lunes, 21 de mayo de 2018

DOMINGO DE PENTECOSTÉS




 Muy queridos hermanos y hermanas.

Estamos celebrando hoy esta hermosa fiesta de Pentecostés, con la cual clausuramos el tiempo de Pascua, es el día del Espíritu Santo.

Y el Espíritu Santo aparece ya en el comienzo de la Escritura, dice que el Espíritu se cernía sobre las aguas, el Espíritu está al comienzo de la creación, está al comienzo de nuestra propia creación.  He repetido muchas veces que me llama la atención que también al comienzo no solo estaba el Espíritu, estaba la luz, y curiosamente todavía no estaban los astros creados, en ese relato parabólico del Génesis, por tanto había un Espíritu que es amor, y hay una luz que precede a la creación.  Una luz que es lo que va a iluminar lo que es todo el universo, lo que va a iluminar nuestra vida.  Y también el Espíritu aparece al final de la Escritura, el último libro del Apocalipsis, prácticamente los últimos versos, dicen; “El espíritu y la esposa dicen ven, al Señor, y el Señor dice, si yo vengo pronto, la paz con vosotros”, y termina en escritura.  La Esposa que es la Iglesia y el Espíritu piden la plena manifestación del Esposo, es decir una humanidad, nuestro corazón llevado a una plenitud.  Por tanto esta persona amor, el Espíritu que es amor y luz, estaba al comienzo de nuestra vida, al comienzo del Big Bang, al comienzo de todo el universo, y lleva a una plenificación, donde ya de modo esponsal, la Esposa y el Espíritu piden al Esposo, que sea una plenitud para nosotros. Y eso nos quiere decir que nuestra vida está absolutamente transida del Espíritu Santo, algo que tantas veces olvidamos, por eso el Evangelio decía; “Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os lo mostrara todo, os recordará todo”. Quizá el hombre de hoy tiene poca memoria, tenemos poca memoria, porque vivimos una vida absolutamente estresada, lo inmediato tapa lo fundamental, el fundamento de la vida, el espíritu Santo os lo va a recordar.
Y nos tiene que recordar tantísimas cosas, pero yo hoy quisiera subrayar simplemente cuatro.

La primera no recordará quiénes somos, de dónde venimos, nacidos de un amor tan particular y tan personal de Dios, no solo personal porque Dios es tres personas, sino porque nos ha querido de modo personal, nos ha querido como Él es, no de cualquier manera, ha dejado su impronta en nosotros, que altísima dignidad, que infinita dignidad la de todo ser humano, también la mía.  Aunque a veces quizás la historia de la propia vida, nuestras heridas, oscuridades, sufrimientos, no nos hagan ver esa llamada de amor, que es la que sustenta toda nuestra existencia.  No solo nos ha llamado y nos ha elegido, sino que nos a ungido, nos ha dado el don del Espíritu Santo, para que llevemos a plenitud nuestra vida.  Y esto es algo también muy importante, porque en último término nos dice, qué sin el don del Espíritu, nuestra vida quedaría malograda, nuestra vida no alcanzaría una plenitud.  El Señor plasma sus dones en nosotros con el espíritu Santo, para que seamos capaces de llegar a una plenitud que exige nuestro corazón, pero que, solos no podemos alcanzar.

El segundo olvido que tenemos en nuestra vida, pensar que nosotros solos, por nuestras fuerzas, podemos llegar a lo que nuestro corazón exige. Decía San Agustín, yo me lo repito muchas veces, me ayuda mucho esta frase en mi vida, San Agustín decía; “Señor pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”.  A cada uno de nosotros el Señor nos pide, nuestra vida es vocación y es misión, pídeme lo que tienes pensado para mí, muchos de vosotros la vida matrimonial, la vida laboral, profesional, el cuidado de los enfermos, de los pobres.  Hoy un grupo de laicos de nuestra diócesis, que van a ser confirmados en su vocación laical al servicio de la iglesia, Señor pídeme lo que quieras, lo que Tú, no lo que yo.  “Como dista el cielo de la tierra”, dice el salmista; “Mis caminos no son vuestros caminos”; “Pídeme lo que quieras, pero dame lo que me pides”.  La vida es gracia, la vida es gracia de Dios, dame el don del Espíritu Santo, también decía el Señor, que Él no negaría el Espíritu Santo aquellos que se lo piden.

