 

Segundo la mirada, ver, mirar con los ojos del Señor, con los ojos de discípulo, de hijo de Dios, de hermano, no son ojos sociológicos, no son ojos ideologizados, ni siquiera políticos, son los ojos de Cristo que ama inmensamente a la humanidad.  Mirar, con los ojos del Señor, que importante que Él nos de esos ojos, de echo aparece en la Escritura, también en el Apocalipsis dice; “Piensas que eres rico, pero eres pobre y miserable”, dice; “Échate colirio en los ojos para que veas”, echa colirio a los ojos para ver como Dios ve.

 

La tercera vemos el corazón inmenso de Cristo.  San Juan lo ve de un modo maravilloso, él solo relata, cuando traspaso el soldado el costado de Cristo abrió su corazón y brotó toda la vida de Cristo para nosotros, brotó toda su gracia para nosotros.  El corazón del Señor que no se cansa de amar, y también Él nos dice; “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.  Y nos dirá la escritura que tenemos que cambiar el corazón de piedra por un corazón de carne como el de Cristo, capaz de amar inmensamente e infinitamente.  Él nos dice; “Si amáis a los amigos que mérito tenéis, también eso lo hacen los paganos, vosotros amad a los enemigos, amad a los que os odian, orad por los que os persiguen, así seréis hijos e hijas de Dios”.  Un corazón nuevo, capaz de amar como el Señor.

 

Y por último unos pies, los pies del Señor y unas manos.  Los pies del Señor que no se fatigaban de caminar, de acercarse a los empobrecidos, a los enfermos, a los que lloraban, a los difuntos, unos pies cansados, los de Jesús, de andar de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad llevando la salvación.  Y las manos de Jesús, manos para bendecir, manos para abrazar, manos para tocar los ataúdes de los muertos para que vuelvan a la vida, manos que parten el pan de la Eucaristía y comparten su vida.  Diremos dentro de poco conmemorando la Santa Cena, “Tomad y comed esto es mi Cuerpo que se da a vosotros”.  Y esos brazos extendidos en la cruz, donde abraza todo el universo, donde abraza todo sufrimiento, y del cual brota la vida eterna, la esperanza y la vida para humanidad.

 

Ojalá nosotros en nuestros bracitos y piernas y nuestros ojos, podamos también reverberar esa luz del Señor, unos oídos para escuchar, unos ojos para ver, como Él ve, un corazón para amar, unos pies para aportar esperanza, unos brazos para abrazar toda miseria humana, y restituirla a la gracia, a la esperanza y a la salvación.

 

Eso pedimos esta mañana al Señor por medio de la Virgen María, que Ella nos acompañe en este caminar, que Ella bendiga este año pastoral que hoy queremos comenzar.

 

Que así sea.

 

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

 

 

 

 

 

 

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