jueves, 16 de mayo de 2019

LA PASION DEL SEÑOR



Muy queridos hermanos y hermanas.

Ciertamente ante la lectura de La Pasión, minuciosa, como la relata San Juan, ya que él la contempla.  San Juan al ser poco más que un adolescente, era además conocido del sumo sacerdote, tenía acceso privilegiado a estar en los lugares de La Pasión, cosa que por ejemplo Pedro no tenía, Juan mismo consigue que Pedro entre en la casa de Anás y de Caifás.

Pero ante este desarrollo, exposición minuciosa de La Pasión que hace San Juan, yo quisiera ofrecer tres reflexiones muy breves, porque es imposible ir desgranando es muy poquito tiempo lo que es La Pasión.

La primera reflexión, la podría titular, “Es el amor el que vence la muerte”. Nos dice el Salmo 33; “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”, y eso es lo que dice Jesús cuando entra en el mundo, como dice la carta a los hebreos; “Yo vengo Padre para hacer tu voluntad”.   ¿Y cuál es la voluntad de Dios?, es que vivamos, es que tengamos vida, vida plena, vida completa, vida apasionante, vida eterna.   Quizá el hombre de hoy ha dejado de desear este tipo de vida, porque la vida es complicada, nos damos cuenta de que estamos atenazados por tantas partes, tantos sufrimientos, tantos dolores, tantas dificultades, es verdad, con muchos momentos buenos, claro que sí, y al final la muerte.  Y Jesús dice; “Yo vengo para que tengáis vida, para que la tengáis en plenitud”, y la carta a los hebreos incluso cambia una palabra fundamental de ese Salmo 33, porque el Salmo 33 dice; “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad, por eso me abriste el oído, para escuchar tu palabra”, pero la carta a los hebreos dice; “Aquí estoy para hacer tu voluntad, y tú me has dado un cuerpo, me has hecho hombre, me has hecho humano, para que yo con mi cuerpo pueda tener vida a esta humanidad”.  Y cuando Él habla, Jesús, que es el buen pastor, dice; “Yo vengo, y no vienen a robarme la vida, por qué no pueden robarme la vida, yo vengo a entregar la vida, yo vengo a dar la vida, a entregarme, yo soy el Cordero Inocente.

De hecho, hemos visto que el juicio tanto religioso como civil de Jesús era una auténtica farsa, buscan testigos falsos, para que digan que Él había blasfemado.  Es curioso que van a pedir a Pilato la crucifixión, cuando los judíos no tenían crucifixión, los judíos tienen lapidación, pero van a Pilato a decirle, no dicen este se ha hecho Hijo de Dios, porque Pilato se hubiera reído, a mí qué me contáis, dicen, éste se ha hecho rey, es decir contra el César, y nosotros venimos a que lo crucifiques.  Y Pilato cobarde dice; “No encuentro nada en ti, tú eres el rey de los judíos”, y lo entregó para crucificarlo.   Jesús empieza a cargar sobre sí, como dice la primera lectura de hoy, nuestros crímenes y nuestros dolores.  Jesús es juzgado falsamente, cuántas veces a ti te han jugado falsamente, cuántas veces han hablado y te han calumniado mal.  Jesús es elegido ante Barrabás, ante la turba, a quien queréis, a Barrabás que es un malhechor, un homicida, o a Jesús, el inocente.  A Barrabás.  En tu vida cuántas veces no te han elegido, cuántas veces has sufrido en tu trabajo, porque otro medro y le pusieron a él en vez de a ti.

A Jesús le planifican una muerte lenta, curiosamente Jesús no muere de un golpe violento, no muere de algo violento, sino que es en todos los sentidos lenta, de veintipico horas, una muerte física, van minando su físico, era un hombre con vigor y en plenitud 33 años.  Ya comienza la noche arrestado, atado, sin comer sin beber.  

La flagelación, vuelven hacer trampa, porque los judíos tenían como límite 40 latigazos, según la ley de Moisés, pero dicen no no, que le que le flagelen los romanos, que no tienen límite de flagelación, lo que quieran. Jesús descarnado con el flagellum, comienza después el juego del rey, es la mofa del condenado, el juego del rey, era un juego de sorteo, los soldados que vigilaban al que estaba preso, jugaban, vamos a vestirle de rey, a ver tira tú, ponle la corona, uno le pone la corona, tira tú, ahora ponle tú la clámide, ahora tú abofetéale…, un juego macabro, cruel, donde es vestido de mofa de rey, tú eres el rey con la corona de espinas, con un trapo rojo, y aquí en escarnio delante de los demás  Es tal el sufrimiento físico de Jesús, que los crucificados habitualmente duraban dos o tres días en la cruz, de hecho a los dos o tres días si no morían le rompían las piernas, para que ya acaben de morir.  A Jesús no hizo falta que le rompieron las piernas, apenas dura tres horas en la cruz, fue esa muerte absolutamente lenta, cruel, muerte física, de su físico, muerte social, la mofa y el escarnio, muerte de sus más cercanos, Pedro le niega, muerte injusta, muerte psicológica, con todas las torturas y todos los dolores, y eso es en tu nombre, eso es en mi nombre.  Los sufrimientos que yo pueda tener en mi vida Él los asume todos, no hay sufrimiento en la humanidad que no aparezca en La Pasión, Él asume todos los sufrimientos, pero también asume todos tus crímenes y todos mis crímenes, porque yo también muchas veces he juzgado, yo también muchas veces he elegido mal, muchas veces he causado muerte y dolor con mis comentarios, con mis acciones.  Jesús lo carga todo sobre sí, el Cordero Inocente carga con nuestros crímenes, carga con nuestros pecados, carga con nuestro sufrimiento para que tú y yo alcancemos misericordia.

En este mundo, pienso que tan escaso de misericordia, cuanta soledad, cuanta injusticia, cada uno vive su propia vida si encuentra la misericordia.  El Señor es la misericordia encarnada, y Él abre a la esperanza, Él abre una vida nueva.  Cuando le pregunta Pilato que; “Eres tu rey”; “Si yo soy el rey, pero mi reino no es de este mundo”, es un reino nuevo, no es el reino del poder, no es el reino del tener, del aparentar, del someter, naciones, pueblos, personas, es el reino del acompañar, de no juzgar, del compartir, del perdonar, del rehabilitar, del llenar de esperanza y de paz; “Mi reino no es de este mundo”, es el reino que yo vengo a traer, que yo vengo a extender en la tierra, para que tengáis vida, para que la tengáis en abundancia.

Dentro de un momento vamos a venerar, adorar, al Señor en la Cruz.  La Cruz es el signo excelso, excelente, del amor, que lo ha dado todo, de esa forma tan espeluznante, en una Cruz, hay lo ha dado todo.  Por eso cuando nos acerquemos a besarla, a adorarla, agradezcamos al Señor que Él ha cargado con mis sufrimientos, Él ha cargado con mis crímenes y mis pecados, y me ha abierto a la misericordia y a la esperanza, y Él nos ha prometido; “Yo estaré contigo todos los días”, de modo particular en tus sufrimientos y oscuridades, yo estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo.

Pidamos a la Virgen María que podamos agradecer de corazón, la vida y el amor que Jesús ha derramado por nosotros.  Que así sea.


X Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao

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