Y el tercer elemento es, el envío y la misión.  El Papá en esta última exhortación tan hermosa, que yo os invito a leer, “Gaudete et Exsultate”.   Alegraos y exsultar, son como dos elementos de la espina dorsal, uno, las Bienaventuranzas, llamados a vivir las Bienaventuranzas, y el segundo elemento lo qué Él llama el gran protocolo; “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste”.  Pero nos dice, la vida no es que contenga una misión, nos dice, la vida es misión. Y es ese quizá el tercer gran olvido, mi vida es una misión, mi vida tiene un objetivo a cumplir, no es simplemente lo que yo esperé hacer con ella, sino que está llamado a transformar, transformar este mundo, según el corazón del Señor, todo lo que hago es misión, el cuidado de la familia, el cuidado de los que tengo alrededor, la vida laboral, el cuidado social, la transformación del mundo y de la sociedad, es una misión.

Y por último diría, y voy terminando, esa misión es un magnifico conjunto coral. Nos han dicho las lecturas de hoy dos elementos fundamentales, nos ha dicho la primera lectura, que de repente se pusieron todos hablar en lenguas extrañas, cada uno hablaba su lengua, pero todos se entendían. Es curioso que el Espíritu Santo no crea uniformidad, crea unidad, no uniformidad, todos entendían en su lengua, todos entendían en su cultura, todos entendían en sus rasgos de dónde procedían, los griegos los macedonios, los etíopes, todos entendían.  Y cuál es el lenguaje común, cuál es el lenguaje que toda la humanidad puede entenderse, solamente hay un lenguaje común, es el lenguaje del amor.  El lenguaje del amor todos lo entienden, y por eso el Espíritu Santo es la persona Amor, que ya plasmo nuestro corazón, y en ese lenguaje todos nos entendemos.  Pero no solo los destinatarios son todas las culturas, todas las naciones, en el lenguaje del Espíritu Santo que es amor, sino que además cada uno lo expresa de un modo particular.  Es una pena que visitemos poco esta catedral por las tardes, como hoy por ejemplo, es una catedral gótica vasca, elementos góticos y elementos de la cultura vasca, está orientada como se hacía en la época del gótico, hacia orienten, hacia el oriente donde Cristo nació, vivió, murió y resucitó, y generalmente accidenten es donde entra la luz, y realmente las iglesias góticas tenían unos grandes rosetones, con miles de cristales, y miles de colores, quiere significar precisamente la iglesia.  Es una luz, que es tamizada por cada cristal, es tamizada por cada singularidad, pero que hace que la luz que entra dentro del edificio tenga una tonalidad espléndida, maravillosa, una luz que es tamizada por cada uno de nosotros, el espíritu Santo, que es tamizado por cada uno de nosotros, le damos el colorido particular.  Por eso nos ha dicho San Pablo, que en la iglesia hay diversidad de carismas, diversidad de funciones, unos son maestros, otros profetas, otros sanan, otros enseñan, es el don del Espíritu Santo.  En esta iglesia, en la que cada uno de nosotros es como este cristalito, que cuando el Espíritu pasa, le damos la tonalidad de los dones que el Señor nos ha dado.
Y hoy precisamente queremos celebrar en esta Eucaristía, que hermanos de nuestra diócesis, después de largos años de discernir su vocación del servicio a la iglesia diocesana, se les reconoce esta vocación laical, plenamente inserta en la tarea pastoral de la iglesia, en la misión en la que no vamos solos, vamos en la comunión de la iglesia, guiados por el Espíritu Santo.  Nos ha dicho el Evangelio, que Él nos va a guiar hacia la verdad plena, como Cristo en el desierto fue guiado por el Espíritu Santo, o aparece en los apóstoles, y los hechos de los apóstoles, que quieren por un sitio, pero el Espíritu le sugería que fueran por otro camino. Tenemos una misión guiada por el Espíritu Santo en la comunión de la iglesia.

Hoy damos gracias a Dios, porque estos hermanos nuestros han discernido esta vocación, y se han entregado plenamente al Señor, y hoy son acogidos de este modo por nuestra diócesis, y también son enviados, para llevar esta buena nueva de la salvación.

Damos gracias a Dios por este don inmenso del Espíritu Santo.  Ojalá tengamos esta memoria teológica de lo que es nuestra vida, esta presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, y nos daremos cuenta que nuestra vida es guiada, es conducida, es abrazada, es llevada por otro.  Si nos dejamos llevar por Él, querer por Él, si nos dejamos iluminar por Él, y entonces vendrán las dificultades, las historias y habrá paz, porque sabemos que nuestra vida está en manos de quien desde el principio nos amó, y que al final de nuestra vida nos dará el abrazo definitivo.

Pedimos a la Virgen María en este mes de mayo por estos hermanos, pedimos por nuestra iglesia, ella que recibió de un modo tan singular el Espíritu Santo, que concibió de Él a Jesucristo, Nuestro Señor, que también acompañe y consuele siempre a la iglesia.

Que así sea.

X Mario Iceta Gabicagogeascoa

Obispo de Bilbao

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